EL PAíS › OPINION
¿Retornará el menemismo?
Ernesto López (*)
Los adalides de la ominosa Argentina de los últimos 12 años procurarán seguir siendo, con encono, lo que son y siempre han sido. Nos lo han transmitido, una y otra vez, con palabras y comportamientos. Entre ellos sobresale Carlos Menem. Impertérrito y furcioso, reitera como un autómata gestos y actitudes de sus archiconocidos libreto y personaje: farándula, autoelogio y siniestras banalidades (dolarización y banca off shore). Nada parece arredrarlo. Ni los escraches locales o internacionales, ni el zafarrancho de Santiago del Estero, ni el 80 por ciento de rechazo que le cantan las encuestas. Y, también como siempre, parece dispuesto a todo. Me cuesta creer que el utopista berreta responsable de imponer un modelo de serpentina y corrupción presuntamente primermundista, que terminó sembrando el país de indigentes, regrese al poder. Que la fenomenal conexión entre delito y política –recuérdense, de una lista interminable, los casos de IBM/Banco Nación, armas, Aduana paralela, mafia del oro, Yomagate, diputrucho, leche podrida, Somisa, pista de Anillaco, o los resultados de la investigación llevada adelante por el Senado norteamericano– vuelva a pasearse por los pasillos de la Casa Rosada. Que no se pueda señalar con precisión a los autores de los delitos o incluso atribuir responsabilidades penales, no significa que no hayan existido. Sin la participación de empinados funcionarios gubernamentales, prácticamente ninguno podría haberse consumado.
Sería sencillamente dramático un retorno del menemismo. Nos encaminaríamos hacia un lamentable “destino sudamericano” semejante al de ese trágico Narciso Laprida –”cuya voz proclamó la independencia de estas rudas provincias”– reflejado por Borges con estremecedora belleza, en su célebre Poema Conjetural. Creo, sin embargo, que Argentina tiene valorables antecedentes de redefinición y/o recomposición de su sistema político a partir de densos y removedores hechos de protesta y movilización social: el ‘90, con la tumultuosa Revolución del Parque, el ‘45 con su 17 de octubre, el ‘69 con su emblemático, pero no único Cordobazo. Me parece que los sucesos de diciembre de 2001 y los que le siguieron en 2002 son de aquella clase: conmocionantes, revulsivos, probablemente refundantes. Creo, por lo mismo, que aunque nada vendrá sin esfuerzo y sacrificio, existen posibilidades ciertas de que las cosas cambien en el plano político. Pese a toda la incertidumbre y a todas las dificultades que se visualizan hoy, y a los flujos y reflujos que son esperables en situaciones como éstas.
(*) Sociólogo