Lunes, 19 de agosto de 2002 | Hoy
ESPECIALES › ALFREDO PUCCIARELLI, FILOSOFO Y ANALISTA SOCIAL
¿Cómo
se puede caracterizar el momento social?
Estamos viviendo un momento de calma chicha. Nos entusiasmamos
con el protagonismo popular que hubo en cada sector. Lo que nunca supimos es
qué grado de representatividad tuvo. De cualquier manera, todo lo que
ha generado el campo popular es ganancia, significa un inmenso progreso para
aquellos que queremos quebrar la actual hegemonía neoliberal. Se abrieron
nuevas alternativas, pero son insuficientes todavía, tenemos muchas urgencias
pero no sabemos hasta dónde podemos llegar.
¿Qué se puede rescatar de la situación actual?
Se plantea un antagonismo que es sumamente sano, que no involucra sólo
a las ideas sino y sobre todo a la forma de hacer política y producir
cambios en democracia. Esto es nuevo en Argentina. Si alguien presenta un programa
tan modesto como el del ARI, sabe que no lo puede implementar con el modelo
Duhalde, poniéndose detrás del escritorio. Tienen que articularse
con la CTA y con otras fuerzas sociales. Tiene que construir una nueva forma
de poder político apelando al protagonismo social. El poder político
ya no es representativo, no surge del consenso electoral, no lo da el voto.
Hoy es más importante discutir cómo construimos poder para correr
el margen de lo posible, que afinar ideas y propuestas de cambio.
¿Cuánto influyó el modelo económico en esta
realidad política?
La desocupación, el empobrecimiento, la exclusión y la decadencia
social han generado dos reacciones diferentes. De un lado están los que
se han movilizado: desocupados, trabajadores precarios, empleados empobrecidos
y otros sectores precarizados y expropiados que han enfrentado políticamente
la situación, intensificando la protesta y diversificando las formas
de organización. De otro, la mayor parte de lo que queda de la clase
obrera enrolada en la CGT oficial, convertida en una especie de rehén
que ha decidido soportar un chantaje permanente por parte del sector empresarial
que, amenazando con el despido y la desocupación, ha disminuido salarios,
cercenado conquistas y liquidado servicios sociales esenciales. Para no caer
en el abismo de la exclusión acepta el empobrecimiento y reniega de la
protesta social. No defiende sus conquistas, no genera conflictos de envergadura
ni acompaña la lucha de otros sectores de la sociedad. En ese proceso,
se incentiva un proceso de despojo simbólico, de perdida de identidad
social y cultural.
¿Qué formas toma este despojo simbólico?
Se liquidó su pertenencia a un grupo social capaz de plantearse
problemas, buscar resoluciones, tener líderes, dinamismo social. Pero
además, una posición de resignación ideológica.
Parece que ya no creen en su propia fuerza ni que tienen la posibilidad de cambiar
la correlación de fuerzas. Este es el elemento disciplinador del proyecto
neoliberal. Se ha decidido que la mejor forma de sobrevivir es no hacer nada.
¿Cuál fue la estrategia político-ideológica
del menemismo?
La conversión del viejo movimiento peronista, popular, integrador
y desarrollista en una perversa maquinaria político electoral, conservadora
y neoliberal. Durante la década del noventa se transformó en el
primero y único partido conservador de masas que pudo generar la clase
dominante en toda su historia. Un partido capaz de aglutinar y representar un
nuevo tipo de alianza entre clases anteriormente opuestas e imponer, con apoyo
popular, el proyecto económico desvastador que estamos padeciendo.
¿Qué características tuvo ese cambio?
Se instala, por primera vez, una fuerte contradicción entre el
proceso de empobrecimiento y exclusión social provocado por ese nuevo
tipo de capitalismo salvaje y depredatorio y el renovado proyecto igualitario
de participación ciudadana, que aparece junto a la construcción
de un nuevotipo de régimen democrático, basado en la expresión
de la soberanía popular. Esa contradicción presente de diferentes
formas en todas las sociedades capitalistas democráticas surge
como una disyuntiva: o la igualdad política trasciende su propio ámbito
y se legitima promoviendo desde el Estado la disminución de la desigualdad
social o la desigualdad se exacerba, como ocurrió en nuestro país,
y se vuelven cada vez más incumplibles los postulados igualitarios de
la proclama liberal-democrática. El menemismo, principal gestor de las
políticas de ajuste y expropiación de la década pasada
es junto al radicalismo, el principal responsable del proceso de trasformación
de los espacios y las formas de hacer política que acompañan la
degradación de la democracia.
¿De qué procesos habla?
