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Verdad o consecuencia
POR ASOCIACION MADRES DE PLAZA DE MAYO.
Un recorrido de 25 años
Un reciente artículo del periódico Página/12, intenta mostrar a las Madres de Plaza de Mayo como cómplices del gobierno de Estados Unidos durante la dictadura militar. Las Madres creemos que muchos pensadores “progresistas” y “políticamente correctos” a veces difaman, tergiversan y malinterpretan a las organizaciones populares que plantean una salida por fuera del sistema de explotación y de muerte.
Los gobiernos constitucionales que hemos tenido dieron impunidad a los genocidas y continúan la represión. Pero no son criminales autónomos. Detrás de todos ellos, pagándoles las campañas, dándoles dinero para armamento y control social, instalando bases militares, extorsionando con la deuda externa, están los EE.UU. y su criminal política imperialista.
Estados Unidos es el enemigo de la humanidad. Lo sabían nuestros hijos, y la mayoría de nosotras no los comprendimos en su momento. Fuimos aprendiéndolo con el tiempo. En las reuniones de los días martes, las marchas de los jueves, en las noches frente a las comisarías o cuarteles o en las catedrales. Fuimos ingenuas, sí, pero decididas. Tercas en el amor a nuestros hijos y con la firme convicción de encontrar justicia para con el genocidio.
Las Madres de Plaza de Mayo no nos hicimos revolucionarias después de leer a los pensadores marxistas. Lo aprendimos en las calles y en las plazas. Tenemos grietas en el corazón abiertas por el dolor y la injusticia, pero también la esperanza de que nuestra lucha por la felicidad del pueblo no será en vano.
Hay muchos arrepentidos que no comprenden que tampoco fue en vano la sangre de nuestros hijos ni la de tantos que entregaron la vida antes que ellos, en este desafío maravilloso de construir un hombre nuevo en un mundo más justo y solidario.
Nuestro recorrido
A partir de 1986 comenzamos un proceso de definición política que nosotras llamamos “la socialización de la maternidad”.
Cada una de nosotras comenzó buscando a su propio hijo o hija desaparecidos. Pero lentamente, comenzamos a sentirnos madres de todos los desaparecidos, asumiendo como propios los miles que habían caído en las calles, en las montañas, en las selvas, combatiendo o alfabetizando.
De a poco nos fuimos despojando en la Plaza de Mayo de la foto de nuestro hijo o hija particular, para llevar el rostro de cualquier otro hijo. Después fuimos sacando el nombre y las fechas de desaparición de cada uno de ellos de nuestro pañuelo. Finalmente, bordamos en esos pañuelos blancos que nos identifican, la consigna “Aparición con vida”.
Teníamos ya nueve años de lucha, cuando dimos un salto político e ideológico y comenzamos a identificar a nuestros hijos con el marxismo y la revolución. Luego de que varias Madres abandonaron nuestra Asociación, comprendimos que debíamos reivindicarlos como militantes revolucionarios. Fue un gran paso adelante. La mayor parte de las Madres decíamos, hasta ese momento: “Mi hijo no hizo nada”. Muchas creíamos que habían caído en manos de la dictadura por figurar en la “agenda de un terrorista”.
Fuimos fortaleciendo nuestra convicción de que no hubo víctimas “inocentes” de la dictadura. Nuestros hijos fueron todos culpables de querer con todas las fuerzas un país sin explotadores ni explotados, infinitamente más justo.
Al principio temíamos reconocerlos como revolucionarios en forma pública. Algunas madres, incluso hoy, lo siguen negando. Muchas decidieron marcharse de nuestra organización.
Sin embargo, nuestro salto ideológico y político más significativo ocurrió cuando decidimos no sólo reconocer a nuestros hijos como revolucionarios, sino levantar sus mismas banderas y continuar su lucha.Fuimos increíblemente ingenuas en esos primeros años, en aquellas peregrinaciones ante la Justicia, la Iglesia, las embajadas, los ministerios.
