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Rosa y Lola, una historia

Rosa y Lola fueron compañeras en la escuela primaria en Moisés Ville, en Santa Fe. Ambas hicieron el secundario en Rosario y allí también se veían, aunque con menos frecuencia. De a poco, se fueron alejando. En Buenos Aires y durante la última dictadura Lola vio el nombre de Rosa en una solicitada en la que se pedía por los desaparecidos y así supo que como a su hija Raquel, a la hija de Rosa –Patricia– también la habían secuestrado. Poco tiempo después, en una marcha en la Plaza de Mayo, Lola vio a una nena que intentaba subirse a la estatua de Belgrano. La ayudó y le preguntó con quién estaba. La nena era la nieta de Rosa, Mariana. Así se reencontraron en la plaza reclamando por sus hijas desaparecidas. Rosa, además, por su nieto, que recuperó hace poco. Ahora, las dos rememoran una fiesta rosarina organizada por la Facultad de Farmacia. “Ahí conocimos a quien después fue el futuro marido de Lola”, dice Rosa. “Te dejé porque tenía a mi novio. No te llevé más el apunte”, agrega, con culpa, Lola. Hoy, después de muchos años, están juntas, todavía pidiendo justicia.

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