De los cambios provocados por la ruptura de los antiguos pactos de representación
político-electoral. Se disuelve el compromiso entre representantes y
representados. Unos se van transformando en una corporación aislada y
autosuficiente preocupada más en su perpetuación que en el desempeño
de su función. Los otros ingresan en un proceso de descreimiento y desvalorización
de la política como instrumento de resolución de conflictos o
de satisfacción de necesidades. Administrada por esta nueva especie de
partidos políticos corporativizados, la política va perdiendo
su carácter público y participativo para convertirse en un espectáculo
mediático-electoral donde la confrontación de perspectivas y de
proyectos de los partidos es reemplazada por un frívolo desfile televisivo
de candidatos despojados de ideas y de propuestas. El vaciamiento de la política
pública y el cambio de rol de los partidos es la cara opuesta del predominio
de las usinas ideológicas que alimentan un nuevo proceso de secretización
y privatización de la política.
¿A quiénes se refiere concretamente?
A las consultoras y fundaciones económicas que actuaron como una
red y adquirieron un inesperado protagonismo durante esa época. Por su
naturaleza no participan de la política pública, no tienen control
de la gente ni apelan a la adhesión popular. Trabajan prácticamente
en secreto, tomando iniciativas propias o estableciendo puentes entre los organismos
internacionales de crédito, los dirigentes políticos y los funcionarios
gubernamentales. Pero las grandes transformaciones que fueron impulsadas durante
el menemismo fueron gestadas y mantenidas en secreto en alguno de esos ámbitos
hasta que algún funcionario publico las incluía en la agenda gubernamental
y empezaban a tener estado público. Economistas y profesionales pasaron
a constituir un influyente y calificado elenco de especialistas mediáticos
dedicados a la difusión y justificación técnica, no política,
de cada una de las medidas.
¿Cómo se resuelve la contradicción?
El representante político tiene que cubrirse con una estratagema.
Como no puede justificar las medidas antipopulares que pone en práctica
los argumentos de quienes generan la política secreta y privada adopta
un nuevo tipo de ideología, el imposibilismo. El imposibilismo postula
que tanto los ajustes periódicos como las medidas que producen despojo
a los sectores populares no se adoptan porque sean beneficiosas para alguien
sino porque las imponen las circunstancias, el poder o las crisis. Aunque son
perjudiciales se adoptan para prevenir males mayores y porque no hay márgenes
para diseñar o hacer algo contrario o diferente. Se ampara en la eterna
lógica del mal menor. Cuando esta visión se impone sobre las restantes,
toda la gestión política se basa en la definición del margen
de lo posible. Es una ideología paralizante que genera inanición
e impotencia. Produce un retroceso permanente.
¿Cómo se articula el poder desde esta perspectiva?
Hay que entender que el poder ya no se construye en base a la legitimidad
que dan mandatos electorales vacíos. Esto se puede comprobarobservando
en estos días el triste espectáculo que nos brinda José
Manuel de la Sota, un candidato presidencial que viene a presentarse como una
nueva especie de De la Rúa. Trae un libreto vacío, carente de
ideas y propuestas y envuelto en un empaque formalista y cínico que no
hace vibrar a nadie. Es realmente una caricatura de todo lo anterior.
¿Qué hace falta para superar la situación de crisis?
Si concebimos a la crisis como una situación de guerra nos ubicamos
en una situación extraordinaria, de emergencia, donde es necesario subordinar
el destino individual a la posibilidad de sobrevivencia del conjunto social.
No es posible desarrollar un proyecto individual si no se lo articula a un proyecto
social. Creo que Lilita Carrió intuye esto, pero no lo puede plantear
bien. Estamos en un cambio de época, pero no porque aparecen los signos
ideológicos de esa nueva época, sino porque cambia la agenda.
Debemos discutir mucho menos a quién votamos para plantear dónde,
con quién y cómo participamos. Porque estamos en guerra es necesario
comprometerse. Este es el gran desafío.
¿Por que Alfredo
Pucciarelli?
Por Washington
Uranga y Natalia Aruguete
Observación aguda
Alfredo Pucciarelli
es un investigador y académico destacado en temas relacionados con el
análisis de la sociedad argentina. De ello da cuenta su condición
de profesor consulto de la UBA, profesor extraordinario de la UNLP e investigador
del Conicet, entre otras responsabilidades en el ámbito científico.
Pero por encima de estos títulos, este doctor en Filosofía es
un observador agudo y minucioso de los sistemas políticos, de los procesos
sociales y, sobre todo, de las formas que van adquiriendo las prácticas
políticas contemporáneas y de las consecuencias que las mismas
traen aparejadas para la gente.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.