Nuestra organización tiene ya 25 años de lucha. Esos años son absolutamente nuestros, desde el primer día hasta el último. Intentamos mantener durante estos largos años una línea consecuente y sin renunciamientos. Nunca faltamos a la verdad ni limitamos nuestro discurso y nuestra acción por campañas electorales, candidaturas políticas u oportunismo mediático.
Muchas veces caminamos solas e incomprendidas por la mayoría de los intelectuales y pensadores “progresistas”. Coherentes con nuestra exigencia de justicia sin ocultamientos, decidimos no apoyar la Conadep, sino exigir una comisión bicameral que comprometiese a la totalidad de las fuerzas políticas. Denunciamos la hipocresía del Juicio a las Juntas. Rechazamos la exhumación de cadáveres para evitar que nuestros hijos sean considerados muertos, víctimas de un delito que proscribe, y no desaparecidos víctimas de un genocidio motivado en las necesidades políticas de la burguesía local y el imperialismo. Nos opusimos con todas nuestras fuerzas a la ley de reparación económica, porque jamás aceptaremos plata del Estado que hizo desaparecer a nuestros hijos.
Por estas posiciones duras y radicalizadas, nos ganamos todo el odio de los socialdemócratas que buscan desprestigiarnos para silenciar nuestra lucha. Los “moderados” continúan defendiendo el sistema, presentando de tanto en tanto ilusiones electorales, candidatos de caras lindas y jueces de sentencias impactantes pero inútiles.
Nuestra historia es un permanente recorrido. Nunca quisimos dejar como legado de nuestro accionar un museo, ni el nombre en una calle, ni una placa en el patio de un ministerio. Jamás pedimos a las autoridades políticas un reconocimiento oficial a nuestra lucha. El sudor de nuestras pasiones es todo para el pueblo, nuestro pueblo. Nuestra herencia deberán recogerla las nuevas generaciones que sigan sumando sus esfuerzos por la liberación. Los hombres y mujeres que comprendan nuestro recorrido, no se dejarán confundir por quienes tergiversan nuestra historia, y jamás recurrirán al enemigo ante la urgencia de la muerte o el hambre. Ellos redoblarán sus esfuerzos para acabar con él, como nosotras lo hemos comprendido.
En virtud de este cometido, nuestra Asociación decidió hace algunos años emprender la construcción de espacios políticos para que la juventud se comprometa ideológicamente. Aprendimos que sólo la lucha política podrá liberar al pueblo de las cadenas que todavía atan su destino al mezquino interés de sus verdugos.
Al tiempo que participamos de los piquetes y luchas populares, mientras nos movilizamos contra la prepotencia de los poderosos, abrimos una Librería y Café Literario y enseguida una Universidad Popular.
Las Madres queremos estimular a la juventud al estudio, a la preparación en cuadros políticos, al amor por el saber y a la hermosa quimera de poner lo mejor de nosotros al servicio de los que sufren.
Nuestro camino de infinito amor a nuestros hijos, nos hizo revolucionarias. En la proyección y desarrollo de este maravilloso sueño se consumen nuestras horas más felices y nuestros sentimientos más solidarios.
EE.UU., enemigo de todos los pueblos
En nuestro largo camino aprendimos que cualquier intento de liberación por parte de los pueblos tropieza con la burguesía. Los intelectuales le dicen “lucha de clases”. Las Madres lo fuimos aprendiendo: la clase de los pobres que trabajan y no tienen nada, contra la clase de los ricos que explotan y tienen el poder. En la Argentina, la burguesía está ligada ysostenida por el imperialismo norteamericano. El imperialismo usa a los estados nacionales para imponer su sistema: el hambre para cientos de millones de personas, y la infinita riqueza para unos pocos.
Nuestro pueblo lo supo a través de la dictadura militar y la deuda externa. Lo mismo padecieron todos los pueblos latinoamericanos. Las diferentes administraciones norteamericanas, demócratas o republicanas, promovieron continuas intervenciones militares, políticas, económicas, a fin de garantizar la continuidad del sistema capitalista. Durante la década del ´60 y ´70, el imperialismo norteamericano sembró dictaduras militares en todo el continente a fin de contener, mediante el terrorismo de Estado, los procesos revolucionarios en América latina.
