Jueves, 2 de diciembre de 2010 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Modesto Emilio Guerrero *
Aunque el tema central de la Cumbre Iberoamericana en Mar del Plata, esta semana, será la política pública en los sistemas educativos de la región y sus relaciones múltiples con los modelos de desarrollo, sería ingenuo creer que eso es lo que le quita el sueño a Madrid y a Washington. Para el presidente Piñera y los gobiernos del “cordón del Pacífico” (Chile, Perú, Colombia, Panamá, Costa Rica y México), la cosa es más seria.
El anterior cónclave en Santiago de Chile en 2007 se recuerda por el grito del rey de España a Chávez mandándolo a callar. Esta vez, aunque el rey no venga y nadie se atreva a gritarle al intempestivo bolivariano, el real interés de la reunión es avanzar sobre las tendencias autonomizantes en la región.
Para Estados Unidos lo que está ocurriendo en América latina y el Caribe es incompatible con la sustentabilidad de su dominación. Lo mismo vale para Madrid, segundo inversor global en estas tierras. Aunque no todos los gobiernos cuestionan esa dominación en sus raíces ni tienen una vocación anticapitalista, la suma de sus actuaciones es un mal ejemplo porque fisura las estructuras de control de nuestros Estados, economías y sociedades.
Nunca en 200 años América latina mostró las gigantescas reservas actuales de casi 200.000 millones de dólares, buena parte de ellas fuera del control del FMI y el Banco Mundial. Si esto es inaceptable, imaginemos el terrible escozor que causan organismos como Unasur, PetroCaribe, en especial el ALBA, actuando sin mediaciones imperiales directas.
Eso indujo al The Economist del 10 de septiembre de este año a editorializar que “América latina ya no es el patio trasero de nadie”, y a los republicanos de la Cámara baja a convocar los días 19 y 20 de noviembre a un encuentro de ultraderechistas de Venezuela, Ecuador, Bolivia, Colombia y Estados Unidos, con una agenda titulada “Peligro en los Andes: amenazas a la democracia, a los derechos humanos y a la seguridad interamericana”. Cinco días después, Wikileaks, reveló que las embajadas de Estados Unidos andan husmeando la rioplatense Casa Rosada y las de otros gobiernos poco andinos, como el de Guyana. Mes y medio antes, José María Aznar respiró el mismo humor en Buenos Aires el 15 de octubre, cuando lo trajo Mauricio Macri a otra congregación de derechosos radicales: “América latina no debe temer seguir avanzando por el camino de la recuperación de su frágil democracia en riesgo”.
Esto adquiere expresiones concretas. El Departamento de Estado anda activando los dispositivos de inteligencia necesarios a un solo objetivo: modificar la relación de fuerzas adversa en el continente. Empujarnos hacia el camino de Honduras, Panamá o Chile, para salir del de Venezuela, Ecuador y Bolivia.
Intentar aislar a Chávez en la región o averiguar si Cristina está en sus cabales son asuntos distintos, pero convergen en una misma necesidad geopolítica para Washington.
Allí radica la relevancia relativa de la cumbre reciente de la Unión de Naciones de Suramérica (Unasur) realizada en la República Cooperativa de Guyana el 25 de noviembre. Su nuevo Protocolo Democrático sirve para contrarrestar las presiones y sigilos conspirativos y diplomáticos de España y Estados Unidos. Eso la diferencia de la Carta Democrática de la OEA.
Lo nuevo dentro de esta dinámica sinuosa de movimientos y tendencias contradictorias lo ejercita Piñera, figura rutilante del “cordón del Pacífico”... al calor de los abrazos y besos en los pasillos de la diplomacia.
El presidente chileno contó en una larga entrevista del canal internacional NTN (22/11/10) que su gobierno alcanzó con los de Bogotá y Lima “acuerdos comerciales y políticos estratégicos para la región”. Y lo dijo bien claro: “Trabajamos por dos proyectos distintos, el de Chávez y Morales, y el de nosotros, que avanza por el libre comercio y la democracia en la región”.
* Periodista y escritor venezolano.
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