Jueves, 31 de julio de 2008 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Guillermo Greco *
Massa, Cheppi, Aerolíneas, movilidad jubilatoria, salario mínimo; pareciera ser que el Gobierno va saliendo del marasmo en que lo sumió el voto de Cobos. La oposición siempre apuntó a banalizar el conflicto por las retenciones. Semejante conmoción, se dijo, fue producto del estilo político de los Kirchner: soberbia, polarización, falta de diálogo, necesidad de hacer caja, etc. Eso fue todo. Ellos, que se envolvían en la bandera nacional, no reconocían que la pelea era por el reparto de la torta. Pero el gran diario argentino del sábado 19 de julio informó que los ruralistas se quedaron con 1250 millones de dólares y que se estima que el Gobierno deberá postergar un aumento a los jubilados, y se plantean dudas sobre la suba del mínimo no imponible de Ganancias. Pero hubo algo más. No fueron golpistas pero sí destituyentes. Si los ruralistas fueran la patria misma nos privan de ser argentinos a todos los que tenemos intereses diferentes de los que tienen ellos y, lo que es peor, pretenden quitarle la argentinidad al mismísimo gobierno nacional. Y lo dijeron con todas las letras: quienes votaran por la posición del Gobierno deberían ser acusados de traición a la patria. Hasta se animaron a amenazar: ¡los traidores a la patria deberían desaparecer!
Los ruralistas nunca quisieron negociar, siempre pidieron la anulación de la Resolución 125. Querían la rendición incondicional del Gobierno. Lo tenía muy claro la Presidenta cuando recordó el fatídico “la casa está en orden” del principio del fin del alfonsinismo. La retención a las exportaciones es una medida de la que ningún gobierno se puede privar, pero, hay que decirlo, la Resolución 125 fue un fenomenal error político. Hay múltiples indicios de que el Gobierno lo sabía: la renuncia de Lousteau, las compensaciones, el reconocimiento de que habían subestimado la capacidad de respuesta de los ruralistas, la justificación de cómo se iba a gastar lo recaudado; lo sabía pero no acertó con la respuesta adecuada y quedó atrapado entre una causa justa devaluada por un error propio y un adversario que no daba ni pedía clemencia. Ya sabemos el resultado de la contienda: el Gobierno a ellos no los gobierna. Si los distintos sectores sociales lograran el mismo privilegio ya no habría gobierno nacional. Y eso es destituyente.
El Gobierno contribuyó a la conformación de una amplia coalición opositora en la que ahora se cobija la clase media. D’Elía y Moreno han sido los mejores convocantes a los cacerolazos. También equivocó las alianzas. Ayer Chacho Alvarez, hoy el kirchnerismo se empeñaron en reflotar a un radicalismo que se hundía por sus propias incapacidades y que, como se ha visto, paga siempre con la misma moneda. El voto negativo transformó al vicepresidente en opositor al gobierno al que pertenece, será héroe o traidor pero ya nunca más radical K, todo cambió, ya nada es lo que era antes. Es que votar es un acto y los actos se miden por sus consecuencias, no por las razones con las que se pretende justificarlos. Es sabido, el camino al infierno está sembrado de buenas intenciones.
Solá y Reutemann votaron en defensa de sus intereses ruralistas. ¿Qué defendió Cobos? El lo dijo: la tranquilidad de su conciencia y de su familia. La banalización del conflicto apunta a ocultar que la oposición no tiene idea de qué es el bien común. Es diferente el caso de Proyecto Sur. Creo que ni sospechan cuán grave fue lo ocurrido en el Senado.
Claudio Lozano también hizo eje en el estilo político del Gobierno y concluyó: ¡Kirchner conduce el justicialismo de los ’90! Es obvio que el justicialismo no es el guardián de la virtud, pero no se pueden ignorar ni las modificaciones que se introdujeron en la Corte Suprema ni la política en materia de derechos humanos. Hay cuestiones que no se pueden pasar por alto tan irresponsablemente.
El voto de Cobos le dio una victoria parcial a un intento de desplegar un modelo agroexportador que, seguramente, hará crecer el producto bruto y en el cual los pequeños productores de la Federación Agraria podrán convivir tranquilamente con los pools de siembra. Pero, ¿cuánto empleo generará? ¿Cuántos argentinos sobran en ese granero del mundo? Cuando De Angelis nos dijo que el lomo se debería vender a 80 pesos el kilo, nos anticipó cuál es el futuro con el que sueñan los ruralistas: el mercado interno de alimentos y energía deberá regirse por los precios internacionales, y los que no tengan ingresos suficientes para acceder a esos consumos, que les pidan ayuda a Caritas o a Miguens por medio de Castells. Además, quedaremos sujetos a los cambios de precios de los alimentos en el mercado internacional, sobre los que no tendremos ninguna incidencia, o a las variaciones climáticas o la devaluación del dólar que, como es sabido, se define en otras latitudes. En el sueño ruralista la clase media siempre escupe para arriba.
Pero todavía estamos a tiempo. Hoy los ruralistas pueden anular una medida de gobierno, pero no están en condiciones de imponer su programa al conjunto de la sociedad. Sin embargo, hay riesgos de que el impulso destituyente llegue a impactar sobre la investidura presidencial aun cuando no haya posibilidades de golpe de Estado. El Gobierno está debilitado, la oposición anida en su interior y Buzzi nos recuerda que el conflicto no terminó. Ellos van por todo. Es posible que las elecciones legislativas del próximo año sean definitorias.
* Psiconanalista, participante del espacio Carta Abierta.
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