Lunes, 22 de octubre de 2012 | Hoy
EL PAíS › UNA LUCHA EN FAMILIA
Por Ailín Bullentini
Las relaciones filiatorias se entrecruzan, combinan y potencian en el relato de Lorena Battistiol. Es nieta de María de Colayago, Abuela de Plaza de Mayo; hija de Juana Colayago y Egidio Battistiol, secuestrados durante la última dictadura militar, el 31 de agosto de 1977, y desde entonces desaparecidos; hermana de Flavia y de “él o ella”, el bebé que llegó en la panza de Juana al centro clandestino de detención que funcionó en Campo de Mayo, y que aún buscan. Hoy, Lorena también se definió como miembro de esa gran familia que gravita en torno de la lucha que las Abuelas iniciaron hace 35 años. “Estamos todos juntos los nietos que recuperaron su identidad, los hermanos que buscan y los que ya encontraron. Somos uno, somos hijos de una misma madre que es Abuelas. Fuimos educados en su lucha”, menciona con la dificultad de quien debe explicar un vínculo natural, que existió desde siempre aunque no haya sido así.
–Pareciera que los lazos, de sangre o no, se refuerzan en contextos de lucha...
–Nosotros estamos muy compenetrados con la búsqueda que iniciaron las Abuelas, nos da demasiada alegría cuando aparece un nieto nuevo y nos ponemos muy tristes cuando se muere alguna Abuela que no encontró al bebé que estuvo buscando desde hace tanto tiempo... El otro día, en el juicio de Campo de Mayo, el marido de Cata (Catalina de Sanctis Ovando, una nieta que no abandonó más la sede central del organismo desde que recuperó su identidad) decía: “Yo las veo que se juntan, que se miran y en esa mirada encuentran cosas en común, se ríen de las mismas pavadas, de los mismos chistes, aunque sean personas que pasaron 34 años de sus vidas sin conocerse”. Eso es totalmente cierto y, a la vez, increíble: Todos venimos de lugares diferentes, de historias distintas, pero si nos ves en una mesa compartir un asado parece que somos realmente todos hijos de la misma madre. Esa madre es Abuelas de Plaza de Mayo. Estamos educados en la forma en la que ellas lucharon.
–¿Cómo entienden esa lucha y de qué manera se suman?
–La base de la forma de buscar de las Abuelas es el amor. Nosotras, todos nosotros, todos los que buscamos, partimos desde ahí. Ya queremos a nuestros hermanos sin conocerlos, sin saber cómo van a ser, y respetamos muchísimo el no salir a decir barbaridades. Siempre estamos del lado de la Justicia y del de la paciencia. Sabemos que el encuentro va a llegar en algún momento. Por ahí será fácil, por ahí difícil. Pero sabemos que tenemos que esperar y esperar. También partimos desde la comprensión de que no es fácil lo que ellos pudieron haber vivido y que nosotros, por suerte, pudimos crecer sabiendo la verdad. Mi hermana o hermano se va a enterar el día que decida acercarse o el día en que lo encontremos por medio de la Justicia.
Lorena y Flavia se comprometieron decididamente con el trabajo de Abuelas –ella se dedica al área de administración de la institución; su hermana colabora con el archivo– en 2000, cuando su abuela materna decidió dejar de asistir a las asambleas. “Le hacía bien estar acompañada y juntarse con mujeres que habían pasado por lo mismo, pero en un momento eso le empezó a provocar mucha tristeza y decidió no ir más. Ahí tomamos la posta con mi hermana”, rememoró, sin dejar de otorgar un lugar primordial en la historia de su vida al pañuelo blanco de la “abuela Negra”. Entonces inició su participación activa, aunque siempre supo que la búsqueda de su hermano o hermana y la del resto de los nietos que todavía faltan era la misma.
–¿Cuál considerás que es el lugar que los jóvenes que, como ustedes, están ligados a Abuelas, tienen en el presente de la historia de esa institución y en su futuro?
–Hoy es de acompañamiento. A ellas les cuesta que las empecemos a reemplazar. No quieren dejar, no se quieren quedar sentadas. Estela (Estela de Carlotto, la presidenta) tiene que hacer un reposo, un descanso, y ni siquiera se lo permite. La actividad constante es lo que las mantiene vivas. La idea nuestra, de los que trabajamos con ellas, es respetar su lugar. Siempre que haya una Abuela, tendrá ella en esta historia el lugar más importante. Pero sabemos que el día de mañana, cuando no nos quede ni una viva, tendremos que ser nosotros el sostén de la institución. Eso lo tenemos muy claro. Sabemos que ya se hizo mucho, que se trabajó mucho, que hay un largo camino recorrido que debemos cuidar y tenemos que pensar millones de maneras más para seguir incentivando a los chicos y chicas con dudas a que se acerquen a Abuelas. El día que nos falten vamos a estar preparados para poder sostener la búsqueda y la institución que tanto les costó a ellas armar, poner en funcionamiento. Para eso, además, trabajamos día a día, para conocerla en profundidad.
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