Vie 03.05.2002

EL PAíS  › UNA MUJER QUE TENIA LOS AHORROS EN EL CORRALITO SE PRENDIO FUEGO EN EL BANCO

Norma, el símbolo de un país que arde

La mujer se presentó en el Banco Río y reclamó que le canjearan su plazo fijo acorralado por bonos. Cuando le respondieron que los plazos para ese cambio habían vencido, sacó un frasco de alcohol, roció su ropa y se prendió fuego a lo bonzo. Ahora internada, con quemaduras, Norma Albino se convirtió en un duro emergente del drama social disparado por la crisis.

› Por Alejandra Dandan

“Mi vieja es una mujer tranquila, jamás me hubiese imaginado esto.” Ayer a la noche, Sergio seguía al lado del teléfono esperando alguna llamada del Hospital de San Isidro. Su madre quedó internada al mediodía con quemaduras leves en casi todo el cuerpo. Era dueña de uno de los depósitos en dólares acorralados en el Banco Río y a la mañana había ido a la sucursal San Isidro para canjearlo por bonos. Creía que ésa era la única chance para recuperar una indemnización con la que se mantenía la familia. Llegó al banco dispuesta a todo y con una botella de alcohol fino en la cartera. Cuando supo que no le darían los bonos no esperó: sacó el alcohol, se roció y se prendió fuego a lo bonzo con un encendedor. La alternativa del canje había vencido el 30 de abril, un día antes del feriado y el mismo día en el que la ahorrista oyó las declaraciones emitidas desde España por el Santander Central Hispano (SCH), que controla al Río, e interpretó que su banco y la indemnización estaban a punto de emigrar. Con esas cálculos, preparó su protesta, tal vez uno de los emergentes más críticos de la situación. En el día en que cumplía 58 años, Norma Alicia Albino se convirtió en un símbolo lacerante de la desesperación que trajo la crisis.
Anoche su hija hacía guardia en el hospital. Algunas cámaras le preguntaron por su madre y esa decisión que aún pocos en su entorno lograban comprender: “Hubiese esperado cualquier cosa –decía–: que le rompiera la cabeza a alguien, todo, cualquier cosa, menos que la bronca fuera contra ella misma”. Nadie sabía que podía llegar a tanto, ni siquiera los ejecutivos del Banco, todavía desbordados por la situación de pánico disparada por el fuego dentro de la sucursal.
La oficial de atención al cliente que habló con la mujer ni siquiera tuvo reflejos para auxiliarla: la impresión le causó un shock nervioso, como a los clientes y varios empleados de la sucursal. Según Pablo Franco, vocero del Río, Norma Albino había llegado al banco alrededor de las once para cambiar su plazo fijo por bonos, una opción que vencía el 30 de abril de acuerdo a una reglamentación emitida por el Banco Central. También según Franco, hace tres semanas el Banco incluyó a esta familia de Boulogne en la lista de clientes a los que se les envió una comunicación oficial con los plazos. Ni el feriado bancario de la semana pasada ni los maremotos provocados por la salida del ex ministro de Economía cambiaron las cosas: el plazo no se revisó, y los ahorristas recibieron ayer la misma respuesta que Norma.
“No tuvimos ni chance de reaccionar –explicó Franco–, no pudimos plantearle otra alternativa porque la reacción de la mujer fue inmediata.” Norma no esperó, tal vez porque llevaba meses pensándolo y discutiéndolo con su marido, el otro titular de la cuenta y dueño de la indemnización cercada en el Banco. Por la fecha del depósito de esos dólares el matrimonio no pudo recurrir a las excepciones que, en otros casos, permitieron recuperar este tipo específico de depósitos. El dinero había sido colocado antes de 2000, en dólares, y en una cantidad superior a los 8 mil. Por cuestiones de confidencialidad no fue posible conocer el monto exacto de la cuenta, pero en el Banco aseguraban que era un “depósito mediano”.
Aunque la familia habría recibido el comunicado del Banco anunciando la fecha tope para optar por una de las alternativas de canjes dispuestas por el Central, nadie reaccionó ni tomó ninguna decisión. Ni Nora ni Roberto habían consultado abogados, ni tramitado amparos cuando conocieron la reprogramación dispuesta sobre su cuenta. “Para mi viejo la plata estaba perdida desde diciembre –decía su hija–, para mi vieja no, ella era la que estaba más preocupada para recuperarla.” Ninguno de los dos tenían trabajo. Nora desde hace años es ama de casa y Roberto, desde aquella indemnización ahorrada, no conseguía empleo. El plazo fijo era la fuente de abastecimiento en la casa de la calle Salguero donde sus dos hijos sólo pasaban de visita. Sergio y su hermana habían dejado la casa pero no lasdiscusiones sobre cómo moverse frente a el “manoseo, porque eso fue –dice ahora Sergio– lo que molestaba a mi vieja, era el manoseo del banco”.
Los bonos fueron una de las opciones menos aceptadas por los ahorristas acorralados. Es cierto que Nora no se había presentado para hacer el cambio, pero probablemente el anuncio del Santander en España –que el Río sólo tiene liquidez para tres meses más– haya sido el detonante para el frasco de alcohol y el fuego.
A las 11.30 abrió el bolso y dio por terminada la consulta. Estaba abrigada y la ropa potenció la combustión, aunque gracias a que el alcohol es muy volátil, el fuego no fue más intenso y se apagó pronto. Norma está fuera de peligro, pero dentro del corralito.

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