EL PAíS › BIELSA LE PIDIO A GARCIA MARQUEZ QUE MEDIARA ANTE FIDEL POR UNA MEDICA CUBANA
Buscando un gestor
En el almuerzo que mantuvieron el lunes pasado en México, el canciller le solicitó al escritor y amigo de Castro que intercediera ante el comandante para que dejara salir de la isla a la neurocirujana cubana Hilda Molina Morejón, cuyo hijo vive hace diez años en la Argentina.
Por Sergio Moreno
El Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez compartía un cómodo sillón con el canciller argentino, Rafael Bielsa. Así los mostraba la foto que reprodujeron varios diarios argentinos el martes de la semana que terminó. Se los veía distendidos. Al canciller, escritor el fin, exultante. Se podría haber inferido que el encuentro era uno más de cortesía y placer con un referente ineludible de la cultura latinoamericana y universal. Oficialmente, se informó que la cordial reunión fue un approach para concertar la futura visita del autor de Cien años de soledad a la Argentina, en marzo del año entrante. Pero el motivo fue menos lúdico. Bielsa solicito a Gabo una gestión: que intervenga ante Fidel Castro para que permita a la neurocirujana cubana Hilda Molina Morejón salir de la isla y reencontrarse con su hijo, que vive hace diez años en la Argentina. El Nobel dijo que, tras estudiar el caso, haría lo posible.
El caso de Hilda Molina Morejón introduce una cierta tensión en las renovadas relaciones bilaterales argentino-cubanas. Básicamente porque todo lo que tenga que ver con la isla en términos de política exterior está contaminado por el largo brazo del Departamento de Estado norteamericano, cuyas políticas se tornan más o menos virulentas hacia La Habana según sea el grado de belicosidad del inquilino de la Casa Blanca. Hoy día, la presión norteamericana sobre la isla tiene la intensidad Bush.
La Argentina ha finalizado su política de hostilidad hacia Fidel Castro. Desde el gobierno de Eduardo Duhalde, nuestro país cambió su voto en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU: de la condena, reivindicada por el gobierno de Carlos Menem y amplificada por el de Fernando de la Rúa, pasó a la abstención. Néstor Kirchner no sólo se mantuvo en esa posición, sino que recibió a Fidel Castro en Buenos Aires con toda pompa y algarabía.
De aquella visita queda pendiente el viaje de la pareja presidencial argentina a Cuba, invitación hecha con fruición tanto por Castro cuanto por sus delegados. Kirchner trata de mantener un delicado equilibrio: a pesar de haber mantenido el voto de abstención mencionado, se cuida de llevarse más que bien con Washington: desde las entrañas del gobierno norteamericano ha salido el apoyo más firme que logró construir la Argentina respecto de sus tratativas con el Fondo Monetario Internacional y la renegociación de la deuda en default con los acreedores privados.
Dicho esto, es dable recordar que, ante la posibilidad de una visita de Kirchner a La Habana, los norteamericanos piden que reciba a los grupos disidentes, tal como lo hiciera en Caracas luego de ser recibido por el presidente Hugo Chávez.
El caso de Hilda Molina Morejón complejiza un poco más esta de por sí enmarañada trama donde todos cuidan los pasos a dar.
La doctora
Hilda Molina Morejón es un neurocirujana que de joven abrazó la causa revolucionaria en la isla. Su compromiso fue tal que llegó a ser diputada en la Asamblea Nacional cubana. Especialista en temas sanitarios, fue asesora del área del propio Fidel. En 1989 fundó y dirigió hasta 1994 el Centro Médico Internacional de Restauración Neurológica (Ciren), famoso en Argentina por tratarse de la clínica donde realizó sus curas el extinto dirigente radical César “Chacho” Jaroslavsky. En dicho centro asistencial trabajaba, también, Roberto Quiñones, hijo de la doctora en cuestión, residente de nuestro país desde hace diez años.
El Ciren es una de esas clínicas de excelencia que hay en Cuba –del estilo de las que suele utilizar Diego Maradona en sus sucesivas internaciones caribeñas–, en la cual se atiende a cubanos y, fundamentalmente, a extranjeros. Hilda Molina Morejón, según el relato de su hijo exiliado en Argentina, realizó una queja pública criticando la decisión del gobierno cubano de aumentar las camas para los extranjeros en detrimento de los sitios para los cubanos. Tal actitud le valió su renuncia al Ciren y a su banca como diputada. Actualmente, la médica, de 60 años, es catalogada en la isla como disidente y no puede salir del país.
En esa época, su hijo, Roberto Quiñones, neurocirujano también, conoció en el Ciren a la hija de un paciente, la argentina Verónica Scarpatti, con quien se casó y se instaló en nuestro país, donde tiene actualmente dos hijos, Roberto Carlos, de 8 años, y Juan Pablo, de 2. Llegó al país en 1994 y desde ese entonces solicita a los sucesivos gobiernos que intercedan ante Fidel Castro para que dejen salir a su madre de la isla. La primera administración que prestó oídos a su reclamo fue esta. Contactado por el jefe de Gabinete de la Cancillería, Eduardo Valdez, Bielsa lo atendió y, en un primer momento –tras dejar en claro que las negociaciones serían de tono “humanitario” y no político, para preservar el vínculo con Cuba–, trató de gestionar un viaje del médico a La Habana para que viera a su madre, a lo que el doctor se negó, alegando que no tenía garantías del gobierno cubano para salir de la isla tras la visita.
Posteriormente, Bielsa conversó el asunto con el canciller cubano, Felipe Pérez Roque, en ocasión de su viaje a Buenos Aires, en febrero de este año, y volvió a reiterarlo el mes pasado, en un encuentro que ambos mantuvieron en la Asamblea de la ONU, en Nueva York. La respuesta de Pérez Roque suele ser que la decisión final la tiene el comandante. De ahí la estrategia argentina de tratar de influir sobre Castro.
El amigo
Conocida es la añeja amistad que atesoran Gabriel García Márquez y Fidel Castro. El escritor y el comandante cuidan de la relación desde los días mozos de la revolución. Las simpatías del Nobel por el proceso cubano se han mantenido a lo largo de las décadas, a diferencia de las de otros intelectuales que, de apoyar fervorosamente el proceso cubano, mutaron a la indiferencia, cuando no a la denostación. No es el caso de García Márquez.
Bielsa realizó la semana que termina un periplo que lo llevó a México, Haití y Brasil. La escala en el primer país tuvo como motivo almorzar con Gabo, en la residencia del embajador argentino en el DF, Oscar Galié. La comida se extendió durante dos horas y en la charla no faltaron las tenidas literarias y anécdotas de todo tipo. A su tiempo, el canciller le planteó el caso de Hilda Molina Morejón, dio una serie de argumentos humanitarios, del tipo de que los nietos argentinos de la neurocirujana no conocen a su abuela, etc., y solicitó a García Márquez que influyera sobre Castro para destrabar el conflicto, vale decir, para que deje salir de Cuba a la doctora.
El autor de El coronel no tiene quien le escriba respondió con precaución. Dijo que no conocía la situación de la médica, que iba a informarse de ella y de las complejidades del caso, que, en caso de ser posible, y comprendiendo las argumentaciones de Bielsa, haría lo que estuviese a su alcance.
Tal fue el motivo de la entrevista del canciller argentino y el Nobel colombiano. La historia aún no termina y habrá que ver si García Márquez se apropia de esa condición de gestor. De hacerlo, si lo considera conveniente, habrá que ver la reacción de Fidel.