Lunes, 19 de marzo de 2007 | Hoy
Radicales kirchneristas y lavagnistas coinciden en su ambición de “acompañar”. No sólo apuntan a ser segundos en la fórmula presidencial sino también en otros distritos. Los motivos.
Por Santiago Rodríguez
Atravesados por una atomización sin precedentes, los radicales se reparten hoy en condición minoritaria en diversos espacios políticos y allí donde están tratan, por lo menos, de poner vices en las fórmulas para las próximas elecciones con la esperanza de reponerse y volver a ser lo que fueron en sus días de gloria. “Todos quieren un pedazo del radicalismo porque, sacando Capital Federal y Buenos Aires, en el resto del país tiene un promedio de votos del 30 por ciento”, analiza el titular de la UCR, Gerardo Morales. Los consultores también tienen explicación: dicen que el radicalismo necesita participar en las estructuras del peronismo para mantener algo de su poder y salvar su “marca”, además de señalar que los peronistas quieren a los radicales para seducir a quienes históricamente se han resistido a votarlos.
El escenario de la presidencial de octubre próximo es el mejor reflejo de la situación actual del radicalismo. La conducción del partido marcha firme a una coalición con Roberto Lavagna, que quedará formalmente consagrada a fines de esta misma semana en la convención partidaria que sesionará en Avellaneda. Los hombres de la UCR trajinaron durante meses para asegurarse el segundo lugar en la boleta a la presidencia y el ex ministro de Economía hizo finalmente un guiño en ese sentido. El senador mendocino Ernesto Sanz sobresale entre sus posibles acompañantes, pero también hay otros anotados, como el diputado Federico Storani.
Encolumnados con la administración de Néstor Kirchner, los radicales K también ansían completar la fórmula presidencial del oficialismo. Tanto para acompañar al Presidente, si es que finalmente busca su reelección, o a la senadora Cristina Fernández, en caso de que sea la candidata del kirchnerismo, el nominado es el gobernador de Mendoza, Julio Cobos. Se trata de la estrella del grupo de mandatarios provinciales e intendentes del radicalismo afines a la Casa Rosada
La historia se repite en varios distritos. En la provincia de Buenos Aires, los K también pretenden colocar al segundo de Daniel Scioli y en la gatera aparece el intendente de Mar del Plata, Daniel Katz. Los promotores de la coalición con Lavagna, por su parte, lanzaron al ruedo varios nombres, como el del diputado Pedro Azcoiti y los intendentes Carlos Gorosito (Saladillo), Luis Baldo (Villa Gesell) y Orlando Costa (Bragado). Por ahora los presentan como posibles candidatos propios, pero aclaran que lo mejor sería cerrar también en la provincia un acuerdo con Lavagna, que ya bendijo la postulación de Jorge Sarghini a la gobernación bonaerense.
La compañera de fórmula del socialista Hermes Binner en Santa Fe, Griselda Tessio, también es radical y en la ciudad de Buenos Aires todavía está abierta la posibilidad de que Jorge Telerman lleve consigo a alguien del radicalismo. La UCR porteña definirá en una convención a fines de este mes si se suma a la coalición que encabeza el jefe de Gobierno. La condición que pone el radicalismo es no terminar pegado a Kirchner y Telerman ya empezó a hacer los deberes: aclaró que de ahora en más se concentrará en las cuestiones locales y dejará de hablar de asuntos nacionales. Para completar el cuadro, hasta los radicales de Cambio PRO que acompañan a Mauricio Macri trataron sin éxito de instalar a Pinky en la boleta del empresario a la jefatura de gobierno.
“Si estuviéramos con todo el partido unido, claramente uno de nuestros gobernadores podría ser candidato a presidente por la UCR”, reflexiona Morales y reconoce que el radicalismo ha llegado a la situación actual porque “tenemos una crisis como partido nacional que nos ha convertido en una confederación de partidos provinciales”. Puesto a analizar la multiplicidad de ofertas de origen radical, el titular de la UCR destaca la estructura territorial que mantiene el radicalismo y apunta que su atractivo es también el “promedio de votos del 30 por ciento” que tiene en el interior del país.
Storani coincide. “Hay un electorado de origen radical que en ciudades pequeñas y medianas se expresa con mucha fuerza”, dice, y añade que el problema del radicalismo es que “carece de un buen proyecto de tipo nacional”. También remarca que el objetivo de la coalición con Lavagna es justamente “volver a tener un proyecto nacional” y subraya que “hay una sola expresión orgánica del radicalismo, que es la que se expresa en la Convención Nacional del partido. Los demás son dirigentes de origen radical que han elegido otro camino”.
El principal blanco del dardo de Storani son los radicales K, contra quienes también arremete Morales: “Le suman estructura provincial a Kirchner y son funcionales a su objetivo de hacerle el mayor daño posible a la oposición”.
El consultor Rosendo Fraga habla, en cambio, de beneficios recíprocos. “El radicalismo es un partido que se ha quedado sin votos y el peronismo es una fuerza que ha dejado de ser partido”, expone y completa: “El peronismo ocupa cada vez más todas las vertientes de la política y al radicalismo se le hace necesaria la participación en las estructuras peronistas para mantener su poder”. Fraga explica también que “un toque radical le da al no peronista el justificativo que necesita para votar al peronismo” y señala, a modo de ejemplo, que “si Lavagna no estuviera acompañado por el radicalismo, a mucha gente le costaría votarlo por su condición de peronista”.
“Estamos viviendo el fin del bipartidismo. El radicalismo ha sido la segunda fuerza y en ese sentido tiene un valor simbólico el hecho de que ahora se sume al peronismo en un segundo lugar”, analiza Ricardo Rouvier. Apunta, además, que la proliferación de vices de origen radical obedece “a dos tendencias que se cruzan: por un lado, la política se vuelve cada vez más superestructural; por otro, el radicalismo sufre una fuerte implosión política y trata de mantener la marca UCR ocupando lugares dentro del andamiaje burocrático del poder político”.
Enrique Zuleta Puceiro, también consultor, va en el mismo sentido: “Hay un reflejo de supervivencia que devuelve el radicalismo al poder y le hace jugar el papel que puede”.
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