Mar 23.12.2008

ESPECIALES • SUBNOTA  › LA PRESENTACIóN DEL NUEVO LIBRO DE BERNARDO KLIKSBERG Y AMARTYA SEN

“Intentamos demostrar que el mundo puede ser diferente”

Primero la gente es un manifiesto para un mundo mejor y un diagnóstico de los problemas sociales de un continente. Ante la crisis internacional, Latinoamérica se ve ante la necesidad de usar políticas de inclusión, activas y alejadas del paradigma neoliberal.

› Por Bernardo Kliksberg

Primero la gente está escrito desde la denuncia sobre los escándalos éticos de nuestro siglo y nuestro continente, como la pobreza y la desigualdad, desde el análisis riguroso de sus causas y sobre todo desde la propuesta.

Intentamos con Amartya Sen demostrar que el mundo puede ser diferente, que la economía se puede manejar con otros criterios, mostramos muchos ejemplos concretos de cómo se está haciendo en diversos lugares del planeta y que es posible tener esperanzas, pero reclamamos que para ello hay que ¡actuar!

Revisemos brevemente la crisis, sus impactos en la América latina de hoy y las políticas posibles.

La crisis es muy grave. En Estados Unidos se perdieron en noviembre de 2008 533.000 puestos de trabajo, en octubre 320.000 y en septiembre 430.000. Esta es la mayor destrucción de fuentes de trabajo desde la crisis de 1930. Son dos millones de puestos de trabajo en lo que va de este año. Esto disparó la desocupación a 6,7 por ciento, el porcentaje más alto de los últimos años. Si le suman las personas que están subocupadas y los desalentados, que se retiraron del mercado porque no consiguen trabajo, la tasa es actualmente del 12,5 por ciento.

Una de cada diez personas que tiene una vivienda en los Estados Unidos por un crédito está actualmente en mora o está siendo ejecutado judicialmente. La ciudad de Nueva York alcanzó un triste record, el de gente que vive en las calles: son ya 50.000. Noviembre fue el peor mes de ventas de los comercios de Estados Unidos desde 1982.

La economía norteamericana representa la cuarta parte del producto bruto mundial, de manera que en un mundo globalizado todo esto tiene impacto en todo el planeta: desde el 13 por ciento de desocupación que tiene España, hasta la reducción del crecimiento de la economía china, que se pensaba que iba a ser el motor compensatorio y está afectada ya por la crisis. La situación de dificultades económicas severas ya afecta a todo el planeta a través de las múltiples conexiones de la economía americana con el resto del mundo.

¿Qué causó el desplome del sistema económico más poderoso del planeta? ¿Qué causó que de la noche a la mañana gran parte de la población de los Estados Unidos amaneciera con una situación personal con la que jamás hubiera soñado?

Las causas

Lo que pasó no tiene explicación en los textos de economía tradicional. Como lo señala el Premio Nobel de Economía Robert Stiglitz, el fundamentalismo de mercado ha muerto definitivamente como paradigma para explicar la realidad y para actuar sobre ella. No ha muerto desde el punto de vista de los intereses que lo defienden, pero sí en su validez explicativa.

Entre las causas centrales de la crisis se halla en primer lugar la desregulación salvaje de los mercados. La política pública dejó de proteger los intereses colectivos, desde el descenso del control en las patentes de medicamentos hasta desregular totalmente el mercado parafinanciero en Wall Street. Se alegó que era lo mejor que se podía hacer por la economía, para que las fuerzas del mercado actúen a plenitud total. Que había que suprimir los “estorbos” con que se trata de “interferir” el libre juego del mercado. El experimento ya se había hecho en la Argentina, en otra escala, pero en la misma dirección. Desestructuró la economía.

Segundo, se creó una situación de incentivos perversos, donde los actores principales de economías muy concentradas podían hacer lo que quisieran, ya que no había nadie que los regulara ni controlara. La codicia estuvo muy presente en esto, pero sola no lo explica: es una combinación de desregulación, codicia e impunidad. Por ejemplo, véase el caso de los especuladores de corto plazo (short sellers), que precipitaron la quiebra de Bear Stearns y de Lehman Brothers. ¿Qué hacían los short sellers? Iban a los fondos de inversión que compraban acciones para los de los jubilados, pensionados, universidades, etc. Les pedían prestadas las acciones pagando un alquiler. Inundaban el mercado de acciones para hacer bajar los valores de Lehman y Bear Stearns. Compraban las acciones muy baratas, las devolvían y se quedaban con las diferencias.

