EL PAíS • SUBNOTA › LUCIA DE CARLOS
› Por Marta Dillon
Tiene los ojos celestes y tan abiertos que parecen pozos de agua. En el pelo, el color tiene un diseño que se muestra y se esconde, como si algo de la niña quisiera guardarse en la melena larga y lacia y algo de la rebeldía se ocupara de teñir los mechones fucsia. Es su primer Encuentro de Mujeres y aun cuando ya terminó la primera ronda de debates el asombro le dura: “Nunca había visto mujeres lesbianas gritando que son lesbianas y luchando por sus derechos. Tampoco había visto a las trabajadoras sexuales marchando. Es raro, es emocionante, es distinto a lo que me había imaginado”. Lucía De Carlos es estudiante de Derecho y vive en Río Cuarto, viajó hasta la capital de su provincia con una amiga que ya cumplió tres años en esto de viajar y sumarse a otras para poner la voz y el cuerpo en la calle. Se decidió después de entender que como estudiante “el machismo se ve todo el tiempo, nunca falta el profesor soberbio que te dice que te quedes a lavar los platos o que sólo vas a la facultad para encontrar marido”. Tuvo una sola reserva a la hora de viajar: “De aborto no quiero hablar ni quiero escuchar. Al menos no acá, porque ya sé que es imposible. Tengo mi posición tomada, por supuesto, creo que debería asegurarse el aborto no punible en todos los casos de violación y más allá de eso, más allá no sé, cada una hace lo que puede”. Lucía, con sus 24 años y su pertenencia a una familia de mujeres –madres, abuela, hermana–, se reivindica feminista “y no hembrista, como me dijo una vez un novio cuando lo acusé de machista; como si sólo se pudiera pensar en esos términos antagónicos”. Participó del taller “Impunidad y Derechos Vulnerados. Represión” y tuvo que acostumbrar el oído y la sensibilidad para poder asistir a la suma de testimonios en primera persona que se escucharon en la ronda. “Fui casi una espectadora, porque nunca fui víctima de represión pero vi de cerca el dolor de las familiares y me ayudaron a entender que hay un problema estructural, de fondo, en la formación de las todas las fuerzas armadas. Se habló mucho también de lo que significa la ‘portación de cara’ como riesgo y si una es mujer, las cosas pueden agravarse, como siempre”. ¿Cómo siempre? “Cualquier mujer postmodernista sabe íntimamente que no hay igualdad de género en ninguna parte del mundo y eso se traduce en vulnerabilidad en muchos casos, aunque a veces pase desapercibida, escondida en un chiste machista”, dice Lucía, segura de que éste no será su único Encuentro.
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