Jueves, 24 de enero de 2013 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Oscar Laborde *
El Imperio Británico comenzó su desa-rrollo en el siglo XVI y tuvo su momento de apogeo entre los años 1815 y 1914. Allí expandió su dominio a protectorados, colonias y territorios que llegaron a comprender en las primeras décadas del siglo XX a 485 millones de personas. Este escenario político se consolidó de la mano del comercio, la colonización y la conquista, que en muchos casos significó el aniquilamiento de pueblos originarios en distintos lugares del planeta, una red de intereses tejida en varios continentes y el sometimiento de naciones enteras.
Es necesario recordar que países como Estados Unidos, Canadá, India, Nueva Zelanda, Australia, Egipto, Nigeria, Sudáfrica, Chipre, Malta, Jamaica, Belice o Guyana tienen su origen en ese proceso. Es muy importante analizar los distintos comportamientos que a través de los años ha tenido el Imperio Británico con respecto a las poblaciones, pues nunca utilizó un solo criterio para ocupar un país o una zona, lo hizo siempre en función a intereses. Mientras en Africa se diezmaron etnias enteras, en la Isla Diego García, en el océano Indico, se expulsó en 1966 a toda su población nativa para asentar una base militar estadounidense –lo que les permite a sus actuales ocupantes contar con plataforma para sus bombarderos–, hasta los casos en que trasplanta pobladores británicos, como en las Malvinas.
Terminada la Segunda Guerra Mundial, comienza a producirse con mayor fuerza el desmembramiento de su poderío territorial, con el avance de los movimientos de liberación, surgiendo así numerosos países en los distintos continentes, pero persistiendo enclaves coloniales, como el del Gibraltar reclamado por España y de nuestras islas. Vale recordar que desde ellas se monitorea el Atlántico Sur, el paso a la Antártida y todos los recursos naturales que devienen de ello.
En diciembre de 1960, la ONU aprueba la Resolución 1514, que establece que “todo el intento encaminado a quebrantar total o parcialmente la unidad nacional y la integridad territorial de un país, es incompatible con los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas”. Incluye a las Islas Malvinas en los territorios a descolonizar y por lo tanto entreabre la puerta para las negociaciones bilaterales entre la Argentina y el Reino Unido. Así se llega a la Resolución 2065 de 1965, que establece textualmente: “Invita a los gobiernos de la Argentina y del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte a proseguir sin demora las negociaciones recomendadas por el Comité Especial encargado de examinar la situación con respecto a la aplicación de la Declaración sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales a fin de encontrar una solución pacífica al problema, teniendo debidamente en cuenta las disposiciones y los objetivos de la Carta de las Naciones Unidas y de la Resolución 1514 de la Asamblea General, así como los intereses de la población de las Islas Malvinas (Falkland Islands)”. Reconocida por parte de la ONU la situación colonial de Malvinas, esta última disposición pide que se tengan en cuenta los “intereses”, no los “deseos”, de sus actuales habitantes, en razón precisamente de ser una población implantada, no originaria, fruto de una estrategia de invasión y colonización del lugar; por lo tanto no cabe hablar de autodeterminación de los mismos.
Esta es la falacia y la hipocresía de los ingleses, que además se apropian de una manera descarada de lo que fueron las luchas de pueblos y organizaciones originarias de decenas de países por su independencia, trocándola con su política imperial, para llamar a un referéndum entre los kelpers para que definan el status político en el que pretenden vivir.
La política de Néstor y Cristina Kirchner transformó el escenario internacional sobre el tema, que era de un repetido reclamo; en un camino para recuperar nuestras islas, aislando políticamente en cada foro al gobierno británico y exponiéndolo frente a cada bravuconada o movilización que su aparato militar realiza. La apuesta por la paz y el respeto a las resoluciones de las Naciones Unidas han fortificado el reclamo argentino y conseguido el apoyo de casi todas las naciones del mundo. Ya no queda, ni dentro ni fuera de Argentina, lugar para los tibios, los cipayos, los aduladores de una Europa que ha colapsado, cuando se habla de Malvinas. Este es un logro concreto de la política implementada en estos nueve años de gestión.
* Dirigente del Frente Transversal y presidente del Centro de Estudios del Sur.
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