Están los que jugaron con el mercado de las hipotecas. Incitaron a los sectores de menores ingresos de la población a que se endeudaran con hipotecas baratas, pero que no eran baratas en la letra chica de los contratos. Allí había una serie de cláusulas financieras por las que si la casa no seguía subiendo de precio no iban a poder pagarla nunca. Agregaban las hipotecas creando subprimes, agregaban los subprimes, los vendían, nadie sabía lo que estaba comprando realmente. Pero no importaba, porque todos los intermediarios cobraban ganancia de corto plazo.

Estaban los que jugaron a los derivativos. Uno de los inversores más respetados, Warren Bu-ffet, había dicho ya seis años atrás: cuidado con los derivativos, señor presidente, son armas de destrucción financiera masiva. El juego especulativo en este campo fue por un monto seis veces el de las hipotecas basura.

Los jefes

En tercer lugar, detrás de la crisis estuvo la conducta de los CEOs de muchas de las grandes entidades del mundo parafinanciero norteamericano. El diario El País de España dice que actuaban como los “brahmanes” de la sociedad sin límites. Cuando el comité respectivo del Congreso de los Estados Unidos entrevistó al presidente de Lehman Brothers, su presidente Henry Waksman le preguntó cómo explicaba que habiendo llevado a la quiebra a una empresa de 168 años había cobrado en los últimos ocho años 500 millones de dólares y además se había cubierto en su contrato con una cláusula por la que si lo despedían debían pagarle más de 60 millones de dólares. “¡Esto no es juego limpio!”, le resaltó. El premio Pulitzer de periodismo Nicholas Kristoff escribió un artículo en el The New York Times sobre el caso titulado “17.000 dólares por hora. Trabajo se ofrece. No se necesita ser exitoso”. Ese era el ingreso de este CEO y de otros de sus colegas versus el sueldo mínimo de millones de trabajadores norteamericanos de 8,25 dólares por hora. Una distancia de 2000 a 1.

En otro episodio el Tesoro trató de impedir la quiebra de la mayor aseguradora y le otorgó 25 mil millones de dólares de apoyo. La prensa denunció que sus más altos ejecutivos hicieron un retiro “para festejarlo” en un hotel de lujo tres días, pagando 3 millones de dólares por la fiesta.

Recientemente, los presidentes de las tres empresas más grandes de automóviles fueron al Congreso a pedir un apoyo masivo. El Congreso les preguntó “cómo llegaron a Washington”. Contestaron que en sus jets privados. Los congresales les destacaron que ese viaje costaba 40.000 dólares y que si hubieran tomado un pasaje en clase business hubiera salido 800. Barack Obama dijo hace pocos días que quería salvar a la industria del automóvil por los 2,5 millones de empleos, pero había que cambiar no sólo el problema de la tecnología no competitiva, sino también los esquemas de compensaciones de los altos ejecutivos, tampoco competitivos con otras del mundo.

Junto a este tipo de conductas, se enrostra a diversos altos ejecutivos haber jugado a llevar sus empresas a situación de alto riesgo, porque estando sus ganancias vinculadas con las de las empresas, en la maximización del beneficio de corto plazo aumentaban sus ingresos.

Las ideas

Una cuarta causal de la crisis fue netamente ideológica. La legitimación de la desregulación a ultranza desde el fundamentalismo de mercado. El Congreso interpeló a uno de los iconos de esas posturas, Alan Greenspan, durante 19 años presidente de la Reserva Federal. Le preguntó cómo explicaba la crisis. Con toda honestidad, respondió: “Estoy en estado de shock, de estupor. Creía que en un sistema de libre mercado las empresas iban a defender los intereses de sus inversores y accionistas, y eso no ocurrió”. El diario The Los Angeles Times llamó a su actitud “el mea culpa de Greenspan” y comentó: “Los bancos no son edificios, son personas, las decisiones para comprar y vender billones de dólares de activos dudosos no fueron tomadas por bancos, sino por personas que trabajaban en ellos que buscaron su máximo provecho personal. No ver eso ha sido posible por ceguera ideológica”. Greenspan ejemplarmente hizo el mea culpa, pero en la Argentina no hay signos de autocríticas semejantes, por parte de algunos de sus entusiastas discípulos.

Todas estas causas y otras llevaron a que el mundo esté registrando la mayor crisis económica de los últimos 80 años. Los vacíos éticos en las políticas públicas, en la conducta de actores centrales del mercado y la ceguera ideológica causaron lo que causaron.

