EL PAíS
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Por Horacio Verbitsky
La semana pasada un mensaje electrónico titulado “La coima del siglo” se distribuyó a miles de destinatarios. Una persona que decía llamarse Constanza Larguía y cuyo documento de identidad figuraba al pie, decía que había sido despedida del programa de televisión “Telenoche Investiga”. Esto habría sucedido luego de que ella y otros dos productores descubrieran que a cambio de la pesificación de las deudas de las mayores empresas con el sistema financiero, funcionarios del gobierno nacional habían reclamado, yobtenido, un pago de 500 millones de dólares en efectivo de los grandes empresarios para la “caja política”. El texto identificaba a los funcionarios y las sumas que cada uno habría cobrado y al productor general del programa, quien habría felicitado a los investigadores, días antes de que sus contratos fueran rescindidos por razones presupuestarias. Culminaba con una nota dramática: “Todos los integrantes del equipo recibimos llamados telefónicos en los cuales nos advertían que debíamos olvidarnos de todo. Tenemos miedo y yo, personalmente, estoy pensando en irme del país. Sin embargo, creo que esto es algo que todos los argentinos deberían saber, para que algún día podamos tener un país más honesto”.
Impresionante, pero falso. El nombre existe y el número de documento es el suyo. Pero Constanza Larguía no es periodista ni trabajó nunca en “Telenoche”. Es una diseñadora y es cierto que está asustada. Pero no por sus alegados descubrimientos, sino debido a la usurpación de su identidad para este operativo. Hace tiempo circulan también otros mensajes electrónicos con informaciones falsas acerca de dirigentes políticos que cobrarían jubilaciones de privilegio en dólares y estarían a salvo del corralito y otros con datos inventados sobre casas en España e Italia que poseerían algunos intendentes radicales. Esta vez, el operativo de Acción Sicológica se dirigió al gobierno justicialista.
Operación Triunfo
Un rastreo permitió establecer que entre las fuentes que comenzaron la divulgación del infundio hubo al menos dos miembros de la promoción 99 del Ejército. Pero no resultó posible identificarlos porque uno de los receptores, que los conoce, prefirió guardar reserva de sus nombres. Esa Promoción egresó del Colegio Militar en 1968 y sus integrantes que aún quedan en actividad son ahora generales recién ascendidos o coroneles antiguos. Entre sus miembros en situación de retiro hay un número llamativo de oficiales que fueron denunciados por su actuación en los campos clandestinos de concentración de la dictadura militar o los alzamientos carapintada, o que tienen una vasta experiencia en Acción Sicológica y desinformación.
Al mismo tiempo, está en elaboración una película documental titulada “Operación Triunfo. El Chat. Sala 2”. Quien organiza su producción, Ramón Armando Herrador, se identifica como presidente del Círculo de Suboficiales de la Marina, asistido en el rubro Seguridad por Jorge Oscar Crippa. Según la ficha técnica, el documental, cuyo guión comenzó a escribirse en enero, durará 30 minutos y será subtitulado en inglés y francés. La Sinopsis afirma que el documental recogerá el “sentimiento como ciudadano y no como militar” del ex coronel Mohamed Alí Seineldín, destituido luego de acaudillar la última sublevación, hace doce años, a quien se atribuye un “proyecto social, económico y político”. La fantasiosa correspondencia entre los organizadores de la producción y el ex comando afirman que la filmación en Campo de Mayo, donde Seineldín cumple una condena a prisión perpetua, se realizará con cámaras ocultas en lapiceras. El documental mostrará “la miseria, el desgaste, la pérdida de valores, la impotencia, la corrupción, el asesinato de una sociedad, el abandono, el desarraigo, la ignominia”.
Uno de los compañeros de Seineldín en los alzamientos de 1989 y 1990 fue el ex oficial de Prefectura Raúl Horacio Ramón de Sagastizábal, quien comandaba el grupo Albatros y desde 1990 vive exiliado en el Uruguay. Carteles anaranjados firmados El Vasco, ilustrados con la foto de Sagastizábal, fueron pegados en el último mes en distintas partes de la Capital. Su texto declara el “final sin grandeza de la clase política, que nos llevó al borde de la inviabilidad como país” frente a lo cual “el pueblo debe asumir la soberanía”. La solución que propone es “cambiar elsistema, fundar una república de trabajadores. Proponemos la revocación del mandato, la abolición de los fueros, el nombramiento de jueces aprobados por consulta popular, la reforma del sistema de partidos para que el ciudadano elija a quien quiera, y el recurso de amparo del ciudadano contra el gobernante”. Este pliego podría leerse sin escándalo en cualquiera de las asambleas populares que todas las semanas se realizan en los barrios de la capital y el conurbano, salvo que sus integrantes supieran que De Sagastizábal es el líder espiritual del partido neonazi Nuevo Orden Social Patriótico, cuyo jefe es el skinhead Alejandro Franze. Los Nospistas viajan con regularidad al Uruguay, donde se reúnen con De Sagastizábal y el sacerdote Moisés Jardín. También tienen contactos con el hombre fuerte de Venezuela, el comandante Hugo Chávez, jefe golpista en 1992 y presidente constitucional jaqueado por el golpismo militar hoy. Durante una de las citaciones judiciales, Franze y sus chicos le hicieron el aguante en Comodoro Py al ex dictador Emilio Massera.
Con escandalosa ligereza, el presidente del insignificante partido Demócrata Cristiano de la Capital, Carlos Traboulsi, presentó el email falso atribuido a Constanza Larguía al fiscal Guillermo Montenegro, invocando la obligación de denunciar un posible hecho delictivo y la necesidad de determinar la veracidad del hecho o impedir “la expansión de la ola de rumores”. Si no hubiera querido amplificar un fraude peligroso le hubiera bastado buscar el teléfono de Constanza Larguía y consultarla. La renovación política que la sociedad exige es factible. Pero un gran cuidado es necesario para no caer en las trampas de quienes procuran conducir la desazón popular hacia una involución autoritaria, protagonizada por personajes como Seineldín, Sagastizábal o Franze.