Dom 24.02.2002

EL PAíS • SUBNOTA  › POR LEON ROZICHTNER *

El lugar de la resistencia

Para poder pensar las asambleas barriales en lo que éstas tienen de contenido novedoso, debemos previamente diferenciar la etapa histórica del tránsito del capitalismo keynesiano al neoliberalismo destructivo que estamos viviendo. Si ustedes quieren, pensar el lugar donde se organiza el poder de resistencia que ha pasado de las fábricas a los barrios.
¿Cómo entender esta transformación? Antes, en la época del capitalismo productivo, podía pensarse, como lo hacía Marx, que el lugar donde se elaboraba el enfrentamiento radical entre las clases explotadas era la fábrica y el sindicato. La fábrica era el lugar donde se producía un nuevo colectivo al reunir en ella a los obreros para extraer su plusvalía. El sistema capitalista, con la paralización de las fábricas, era atacado en su propio fundamento que impedía, con las huelgas y la organización obrera, su funcionamiento.
Ahora, en cambio, cuando las transformaciones del capital financiero han alcanzado a dominar a las naciones y apoderarse de todo su sistema productivo y de sus servicios, el campo de la expropiación se ha extendido hasta abarcar todas los aspectos de la vida cotidiana: su poder ha penetrado disolviendo las relaciones sociales, dispersando a la gente, haciendo que los intereses personales se conviertan en antagónicos con el poder social colectivo: ya la fábrica ha dejado de ser el único lugar donde el poder social de resistencia se engendra. El campo de expropiación se ha extendido desde la fábrica a la sociedad entera.
Ya no es sólo la clase trabajadora industrial la que puede detener el funcionamiento de esta máquina social que se ha convertido en infernal: es la sociedad toda la que está construyendo en su propio interior el único poder que la globalización requiere para enfrentarla: globalizar la resistencia dándole al vacío financiero mortífero el lleno de vida humana que le resiste. Ya no se trata sólo de que las fábricas se detengan, sino impedir que el país todo, convertido en una inmensa unidad productiva, dé renta, funcione, hasta tanto no se realicen los fines que la sociedad demanda. Los piqueteros que cortan rutas, los caceroleros que han invadido las calles señalan el comienzo de una nueva estrategia.
Las asambleas barriales son la puesta en acto de este movimiento que desde los barrios reconstituyen la unidad del tejido social para volver a encontrar las fuentes del poder político y de la soberanía que reside en ellos. La globalización disolvente de las geografías y de los cuerpos encuentra su exacta respuesta cuando se construye un poder colectivo nuevo desde el grano menudo de la materialidad social. Y desde la particularidad de cada barrio, conservando toda su riqueza, crear ese poder inédito que se extienda y que conglomere a toda la geografía patria en una situación histórica en la cual se está jugando nuestra supervivencia.

* Filósofo y ensayista. Autor de La cosa y la cruz y de Mi buenos Aires querido junto a Ricardo Piglia. En la actualidad está escribiendo sobre racionalismo y cristianismo.

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