Se ha destruido el modo de vida de millones de personas de Estados Unidos y de todo el planeta. No es gratis cometer errores económicos de este orden, y los que se cometieron en la Argentina de los ’90. La falta de responsabilidad en el manejo de algo tan importante como son las políticas públicas y económicas y en la responsabilidad social de la empresa privada pueden significar diferencias brutales en la vida de los seres humanos. Particularmente en los más vulnerables. Las cifras indican un aumento sustancial del desempleo y la pobreza y un salto en el número de personas con hambre. El papa Benedicto XVI ha advertido en un documento clarificador reciente sobre el importante aumento en la brecha entre ricos y pobres que se está produciendo y ha exigido la necesidad de un nuevo código ético sobre lo económico y lo financiero.

El panorama

El año 2009 va a ser complicado para América latina. Cuenta a su favor con las buenas tasas de crecimiento de los últimos 5 años. Cuantos más bienes, mejor. También –y ello es muy importante– con el activo proceso democratizador en curso y la nueva generación de políticas públicas inclusivas, emprendidas vigorosamente por nuevos gobiernos de la región surgidos del impulso democratizador.

Pero los desafíos existentes son de gran magnitud. A fines del 2007 había 190 millones de pobres. Una mejora porcentual respecto de años anteriores, pero un 39 por ciento más en términos absolutos que en 1980, cuando eran 137 millones. Más de uno de cada tres latinoamericanos era pobre, 23.000 madres fallecían anualmente durante el embarazo o el parto por causas imputables a la pobreza y la falta de cobertura, 15 veces la tasa del Canadá. Treinta de cada 1000 niños morían antes de los 5 años por pobreza, frente a 3 en los países nórdicos. Uno de cada 4 jóvenes estaba fuera del sistema educativo y del mercado de trabajo.

Detrás de todo ello están las profundas desigualdades de una región con una dotación de recursos naturales privilegiada. El 10 por ciento más rico tenía 50 veces lo que el 10 por ciento más pobre, frente a 10 veces en España o 6 en Noruega. A pesar de que la región exportó en 2007 alimentos para tres veces su población, el 16 por ciento de los niños estaba desnutrido.

Los impactos de la crisis pueden agravar todos estos problemas. Así, el descenso en las remesas que mandan los inmigrantes latinoamericanos que trabajan en Estados Unidos y Europa, que es vital para 100 millones de personas, puede ser serio. También la caída del comercio mundial, de las inversiones y del turismo afectarán la actividad económica.

En esta crisis, América latina está en la encrucijada de si retorna a políticas de ajuste de corte ortodoxo como las de los ’80 y los ’90, con nuevas racionalizaciones, o si va a elegir hacer políticas contracíclicas activas. Más que nunca se necesita aumentar la inversión en salud, en educación, fortalecer las redes de protección social, defender cada puesto de trabajo, intensificar el apoyo a la pequeña y mediana empresa, gran creadora de empleos. Así, la propuesta no puede ser flexibilizar el mercado laboral, promoviendo, como sucedió en los ’80 y ’90, el trabajo en negro y el informal. Ya ocurrió y no funcionó.

Resulta ilustrativo el caso de Costa Rica, donde salud y educación son políticas de Estado, con grandes inversiones. En el 2008 redujo a la mitad la tasa de mortalidad materna, que ya era de las más bajas de toda América latina. El 95 por ciento de sus habitantes está protegido por el eficiente sistema de salud pública. En cuanto a educación, se cambió dos veces la Constitución en los últimos cinco años. La primera vez se estableció que los recursos para educación no podrían ser menores del 6 por ciento del producto bruto nacional (frente a 4,5 por ciento en promedio en América latina y varios países que invierten menos del 3). En la segunda reforma, muy reciente, se subió el porcentaje al 8. Contando con una mano de obra calificada y saludable, y con mucha mejor equidad, como la que surge de empoderar a toda la población en estas áreas, el país ha logrado ser el mayor productor de software de la región y uno de los países preferidos por el mundo desarrollado para outsourcing. Compite con calidad de población, inclusión y equidad.

Costa Rica optó por considerar lo social una política de Estado y de largo plazo.

Las tareas

Frente a la crisis, América latina debería reforzar su compromiso con lo social y no reducirlo o ser indiferente frente a los considerables impactos sociales que está produciendo.

