EL PAíS • SUBNOTA › NATIVIDAD OBESO
› Por Marta Dillon
Natividad Obeso habla tan rápido que cuesta capturar sus palabras. Ella es peruana, pero hace una década que está refugiada en Argentina. En Perú era una pequeña empresaria que un día decidió presentarse como candidata a la intendencia de su pueblo hasta que tuvo que migrar por razones políticas. “Allá tenía cuatro empleadas, acá la empleada era yo, la que limpiaba, la que me ensuciaba en casas ajenas. Pero no me quejo, es sólo que lleva tiempo acostumbrarse y saber de qué se trata el desarraigo.” No hay pena en su voz, al contrario, está entusiasmada: este es el segundo año desde que entre la larga lista de temas a tratar en el Encuentro Nacional de Mujeres se incorporó la problemática de las migrantes y refugiadas y ahora son muchas más, casi el doble de las que participaron en Jujuy. “Se ha visibilizado el tema, tal vez porque con la crisis de 2001 mucha gente de aquí tuvo que migrar y ahora que vuelven entienden de qué se trata. Tal vez porque con esa misma crisis quienes venían de Bolivia, de Perú, de Paraguay empezaron a preocuparse por quedar aisladas, porque dejó de ser fácil traer a los hijos o dejó de estar cerca el sueño de volver. Hoy ser migrante no es tan vergonzoso aunque nos sigan discriminando, porque las universidades argentinas están llenas de hermanos latinoamericanos.” Y ahí no se acaba su entusiasmo, ella es de las primeras que empezaron a cruzar las problemáticas propias de las mujeres con la realidad de estar lejos del lugar de origen: “Porque una mujer que sufre violencia y no tiene familia en quién confiar, no tiene redes para poder alejarse de la violencia sufre el doble”. Por eso desde su agrupación de Mujeres Migrantes y Refugiadas peleó hasta convertir en un hecho esa red que puede sostener a otras: “Ahora tenemos un teléfono (0-800-777-1818), y del otro lado hay abogadas y psicólogas expertas en estos temas. Es un cambio radical”, insiste con la urgencia de quien quiere volver al círculo del que se alejó un instante para contar su historia. Ahí, en el taller de Mujeres y Migraciones, se escuchan las voces de quienes padecen esos términos peyorativos a los que no se acostumbran y se plantean una y otra vez las preguntas que devuelven los hijos criados entre aquí y allá: “Una señora decía que su nena no se sentía boliviana ni argentina y ella no sabe cómo explicar la identidad del desarraigo”. De eso se trata entonces, de poner las preguntas en común y hallar respuestas o no, pero saber que hay otras; y que esas otras pueden ser cercanas, las mismas, las que hacen red para conjurar el desamparo.
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