El gobierno norteamericano había instruido militarmente a los ejércitos locales en métodos de contrainsurgencia: los golpes en el vientre, el submarino seco, la picana, la desaparición. Ellos formaron a nuestras fuerzas armadas y de seguridad en las mil formas de torturar y asesinar a nuestro pueblo.
Querían destruir la resistencia popular para imponer el plan económico que ahora llega a su etapa máxima de desarrollo: desocupación extrema, miseria generalizada y un vaciamiento ético, moral, cultural y político.
Antes, sin embargo, también habían cometido similares tropelías con su cuota de sangre y destrucción. A veces siguiendo propósitos expansionistas, otras de conveniencia económica, en todos los casos no se apartaron de la perversa lógica capitalista. Durante el siglo veinte, el estado norteamericano intervino militarmente en nuestros países: Filipinas y Haití en 1898 y 1915; Puerto Rico desde 1898 hasta la actualidad; Honduras con la United Fruit; el Plan Colombia y el brutal bloqueo económico al pueblo de la revolución cubana. Hay tantos más etcéteras como olvidos por parte de la socialdemocracia en los medios de (in)comunicación.
El Estado terrorista norteamericano necesita consenso. El estado más poderoso de la tierra no podría someter a continentes enteros sin un discurso que lo legitime. Por eso nos atacan. Por eso algunos de los periodistas más “creíbles” presentan una y otra vez variantes políticas moderadas de la misma dominación capitalista. Por eso los medios de comunicación hacen la diferencia entre los “piqueteros buenos” que cortan la ruta “a medias” y los “piqueteros malos” que se cubren el rostro con un pañuelo y usan palos.
Las Madres aprendimos, allá por 1986, cuando por primera vez viajamos a Cuba, que nuestro deber era participar de todas las luchas que en el mundo se libran contra el poder imperialista norteamericano.
En nuestro recorrido de 25 años de lucha y aprendizaje, llevamos nuestro pañuelo a los pueblos de Uruguay, al Perú del MRTA, a Irak, a Yugoslavia en plena guerra, a Israel, a los campamentos de refugiados Palestinos; vivimos en los campamentos de los Sin Tierra de Brasil y compartimos la Selva de Chiapas con los Zapatistas; dimos nuestro testimonio en Venezuela, en Puerto Rico, en toda Europa, Australia y Canadá; con los campesinos paraguayos, los presos políticos de Chile, los rebeldes de Ecuador... tantos lugares en el mundo donde llevamos la voz de nuestros 30.000 hijos desaparecidos.
Las Madres queremos comprobarnos revolucionarias sintiendo como propia en nuestro corazón cualquier injusticia cometida contra cualquier persona en cualquier lugar del mundo.
Las Madres de Plaza de Mayo llevando cada vez más altas las banderas de lucha y sueños revolucionarios de nuestros hijos.
Este año, convocamos a todos a nuestra Marcha de la Resistencia en Plaza de Mayo, el 11 y 12 de diciembre. Las Madres marcharemos bajo la consigna del “No pago de la deuda externa”, como único camino para terminar con el hambre.
Por Horacio Verbitsky.
Revolucionaria es la verdad
La señora de Bonafini dice que este diario intentó mostrarla como cómplice del gobierno de los Estados Unidos durante la dictadura, que fue difamada y tergiversada. Nada más falso. Vamos a repetir un párrafo de aquella nota, que lo demuestra: “Nada de lo que hasta aquí se ha escrito implica crítica alguna a la señora de Bonafini por su permanente y estrecha relación con la embajada de los Estados Unidos en aquellos años. ¿A quién podía recurrir en su búsqueda desesperada, ella y las demás mujeres que, sin experiencia ni formación política, debieron salir a la calle para enfrentar a una dictadura promovida, apoyada o consentida por el poder económico, los partidos políticos de derecha a izquierda, la Iglesia y los mayores medios de comunicación?”, decía. Lejos de tergiversar o difamar, informaba sobre hechos que no tienen nada de vergonzoso pero que la señora de Bonafini preferiría borrar de su historia, tal vez porque no los considera a la altura del grandioso personaje que se ha construido.