Las políticas públicas deben asumir plenamente sus responsabilidades. Así proyectan hacerlo en Estados Unidos de acuerdo con los anuncios de su presidente electo. Obama ha subrayado, entre otros aspectos, que una de las causas de la crisis fue el deterioro severo de la equidad. Indicó que cuando mejor funcionó la productividad en Estados Unidos fue cuando los trabajadores tenían una participación mayor en los ingresos y que ella se vio seriamente afectada en los últimos años.

Se requieren amplias concertaciones sociales entre esa política pública revigorizada, responsabilidad social de la empresa privada y movilización solidaria de la sociedad civil.

Son muy estimulantes iniciativas como la que termina de adoptar Lula, lanzando el Plan “Tierra de Paz”, por el que la política pública llegará masivamente a una de las áreas con mayor criminalidad, las favelas de Río, pero no con policía o fuerzas armadas, sino con grandes programas, de educación, salud y trabajo, y con el entrenamiento de varios miles de madres pobres para ser agentes del programa. La criminalidad tiene por lo menos dos expresiones, una es el crimen organizado, desde el narcotráfico hasta el secuestro, y el tráfico de personas, al que la sociedad tiene que enfrentar con todo el peso de la ley y con una policía profesional, modernizada y eficiente. Pero otra es la delictualidad joven, delitos pequeños, inicialmente de jóvenes, profundamente vinculados con las altísimas tasas de desocupación, baja educación, desarticulación familiar y exclusión social. Lula intenta contestar a esta última, con este gigantesco programa de 580 millones de dólares, destinado a generar un producto clave, la inclusión social.

También es estimulante la ley aprobada el año pasado en el Congreso Nacional como producto de una larga gestión lanzada por el ministro Daniel Filmus, por el que la Argentina se comprometió a subir gradualmente el porcentaje del producto para educación hasta llegar a 6 por ciento en 2010.

La crisis internacional es muy grave y ha mostrado al “Rey desnudo”. Sin regulaciones, apelando sólo al egoísmo personal e incentivándolo para producir, con impunidad para buscar el máximo lucro a corto plazo, sin valores, la economía puede transformarse en una trampa. Puede generarse, como lo llamaron diversos estadistas del mundo desarrollado, un “capitalismo de casino”, donde unos pocos pueden jugar con los destinos de las grandes mayorías. Se requieren regulaciones activas, organismos de control y finalmente la permanente auditoría de una sociedad civil organizada.

América latina puede ser el continente donde en medio de la potente ola transformadora que hoy la recorre se dé respuesta a la crisis con políticas contracíclicas en profundidad, y al mismo tiempo se construyan las bases de una economía como la que trata de dibujarse en Primero la gente, donde la ética forme parte central de las decisiones económicas y que incluya a todos. Una economía con rostro humano, en donde en definitiva, como lo proponen las sabidurías espirituales básicas del género humano, cada uno sea el guardián de su hermano.


Un acto a sala llena

El 15 de diciembre se realizó un diálogo auspiciado por la Universidad de Buenos Aires y el Complejo Teatral de la Ciudad de Buenos Aires en el marco de su Cátedra Abierta de Etica, Cultura y Desarrollo. Era la presentación de la obra de Bernardo Kliksberg y el Nobel Amartya Sen Primero la gente (Planeta 2008). Fueron auspiciantes, entre otros, la Comisión Episcopal de Pastoral Social, la Red Social, AMIA, el Foro Ecuménico Social y el Observatorio Latinoamericano de la New School de New York. Asistió una multitud, a sala llena.

El libro, calificado por El País de España como “una obra desintoxicante”, es un best seller internacional. Sen, titular de Harvard y Cambridge, es uno de los economistas más influyentes del siglo. Otro Nobel de Economía, Robert Solow, lo ha llamado “la conciencia moral de la profesión económica”. Bernardo Kliksberg, con 48 obras de gran difusión internacional traducidas a numerosos idiomas, fue distinguido en 2008 con el Doctorado Honoris Causa de la Universidad Rey Juan Carlos de España, el Doctorado Honoris Causa de la UBA, el Premio 2008 a la trayectoria ciudadana de la Secretaría de Culto y el prestigioso premio a la Responsabilidad Social Empresarial de la revista Ganar ganar de México.

Presentados por Kive Staiff, director del complejo, estos fueron algunos de los trazos centrales del diálogo mantenido por estos referentes nacionales e internacionales, en medio de la crisis económica mundial y la agitada discusión argentina, al que se sumó Sen por video desde la Universidad de Harvard.

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