EL PAíS › POR QUE RAUL GODOY

Del silencio de los ’90 al sí, sí, señores de hoy

 Por Adriana Meyer

Ocurrió el año pasado, durante el acto de fin de curso en un jardín de infantes de Neuquén. “De la fábrica nos van a sacar con las patas para adelante”, gritó un nenito con su gorra puesta al revés, como usa Raúl Godoy. La representación escolar imitó la resistencia de los trabajadores ceramistas ante la última amenaza de desalojo, en abril. Godoy explica que no hubiera sido posible sostener la toma de la fábrica sin el apoyo de la comunidad neuquina.
El 7 de marzo de 2002, mientras preparaban los hornos, la banda Bersuit Vergarabat fue a Neuquén a tocar gratis en un festival que organizaron los ceramistas. “Teníamos una deuda con la comunidad y sobre todo con la juventud que nos apoyaba”, dice el dirigente. Y recordó que los obreros terminaron ovacionados arriba del escenario cantando “Se viene el estallido”. Ahora en esa ciudad, en las marchas, los cortes de ruta o cualquier manifestación suele escucharse el cantito: “Sí, sí señores, soy ceramista, sí, sí señores, de corazón, con los obreros y las mujeres, allá en el parque, son dueños de Zanon”.
Raúl Godoy es el “Pájaro” para sus compañeros de militancia, y la “Bruja” para los de la fábrica. Tiene 37 años, dos hijas, y es el secretario general del Sindicato de Obreros y Empleados Ceramistas de Neuquén (Soecn), pero adentro de la fábrica no tiene ningún cargo. Es operario de cargadora. Junto a sus tres hermanos se crió con su abuelo mecánico y su madre, una obrera de la fruta.
La planta, ubicada en el Parque Industrial, resulta imponente tras acceder por unas escaleras y un túnel, como si se entrara a una cancha de fútbol. Son 70 mil metros cuadrados, dos hornos de porcellanato, y otros cinco que producen unos 10 mil metros cuadrados diarios de cerámicos, lo suficiente para ponerles piso y revestimiento a 150 casas. Por las tardes se puede encontrar a Godoy en la oficina de prensa, una sala tipo pecera con ventanales que dan a los patios, redactando algún comunicado para los medios. Sus compañeros de militancia lo definen por la honestidad y sobre todo por la paciencia, sin la cual no hubiera podido permanecer callado adentro de la fábrica durante los duros años ‘90. “Llega primero y se va último”, grafican.
Hebe de Bonafini entregó su pañuelo blanco a Fidel Castro, al subcomandante Marcos y también a Raúl Godoy.

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