EL PAíS › LAS DISCUSIONES QUE DESATA LA NOVEDAD
Pros y contras del sistema
Por Nora Veiras
“Uno se siente cohibido, no estás solo como en el cuarto oscuro sino que estás mirando –en realidad te están mirando– a las autoridades de la mesa y si te trabás, viene el asistente técnico para ayudarte... Con todo esto el voto deja de ser secreto, que lo digan entonces”, comenta molesta Emma. Guillermo Lamadrid, el gerente general de Indra que recién logró relajarse a las siete de la tarde cuando el escrutinio ya era un hecho y él terminó de recorrer escuelas, observó que “a la gente no le gustó votar en presencia de otros. Es como que uno pierde privacidad. En la Argentina, cosa que no sucede en otros países, estamos acostumbrados a estar solos en el cuartito”.
Durante diez días, las máquinas se instalaron en supermercados, escuelas y distintos puntos de la ciudad para que la gente se familiarizara con el uso. El simulacro sirvió, pero algunos no pudieron superar el pánico frente a la tecnología. Paralizados, transpirando ante la pantalla, sólo querían terminar rápido con la tortura y en el apuro poco les importaba a quién votar.
En aquellas máquinas en las que no había impresoras, la desconfianza aumentaba. “¿A dónde va mi voto?”, repetían al salir con las manos vacías del concurrido cuarto oscuro. “Mirá lo que pasó en Estados Unidos en la elección entre George Bush y Al Gore, donde hubo fraude porque no hubo control del voto electrónico. Mirá lo que le está pasando al mundo por no usar impresora”, exageraba un dirigente radical que viajó a Ushuaia entusiasmado con la nueva tecnología, pero temeroso por las “fallas”. A raíz de esa elección, en Estados Unidos se desató un gran debate en tornoal tipo de tecnología a utilizar. El registro electrónico del voto, a través del ingreso de un código como en Brasil o tocando las opciones en pantalla como ayer en Ushuaia, frente a la lectura electrónica del voto mediante scaners que leen el voto en papel dentro del sobre, son las dos tecnologías en disputa. Para muchos, con el scaner se elimina la desconfianza, pero para otros eso implica mantener un sistema paralelo: el voto en papel que se escruta en forma electrónica.
El alto costo del equipamiento es otro de los temas en debate. Pero se eliminan otras etapas como la impresión de boletas y la distribución de urnas. La logística de organización también cambia: son necesarios más asistentes informáticos que policías que custodien el traslado de las urnas electrónicas. La tendencia en los países desarrollados es alquilar los equipos, no como en Brasil que fabricó 400 mil máquinas, o Venezuela que compró 7 mil.
Entre los beneficios irrefutables aparece la rapidez en la votación –una vez que la gente se habitúa– y en el conteo de votos. La limitación de las posibilidades del fraude es otra de las ventajas. Garramuño describe, sin tapujos, qué prácticas habituales se pueden eliminar: “Se corta el voto cadena, ese que va armado y se le entrega al siguiente, se corta la posibilidad de controlar la compra de votos: acá hemos tenido elecciones en las que al abrir la urna se encontraban algunas boletas dobladas en forma de barquito, otras con la punta doblada de una determinada manera, y el fiscal de partido comprobaba así si ‘sus muchachos’ habían cumplido con su palabra. Si no era así, les cortaban la ayuda, los planes de trabajo, los contratos. Además, para aplicar el voto de preferencia, es fantástico porque por el sistema manual el escrutinio se hace muy complicado”. El juez electoral recordó que en el ‘95, cuando se usó el sistema de tachas, estuvieron quince días contando votos con impugnaciones cruzadas porque una mínima variación podía cambiar quién entraba.