La carta también reseña algunas cuestiones que dividieron al movimiento por los derechos humanos. De un lado, está la señora de Bonafini y su grupo, que se declaran revolucionarios y ridiculizan al resto como reformistas, moderados, socialdemócratas, progresistas, arrepentidos o defensores del sistema, que en lugar de hacer la revolución se dedican a interferir en su camino, servir a la burguesía y al imperialismo. Del otro lado, se alinean los demás organismos de derechos humanos, los periodistas e intelectuales que los acompañan. Apoyaron las investigaciones de la Conadep, que documentó la extensión y las modalidades del accionar del Estado Terrorista, incluyendo un relevamiento de los campos clandestinos de concentración y sus operadores. Aportaron documentos y testimonios para el juicio a las juntas militares, en el que fueron condenados cinco ex comandantes, luego indultados. Con sus constantes denuncias al Congreso han frustrado muchos intentos de las Fuerzas Armadas y el Poder Ejecutivo por ascender a alguno de aquellos secuestradores, torturadores o asesinos. Han recogido testimonios de algunos de los verdugos, coincidentes con los relatos de las víctimas, cuya difusión acabó con cualquier intento por negar los hechos y condujo al primer reconocimiento oficial castrense sobre la barbarie que habían cometido. Han denunciado al Estado argentino ante los organismos interamericanos y lo han obligado a reconocer su responsabilidad en aquellos crímenes, por la que se pagan reparaciones económicas. Han recuperado a 70 chicos secuestrados, enviado a la cárcel a muchos de sus apropiadores y conseguido el arresto de Videla, Massera & Cía. Han promovido los juicios por la verdad, que en las principales ciudades del país movilizaron a la sociedad, no sólo por el conocimiento sino también por el castigo. De hecho, en sus audiencias se obtuvieron pruebas que luego sirvieron para abrir causas penales y detener a algunos de los peores monstruos, como el ex jefe de policía Miguel Etchecolatz. Han impulsado los juicios en España, Italia, Francia, Alemania, Suecia, Estados Unidos, que impiden a los asesinos salir del país. Han propiciado la derogación en el Congreso y la nulidad ante la Justicia de las leyes de punto final y obediencia debida, en lo que la carta minimiza como “sentencias impactantes pero inútiles” (sic). Mediante las exhumaciones de cadáveres han obtenido pruebas que servirán para obtener condenas, ya que los crímenes de lesa humanidad tampoco prescriben. Han denunciado ante la justicia al actual jefe del Ejército por su participación en una masacre de detenidos cuando era funcionario de la dictadura en el Chaco. Han pedido al gobierno de los Estados Unidos que desclasifique documentos sobre aquellos años, cuyo arribo al país hace ostensible la soledad en que han quedado los guerreros sucios de la dictadura, abandonados hasta por el gobierno de Bush. Investigan y denuncian el gatillo fácil policial y la criminalización de la protesta social, integran junto a otras organizaciones sociales un frente contra la pobreza. Para la señora de Bonafini nada de esto vale nada, no es revolucionario como Saddam, Milosevic, las FARC o la ETA.
Hace muchos años que se inventa una realidad a la medida de su fantasía y cuando algún molesto hecho interfiere, lo remueve con insultos. Sería más cómodo dejar pasar, permitir que cada exabrupto se agote en el círculo de sus adherentes. Analizarlos, refutarlos, poner a la vista sus incongruencias es un acto doloroso de respeto por lo que ella fue y por los jóvenes que se le acercan, con reverencia por el mito. En el movimiento por los derechos humanos, la de la verdad no es una cuestión menor, porque la falsificación o la mentira no edifican un mundo mejor, son más de lo mismo que se dice abominar. Revolucionaria es la verdad.