EL PAíS • SUBNOTA › FUERTE ALZA DE PRECIOS DE ALIMENTOS POR ESPECULACIóN
› Por Cledis Candelaresi
Comprar hoy un kilo de carne es en algún punto similar a conseguir una botella de bebida alcohólica en la medianoche de un día de semana: el consumidor ansioso la paga bastante más que en situaciones normales. En términos estadísticos, los consultores privados que hacen seguimientos de precios aseguran que la mitad de los aproximadamente 5 puntos estimados para la inflación de alimentos del mes de marzo, podrían explicarse por la escasez que impuso el paro y, por consiguiente, esas subas deberían revertirse en la medida que se normalice el abastecimiento. Nada garantiza, sin embargo, que no haya un efecto residual y que el lockout no haya dado un envión adicional a la inflación.
Que una docena de huevos se haya catapultado a 8 pesos, el kilo de pechuga a 14 el kilo o el de peceto a 27 son dislates que en gran medida se explican por los problemas de abastecimiento, originados en una punta, y una demanda que convalida esos valores, en la otra. Algo semejante a lo que ocurre con los productos frutihortícolas, cuyo valor trepa rápidamente si la cantidad de mercadería en condiciones de ser vendida se reduce, sea porque se pierde una cosecha o porque se pudren cargamentos debido a los problemas en la entrega.
Sobre esta base, la buena noticia es que cuando el flujo de mercaderías sea el normal, muchos de esos valores deberían retrotraerse, quizás, al nivel que tenían en febrero pasado. El dato menos auspicioso es que esa deseable normalización no sería automática. Y, peor aún, que en muchos casos podría no haber retroceso: muchos precios se estacionarían en la cúspide que alcanzaron durante la crisis. Según el especialista Roberto Dvoskin, esto es especialmente factible en aquellos artículos que pueden stockearse (leche larga vida, vinos o tomate en lata, gaseosas, entre otros ejemplos) y cuyas subas de algún modo resultaron avaladas por los compradores ávidos, que pagaron lo que se les pidió. La clave para ese posible residuo en los precios, sería que esta escasez coyuntural se dio en una situación de crecimiento económico, con cierta recomposición del salario real y por consiguiente, en un momento de alza en la demanda de bienes básicos.
“¿Por qué deberían los fabricantes y comerciantes bajar los precios que los consumidores estuvieron dispuestos a pagar, en particular en aquellos sectores de oferta concentrada?”, se pregunta Dvoskin, criticando ese comportamiento especulativo. Otro dato insoslayable es que los incrementos promovidos por el lockout agropecuario se dan en un escenario de precios acelerados desde hace varios meses. Carrera que los controles instrumentados desde la secretaría que comanda Guillermo Moreno no consiguieron contener.
Para marzo, la consultora de Miguel Bein calcula una inflación que oscilaría entre 4,5 y 5,0 puntos para el rubro de alimentos y bebidas, de los cuales 2,5 podrían explicarse por las góndolas raleadas. Faltan algunos productos y, los sustitutos, también suben de precio, según la dinámica habitual de formación de precios. De ser estrictamente así, esos incrementos tendrían que compensarse con bajas en abril, siempre sobre el supuesto de que las rutas se despejan totalmente. Aún sobre ese supuesto, la esperable baja en los precios no será automática.
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