EL PAíS • SUBNOTA › FINAL DE FIESTA CON FITO Y FUEGOS ARTIFICIALES
Fito Páez dio un recital para la historia. A las dos, el cierre fue con un imponente show de láser y fuegos de artificio.
› Por Karina Micheletto
“La gente en la calle, qué hermosa. Esto no me lo voy a olvidar nunca en la vida.” La frase, lanzada por Fito Páez en lo que fue el cierre del recital más multitudinario que se haya realizado jamás en la Argentina, debe haber sido repetida, de millones de formas, por los millones que se lanzaron al festejo durante cinco días que, sí, fueron históricos. Unas seis millones de personas, según información de Policía Federal, de las cuales más de dos estuvieron en la jornada final del martes pasado. Una fiesta que superó las expectativas de los organizadores más optimistas y que, más allá del despliegue de las propuestas, tuvo lo más destacado en esos millones de protagonistas.
El impacto artístico del cierre estuvo dado por el impresionante desfile con el que Fuerza Bruta mostró los doscientos años de historia. Entre el despliegue y el cuidado de cada detalle –las megapuestas, las acrobacias, las músicas en vivo, las actuaciones de miles– se hacía difícil elegir dónde centrar la atención. Sobre la medianoche, sin embargo, una vez que Fuerza Bruta terminó de hacerse paso –no sin cierta dificultad– entre la multitud de la 9 de Julio, hubo un punto focal en el que dos millones de personas centraron su energía: el gran cierre con el que fue bendecido en la grilla artística Fito Páez, precedido por la murga uruguaya Agarrate Catalina.
Fue un concierto redimensionado por el marco excepcional de un público que, visto desde el escenario, era una marea sin fin, desde la avenida Corrientes hasta pasando Belgrano, encajonado a los costados por los edificios de la 9 de Julio, desbordando en las calles laterales y sobresaliendo en cada elevación que proveyera el paisaje. Fito Páez asumió su rol cargado de una batería de grandes éxitos, todas esas canciones que trascendieron el tiempo. Recorrió “El chico de la tapa”, “11 y 6”, “Circo Beat”, “A rodar”, “Dar es dar”, “Tumbas de la gloria”, “Te vi”. Y deslizó un guiño cuando cambió la letra de “El diablo de tu corazón”: “Las cosas ya empezaron a estar mejor”, cantó. “Estamos muy felices de sentir que empezamos a pertenecer”, dijo también en una parte de su actuación.
Fito tocó en un piano pintado por su hijo Martín y tuvo dos chicas como invitadas: Fabiana Cantilo y Claudia Puyó, que cumplió con el pedido del anfitrión: “Dale nena, ponelos culo para arriba”, en los coros de “El amor después del amor”. También estuvo Juanse, de Los Ratones Paranoicos, que en una versión Pomelo de la vida real tiró la guitarra a lo rock star, erró, la estrelló contra el piso y se quedó haciendo morisquetas frente a la multitud. Pablo Milanés, como invitado en “Yo vengo a ofrecer mi corazón”, dejó una versión única de ese himno.
Sobre las dos de la mañana, inmediatamente antes de los fuegos artificiales, el Himno Nacional, coreado como en la cancha, pero por un par de millones, marcó el punto final del festejo. Sobre el escenario, Fito Páez invitó a un coro formado por su banda, sus invitados, más Jaime Torres, Kevin Johansen, Diego Frenkel, Rodolfo García, Emilio del Güercio, Hugo Varela, Guillermo Fernández, Ariel Prat, Marcelo Moura, Federica Pais, Andrea Pietra, Juan Leyrado y Patricio Contreras, entre otros músicos y actores, y también por el secretario de Cultura, Jorge Coscia. Pero lo verdaderamente importante ocurrió debajo del escenario, en la inolvidable postal de la multitud coreando, gritando, aplaudiendo, vivando el Himno. Después sobrevino un monumental show de fuegos artificiales, con rayos láser y tango de fondo.
Hubo otro himno que quedará en el recuerdo de los que estuvieron en la 9 de Julio y que no se vio por la tele. La noche anterior, Susana Rinadi cantó sobre la transmisión desde el Valle de la Luna, en un momento que también hizo propio la multitud. Y hubo, también, otras postales poderosas en la última jornada. La reacción que provocaba el cuadro de las Malvinas en el desfile de Fuerza Bruta, cuando los soldados caían, levantando una cruz a sus espaldas, el grito espontáneo –“el que no salta es un inglés”–. El cuadro de las Madres y sus pañuelos de luz; el impacto de la Constitución en llamas, que golpeaba también con el olor a quemado. La alegría desatada en el final del desfile, con el público cerrando la última carroza a pleno baile.
Atrás quedaron los cinco días con 140 shows, 1200 artistas en los escenarios con folklore, tango, rock, música latinoamericana, 15.000 personas en los desfiles, entre otros grandes números del evento del Bicentenario. El dato principal, claro, el que todavía se está festejando en Presidencia, es el de los seis millones que se lanzaron a recorrer el paseo. Gente que hizo de éste un evento histórico. Gente en la calle, hermosa.
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