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Triste y solitario final para el grupo Talcahuano

Fueron una avanzada del kirchnerismo en la Cámara de Diputados. Luego tuvieron cortocircuitos con la Casa Rosada y algunos cayeron en desgracia. La mayoría no renovará su banca en octubre.

 Por Eduardo Tagliaferro

A diferencia de la mayoría de las agrupaciones y nucleamientos políticos que van muriendo lentamente, como quien se desangra, el fenecido grupo Talcahuano lo hizo cumpliendo todas las formalidades del caso. Nadie podrá negarles que fueron kirch-
neristas de la primera hora. Aquella en la que la Casa Rosada no aparecía como un destino accesible para el patagónico. “Aun antes de que Kirchner llegara a la presidencia, nosotros intentamos reflejar el proyecto que el Gobierno explicitó el día de su asunción el 25 de mayo de 2003”, dice en diálogo con este diario el tucumano Ricardo Falú, uno de los ocho diputados que, en soledad, se reivindicaban kirchneristas en 2002. Mucha agua pasó debajo del puente. El grupo no sólo dejó de existir, sino que la mayoría de sus integrantes reman contra corriente. Sin ningún peso en las próximas listas de candidatos, rotos los puentes con el Gobierno, aun aquellos que como el hoy gobernador santacruceño Sergio Acevedo ocupan un lugar de responsabilidad política tienen que vencer más de un recelo del poder.
Cuando formalmente explicitaron la disolución del grupo, los Talcahuanos arguyeron diferencias internas. Lo cierto es que a la hora de las discrepancias, las líneas se dividieron entre los que tenían alguna expectativa de reconstruir su relación con la Rosada y aquellos que se aferraron a las definiciones políticas.
“La decisión de impulsar la acusación contra el juez de la Corte Suprema Antonio Boggiano fue interpretada como un gesto de rebeldía cuando se trató de respetar lo más puro del kirchnerismo: mejorar la calidad institucional”, confía Falú en diálogo con Página/12. Lo cierto es que el tema fue la bisagra entre los Talcahuano y la Rosada. Según comentan los legisladores, Boggiano había recibido promesas tranquilizadoras desde el primer piso de la Casa de Gobierno cuando comenzó a discutirse su acusación. Incluso, agregan, otro destacado ministro del gabinete, que no tiene despacho en Balcarce 50, habría alentado a Boggiano a mantenerse en el cargo, en una reunión que se concretó en la Nunciatura. Encuentro en el que estuvo presente el nuncio, Adriano Bernardini.
Algunos ex integrantes del grupo no tienen dudas de que en esos momentos el duhaldista José María Díaz Bancalari “envenenó la relación de los Talcahuano con la Rosada”. Para ellos, frente a los hombres del Presidente, Díaz Bancalari no defendió “una movida que había sido decidida por todo el bloque y de la que estaba informado. Simplemente dijo que no sabía nada”. No fueron pocos los justicialistas que vieron la acusación contra Boggiano como una tema personal de Falú. Y no faltó en el Senado algún referente del oficialismo que al referirse a la Comisión de Juicio Político de la Cámara baja la parangonara con el Comité de Salud Pública de la Revolución Francesa, la sede de los jacobinos.
Hoy Falú está fuera de la política. “Voy a hacer un alto en el camino”, dice. No es el único que emprenderá esa ruta. Sin renunciar al bloque justicialista, el porteño Gerardo Conte Grand adscribió al interbloque de Acción Programática, que nuclea a diversas identidades de centroizquierda en la Cámara baja. Su mandato vence en 2005 y, lejos del PJ porteño, su destino no está en la tarea parlamentaria. Al Gobierno no le pasó desapercibido que cuando se votó la delegación de facultades legislativas para el jefe de Gabinete, Conte Grand se alineó en contra.
Sergio Acevedo fue uno de los primeros en abandonar el grupo. En 2003 Néstor Kirchner lo convocó para estar al frente de la SIDE. Si bien los vínculos con sus ex compañeros se mantuvieron de manera informal, lo cierto es que la brecha política entre él y los diputados que supo comandar ya era un hecho. Ser el hombre que reemplazó a Kirch-
ner en la gobernación de Santa Cruz no significó para Acevedo convertirse en niño mimado del Presidente. La relación entre ambos comenzó a crujir desde que en plena campaña proselitista Acevedo prometió repatriar los fondos de la provincia que están depositados en Suiza. Y luego no mejoró. El santafesino Julio Gutiérrez fue uno de los que presentaron en sociedad la disolución del grupo. “De ahora en más, nos expresaremos a título personal”, dijo en aquella ocasión. Su cercanía con Carlos Reutemann no es un dato que pase inadvertido. De hecho, ocupa un lugar en la conducción formal del bloque de diputados. No renovará su banca en la Cámara Baja, ya que no figura entre los candidatos que presentará el PJ santafesino. Sin embargo, aunque con poca probabilidad, su nombre sonó entre los posibles reemplazantes del ministro de Justicia Horacio Rosatti, en un seguro cambio de gabinete. Hoy transita por la interna del bloque. Al comparar la posible fractura a la que se habían enfrentado los Talcahuanos, con la que hoy se vive en la bancada justicialista, no duda en afirmar ante Página/12 “que ahora es mucho más grave. Los Talcahuanos eramos pocos y en ese momento el kirchnerismo había acordado un esquema de poder que garantizaba la continuidad del duhaldismo en los puestos que ocupaba”.
El cordobés Eduardo Di Cola quedó al frente del Correo Argentino cuando el gobierno canceló la concesión que tenía Franco Macri. Si bien se especuló que Kirchner le podría dar un lugar entre los candidatos cordobeses para llegar al Congreso, lo cierto es que no figura en las listas. No corrieron mejor suerte la santacruceña Mónica Kuney, ni el bonaerense Ricardo “Lolo” Gómez. Triste y solitario es el presente político de quienes defendieron a Kirchner a capa y espada en momentos en los que Eduardo Duhalde todavía tenía un lugar destacado en el poder.

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Ricardo Falú, Gerardo Conte Grand y Eduardo Di Cola, tres de los ex Talcahuanos.
 
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