SOCIEDAD
La Justicia es más lenta cuando el sospechoso es alguien de uniforme
Damián murió hace seis meses en un colectivo, víctima de una bala que habría sido disparada por un miembro de Prefectura que aún sigue en libertad. El reclamo de la familia llegó hasta el Presidente.
Por Carlos Rodríguez
Damián Rosende tenía 18 años, estaba haciendo el CBC de la Universidad de Buenos Aires para seguir la carrera de Ciencias Políticas y tocaba el bajo en una banda de rock que se llamaba Viejos Soñadores. La muerte lo sorprendió joven mientras dormía, cerca de las 6 de la mañana, dos asientos detrás del chofer de un colectivo de la línea 159, en Dock Sud. Ni se enteró que dos jóvenes, uno de ellos con el arma en la mano, subieron al micro para intentar robarles el dinero a los pasajeros. Todo parece indicar que no fueron los ladrones los que mataron al chico Rosende. Varios testigos afirman que los únicos que dispararon fueron dos de los viajeros, el agente de la Policía Federal Maximiliano Salto, de 20 años, y el ayudante principal de la Prefectura Naval Bernardino Luque, de 47. Una pericia balística dijo enfáticamente que la bala mortal salió de la Browning 9 milímetros que empuñaba el ayudante Luque, que no obstante sigue en libertad cumpliendo funciones en el Edificio Guardacostas.
“A mi hijo lo asesinaron el 11 de abril y a más de seis meses de lo ocurrido, la persona que lo mató todavía está libre.” Liliana Norma Cerviño es la mamá de Damián y se ha dirigido por carta al presidente Néstor Kirchner para ponerlo al corriente del estado de una causa que tramita en el Juzgado de Garantías a cargo de Javier Maffucci Moore, con intervención de la fiscal Graciela Rivero. La fiscal, en diálogo telefónico con Página/12, fue muy prudente al referirse al caso y, a pesar de confirmar la existencia de la pericia balística, aclaró que había pedido “otras medidas de prueba” que la llevarían “esta semana o la próxima” a una definición que dijo “no poder adelantar”.
A priori, la responsabilidad del ayudante Luque parece tan clara como que la línea 159, en la que viajaba Rosende, cumple un recorrido que va desde el Camino General Belgrano, en el partido de Quilmes, hasta el Correo Central. El intento de robo seguido de muerte se produjo a las 5.35 del 11 de abril, cuando en el colectivo iban el chofer y ocho pasajeros, entre ellos el joven asesinado, quien iba dormido, apoyado sobre el vidrio de la ventana, dos asientos detrás del conductor.
A la altura del Acceso Sudeste, en Dock Sud, subieron dos ladrones, uno de los cuales, exhibiendo un arma, se paró cerca del chofer. El otro se dirigió hacia el fondo, mientras simulaba tener un revólver entre sus ropas y anunciaba: “Están todos robados”, dando a entender que se trataba de un asalto. Cuatro pasajeros dijeron que no vieron disparar a los ladrones y que sí lo hicieron el agente Salto y el ayudante Luque, quienes iban vestidos de civil.
Al observar el movimiento de los dos ladrones, los dos miembros de las fuerzas de seguridad sacaron sus armas 9 milímetros casi al mismo tiempo y dispararon. Los dos estaban sentados a la derecha, en el lado opuesto al del conductor, y en diagonal respecto de la ubicación en que se encontraba Rosende, que siguió dormido y murió sin saber que fue el eje de un trágico episodio policial. Después de los disparos –los testigos escucharon al menos cuatro–, los dos ladrones se largaron del colectivo y los dos agentes de seguridad no intentaron seguirlos para detenerlos.
El chofer, al advertir que había un herido, siguió viaje hasta el hospital Argerich, en el barrio porteño de La Boca, donde los médicos comprobaron que Rosende había fallecido. Lo atendieron en la vereda, ni siquiera llegó a entrar al hospital. La bala entró por el pómulo derecho. La trayectoria del proyectil, según la autopsia, fue “de derecha a izquierda, de adelante a atrás y ligeramente de arriba a abajo”.
La primera y más grande certeza la dio el hallazgo, dentro de la gorra de lana gris que llevaba puesta la víctima, de un proyectil “con la adherencia de dos cabellos y sustancia de aspecto hemático”. Era la bala que había atravesado el cráneo y que fue hallada por personal de la comisaría 24ª, de la Capital Federal, la primera que intervino, hasta que la causa pasó a la Justicia de Lomas de Zamora. El informe pericial, producido el mismo 11 de abril, dice a las claras que “dos proyectilesblindados como el fragmento descamisado de proyectil fueron disparados por la pistola automática (...) perteneciente al personal de Prefectura”.
La bala mortal fue disparada por la Browning calibre 9 milímetros número 05-70653, perteneciente a la Prefectura y que empuñaba Luque, que tenía en el cargador cartuchos del mismo calibre con la inscripción PMC 9MM LUGER. Los proyectiles se diferenciaban claramente de los CBC 9MM LUGER disparados por el agente de la Federal Maximiliano Salto. En la causa se manejó una segunda hipótesis, a partir de la detención de G.R., un joven de 16 años que en la misma fecha fue atendido de una herida de bala en la pierna derecha. Se pensó que podría haber sido uno de los ladrones, aunque él aseguró que fue víctima de un asalto.
Hasta ahora, no hay datos fehacientes que indiquen que G. R. haya intervenido en los hechos que terminaron con la vida de Rosende. Por lo demás, ninguno de los testigos dijo haber visto disparar a los ladrones y en la causa no hay constancia alguna de que se hayan encontrado en el interior del micro vainas servidas o plomos que no fueran los que correspondían a las 9 milímetros que usaron los dos miembros de las fuerzas de seguridad.
Héctor Tatarsky, abogado de la familia Rosende, le dijo a este diario que como la fiscal Rivero no les tomó todavía declaración, como testigos, al agente Salto y al ayudante Luque, es evidente que “existe la posibilidad de una acusación contra alguno de ellos y por eso no les puede tomar declaración testimonial, bajo juramento de decir verdad”. Todo indica que Luque está sumamente comprometido, pero a más de seis meses del crimen no se ha tomado una medida “que parece cantada y necesaria”, insistió la mamá de Damián Rosende.