EL PAíS
“Mi puesto me obligó a desaparecer los cadáveres”
A partir de documentación recibida en forma anónima, HIJOS Córdoba denunció al militar retirado Julio César Sarmiento, quien escribió su actuación durante la represión. La Justicia secuestró su legajo.
Por Victoria Ginzberg
“Mi puesto me obligó, además de participar en todas las acciones de la fracción, a interrogar, a ejecutar y a concretar la parte más sucia que era hacer desaparecer los cadáveres de aquellos detenidos ‘por la iz-quierda’ que no soportaban los interrogatorios.” La confesión llegó en un sobre a la sede de HIJOS (Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio) de Córdoba. Se trataba de un juego de fotocopias en los que estaba documentado el reclamo administrativo de un militar al que se le había negado un ascenso en 1980. El hombre no figura en los legajos de la Conadep ni fue investigado por la Justicia; por el contrario, fue promovido en democracia. Se llama Julio César Sarmiento y es dueño de una empresa de seguridad que factura millones de dólares. El jueves fue allanado el edificio Libertador, sede del Ejército, en búsqueda de información que certifique estos datos.
Con los papeles en mano y con el patrocinio del abogado Claudio Orosz, Martín Angerosa, de HIJOS Córdoba, hizo una denuncia ante la fiscal Graciela López de Filoñuk con el fin de “garantizar la obtención de la documentación original para dilucidación de la verdad real”. El objetivo era confirmar si la información de las fotocopias era cierta. Por eso reclamó el allanamiento del edificio Libertador. El jueves, Orosz estuvo casi siete horas en los amplios salones alfombrados y revestidos de madera de la sede del Ejército con el fiscal Miguel Angel Osorio y logró que se secuestrara el legajo de Sarmiento, que estaba en la Dirección de Bienestar en Palermo. El documento, que llegará a Córdoba el lunes para su análisis, confirmaría al menos parte de la historia que se desprende de los papeles que fueron entregados en HIJOS y que se detallan aquí.
Sarmiento –según escribió en el que sería su reclamo ante el entonces comandante en jefe del Ejército, Leopoldo Fortunato Galtieri, debido a que la Junta Superior de Calificaciones de Oficiales lo pasó a retiro– no era un “oficial del montón”. Se recibió como subteniente en 1970 con orden de mérito 15 entre 178. En 1974 obtuvo la especialidad de Paracaidista Militar y el año siguiente la de Tropas Comando.
“A mediados de 1975, prestando servicios en la Escuela de Infantería, tomé conocimiento de algunos rumores que estaban circulando en Campo de Mayo y que me involucraban con un grupo de oficiales sustentando ideas políticas equivocadas.” Sarmiento había participado del Operativo Dorrego –un trabajo social coordinado por el Ejército y la Juventud Peronista– y –según sería su versión– en reuniones en las que civiles y militares discutían “temas de actualidad a puertas cerrada”.
A partir de los rumores que lo señalaban como un hombre alejado de las ideas del Ejército, Sarmiento se reunió con sus superiores y se entrenó para ir a pelear al Operativo Independencia de Tucumán, prólogo de lo que un año después sería el Terrorismo de Estado. Pero en 1973 el hombre ya había participado en “una agrupación antisubversiva especial formada por oficiales que dependía directamente del Comandante de la X Brigada y cuyos jefes eran el actual teniente (Mohamed Alí) Seineldín y el mayor Valiente. Me enseñaron las técnicas antisubversivas”, escribió en 1980.
En 1975 Sarmiento realizó el curso de Comando, que culminó con tres meses en el monte tucumano, donde el Ejército combatía al ERP. Allí –afirmó– logró “el objetivo deseado: combatir la subversión en campo de combate”. El militar agregó que también participó personalmente en una “operación urbana” –secuestro– en la que se capturó un destacado dirigente del ERP. En julio de 1976 el hombre volvió a Tucumán por dos meses. De esta experiencia afirmó: “De más estaría relatar las misiones que nos asignaron por ser una pequeña fracción de cuadros instruidos especialmente para operar en pequeños grupos de dos o tres personas. Pero mi puesto de S-2 me obligó, además de participar en todas las acciones de la fracción, a interrogar, a ejecutar y a concretar la parte más sucia que era hacer desaparecer los cadáveres de aquellos detenidos ‘por la izquierda’ que no soportaban los interrogatorios”. De su labor aclaró: “Los hechos no constituyen por sí una hazaña pero ponen en evidencia mi total identificación con el Ejército Argentino”.
En mayo de 1981 el Ejército desestimó definitivamente el pedido de reconsideración de su ascenso, pero en 1984 Sarmiento logró que el gobierno democrático lo convirtiera en capitán. Luego se dedicó al negocio de la seguridad privada y habría llegado hasta la presidencia de la Cámara Argentina del sector. Su empresa, Servín, facturaba en 1998 –según una nota del diario BAE de marzo de 1998– 18 millones de dólares anuales a cambio de ofrecer su servicios a compañías líderes como IBM, Edenor, Austral, Citibank y Techint. “Esta persona nunca fue indagada ni juzgada, por lo tanto nunca amparada por ninguna ley ni Indulto. Por lo tanto si esta información se comprueba vamos a pedir que se lo investigue y sea condenado y que diga dónde están los cuerpos que ocultó”, aseguró Orosz, en lo que considera el “principio de una larga investigación”.