EL PAíS › POR QUE NO QUIERE ECONOMIA UN ACUERDO A TRES AÑOS AHORA
“Esperaremos a que se caiga Brasil”
Por Julio Nudler
“Todo está muy lindo con Köhler, pero la semana próxima vendrán los técnicos del Fondo con el discurso de siempre.” Tal el balance que una fuente del equipo de Roberto Lavagna confió anoche a Página/12. Lo concreto es, además, que mientras el director gerente del FMI insistió en negociar un acuerdo a tres años, que denomina de mediano plazo, Economía no quiere aventurarse tanto, prefiriendo un programa que dure hasta Navidad o, a lo sumo, el próximo invierno. La principal razón se llama Brasil, que hoy tiene cautivado al establishment financiero pero que, según piensan acá, se hundirá en problemas insalvables con la actual fiebre ortodoxa del presidente Lula. La táctica es simple: a la Argentina le conviene conversar de un acuerdo duradero después y no antes de que Brasil se caiga.
En números, esto significa que hoy, cuando los brasileños se pusieron como objetivo un superávit fiscal primario de 4,25 por ciento del PBI, medio punto por encima de su meta comprometida con el Fondo, éste le exigiría a la Argentina una hazaña parecida. “Si firmáramos eso –dicen las fuentes–, nos quedaríamos pegados a esa cifra después de que los brasileños se den cuenta de que no pueden sostenerse.” Lo cierto es que la gente de Lavagna está bastante molesta con la sobreactuación ortodoxa del vecino.
Más allá de que toman con pinzas las palabras de Horst Köhler, la línea que bajó durante sus dos jornadas porteñas las cayó bien. Tanto que en su reunión con empresarios y banqueros quedó a la izquierda de dirigentes como Martín Blaquier (privatizadas) o Luis Pagani (AEA) al mencionarles que fue testigo del enojo de los argentinos con unos y otros, porque fugaron al extranjero los frutos y las rentas del crecimiento. Köhler dijo que le reprocharon el famoso blindaje del Fondo al gobierno de la Alianza, porque la plata de esa ayuda se evaporó al exterior, y quedó la deuda. Señaló incluso que la Argentina bascula pendularmente entre extremos: o puro Estado, o puro mercado, con lo que el teutón se distanció de los libremercadistas a ultranza.
En la misma reunión de anteayer, Blaquier (Camuzzi Gas), ofuscado por la demora en aumentar las tarifas, no estaba de humor para soportar que Paolo Rocca (Techint), que posee Transportadora de Gas del Norte, pero también huevos en varias otras canastas, como la siderúrgica, se mostrara tan dispuesto a no quejarse de las pérdidas que el retraso tarifario le ocasionó a TGN. “Sí, muy bien, pero ustedes les cortaron el gas a los ingenios tucumanos”, le echó en cara Blaquier ante un Köhler algo atónito.
El argumento con que Economía esquiva asumir un compromiso de superávit fiscal que supere el listón del 3 por ciento –del cual se quedaría muy cerca este año a nivel consolidado– es que podría cancelar la reactivación, hundiendo al país en una espiral deflacionaria. “El problema no es el superávit, sino para qué quieren que lo usemos –puntualizan–. Si fuese para pagar deuda con jubilados o docentes no sería recesivo. Pero ellos pretenden que se aplique enteramente a la deuda externa, con lo que estaríamos afectando severamente la demanda agregada.”
Köhler admitió en la rueda de prensa de ayer, apelando a una sutileza idiomática, que la reactivación se ha “moderado” en los últimos meses (Lavagna, sentado a su lado, no lo desdijo). Pero hizo pie en ese hecho para publicitar las reformas necesarias para asegurar el tránsito del veranito al crecimiento sostenido. Esto, a nivel de los cuadros técnicos, querrá decir que volverán a plantear obsesiones como la anulación del Pacto de San José de Flores, por los privilegios que le garantiza al Bapro. “¡Y tendremos que pasarnos un día entero discutiendo una vez más sobre el Banco Provincia!”, se fastidia un hombre del equipo lavagnista. Para el Banco Central, no es que la reactivación se haya desacelerado ni moderado: prefieren decir que se “normalizó”. En lugar de considerar que el segundo trimestre trajo un enfriamiento, sostienen que el primero fue demasiado caliente, y que como la demanda de dinero sigue firme, esto les permite flexibilizar la política monetaria (emisión), compensando el carácter contractivo de una estrategia fiscal cuyo objetivo es el superávit. Algo así le dijeron a Köhler y sus acompañantes, que siempre privilegiarán que el Estado ahorre, porque de ese ahorro cobran ellos.