ESPECIALES • SUBNOTA
› Por Gonzalo Martínez *
Como argentino, como reportero gráfico, como miembro de la comisión directiva y presidente de Argra, todavía me pregunto por qué murió José Luis.
Cómo es posible que, diez años después, todos los autores materiales de este crimen miserable, los asesinos, los ideólogos, los condenados a prisión perpetua estén en libertad o a punto de estarlo, cómo es posible que nuestra Justicia sea un laberinto por el cual pareciera que se nos escapa la memoria.
Por eso creo que es indispensable que nos sigamos preguntando el porqué de su muerte, cuál fue el eje real del entramado, casi de novela policial, que llevó a matar a un reportero, sumándole tinieblas a esa nube de impunidad y corrupción que envolvió a nuestro país con atentados como el de la embajada de Israel y la AMIA.
Si José Luis murió que al menos el legado de su martirio nos sirva para recordar que la fotografía es también un intento por contar la realidad de una forma más verdadera.
Tengo la certeza de que, si José Luis siguiera entre nosotros, alzaría su voz en este momento para denunciar el sacrificio que tantos hombres libres, como lo era él, hacen para construir una sociedad más justa y más respetuosa de la verdad. Sucedió el viernes 19 de enero con el periodista turco Hrant Dink, baleado en Estambul por sostener que la matanza de armenios por el ejército de su país constituía otro de los grandes genocidios del siglo XX. Y sucedió también en los últimos diez meses de 2006, cuando 88 periodistas fueron asesinados por ser leales a su profesión.
El espíritu de José Luis sigue vivo entre nosotros. Aunque una década después de su asesinato la incredulidad tropiece con cualquier ensayo de respuesta, creo que José Luis murió para que los reporteros gráficos, los periodistas y la sociedad en general no dejemos de exigir una Justicia más honesta, una Justicia que no le juegue en contra a nuestra memoria, una Justicia que no les niegue a los más indefensos una forma de defensa más soberana, más justa, sin que sea una moneda la que incline su balanza. Yo sé que esto es utópico, pero pienso que por José Luis, por los treinta mil desaparecidos, por la foto más hermosa, la de Julio López con vida, debemos repetirnos una y otra vez que no hay democracia sin justicia, que no hay justicia sin verdad, que no hay verdad sin memoria.
No nos olvidamos, José Luis.
* Presidente de Argra - Editor fotográfico de Página/12.
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