ESPECTáCULOS › LAS PROVINCIAS ARGENTINAS SUFREN, TAMBIEN EN LO MEDIATICO, LA CRISIS ECONOMICA
El mapa televisivo de un país que no miramos
A partir de diciembre del año pasado se diluyeron los presupuestos para la producción local. También desaparecieron los anunciantes, se agravó el clientelismo político y el cable restringió su oferta de canales. Periodistas de las provincias denuncian la realidad del interior: la TV no informa, pero tampoco entretiene.
Por Julián Gorodischer
La TV refleja el país: caen los presupuestos, se reduce la producción local, el profesional se convierte en un aficionado. El resto es, apenas, la imagen repetida de la programación de Buenos Aires. ¿Una identidad propia? ¿Pensarse desde adentro? La tele interior agoniza entre la reducción de canales de cable, la falta de anunciantes y el retiro de la TV satelital. La crisis genera consecuencias extremas: desaparece la crítica. “No hay objeto de interés; nada para destacar o hacer un seguimiento”, asume Silvia Correge, especialista en TV del diario Tiempo Sur, de Santa Cruz. “Los diarios locales ya no escriben sobre televisión –agrega Laura Gregorietti, de La Nueva Provincia de Bahía Blanca–. Apenas se reciben notas de agencia porque la actividad no existe.”
Panorama desde algunas provincias: se despliega, sin pudores, la mirada sesgada de un fuerte tono partidario en noticieros y programas periodísticos. La que aparece es una pintura parcial sobre los hechos. Cuenta Sandra Díaz, crítica de Pregón de Jujuy, que “el único canal abierto (Radiovisión Jujuy) es una empresa perteneciente a un senador justicialista que mira la realidad desde la óptica partidaria. Como San Salvador está en manos de radicales, se resalta en las noticias todo lo malo. El sufrimiento de la gente no se ve en la tele; en la tele se ve Telefé. Se mantiene la lógica de la dictadura: lo que no conviene, no se dice”. Caen los presupuestos, y el noticiero se vuelve complaciente con la gestión de turno. Surgen extrañas jerarquías para seleccionar la noticia del día.
En Chubut, “el cable tiene una oferta que se limita a treinta canales –cuenta Elvira Córdoba, especialista del diario local Crónica–, la gente reclama la falta de señales de cine y de Todo Noticias. Las empresas argumentan que para mejorar el servicio deberían elevar el costo del abono.”
En Formosa, el escrache llegó a los canales locales, uno de los cuales fue echado violentamente –dice la crítica Mara Rodríguez, del diario La Mañana– de varias manifestaciones. “Existen sólo dos canales estatales de un fuerte sesgo justicialista. Hay ciertos hechos que se cubren y otros que no. A la falta de mirada crítica se suma la carencia de recursos imprescindibles para estar bien informados.” La baja en los presupuestos, que se agravó desde diciembre del 2001, lleva la emergencia televisiva al límite. En Córdoba –cuenta el periodista Sergio Zuliani, de La Voz del Interior– se redujo la producción local, y los canales se convirtieron en repetidoras de Canal 13 y Telefé. La “Docta” expulsa a sus egresados de Comunicación (una de las matrículas más altas de la provincia) porque ya casi no quedan espacios de producción propia. “La poco que se produce -dice Zuliani– está a cargo de tipos que compran su espacio en el cable: la escena es una mesa y un potus. Los anunciantes no invierten en la producción local; Brahma no pauta en Córdoba y, si lo hace, elige a ‘Son amores’, que llega por repetidora.”
San Luis, provincia elegida para la entrega de los Martín Fierro a la producción del Interior, tiene poco margen para el festejo: la Argentina quebrada mantiene sus espacios televisivos locales, pero impone algunas condiciones: no cobrarás un centavo. “El periodismo en TV se hace a pulmón –cuenta Paola Duhalde, especialista de El Diario de la República–, sin que nadie te sustente. Los conductores se tienen que encargar de buscarsus anunciantes, y nadie gana un centavo. En la provincia que recibe el Martín Fierro, somos todos aficionados.”
Y, en el derrumbe, surgen iniciativas de corto alcance, como los canales comunitarios de Río Gallegos: ofrecen las películas que el cable retacea. Son, a veces, videos piratas o cintas en mal estado, pero poco importa cuando no hay opciones. La crítica, dicen los que todavía mantienen sus columnas en Mendoza o San Luis, intenta no ser dura con la oferta regional: conocen sus condiciones de producción, contemplan errores y limitaciones, prefieren el espaldarazo a la demolición. Periodistas, en San Luis y Misiones, hacen lo suyo ad honorem, con la esperanza, que nunca se concreta, de que algún productor de Buenos Aires decida el traslado. Todavía para muchos, que están peor, la Capital es sinónimo de progreso y rentabilidad: un sueño argentino que se ilusiona, al menos, con un sueldo a fin de mes.
Cuentan los críticos que, a veces, asoma un germen de experimentación: alguien propone algo nuevo. Pero sin dinero y con prejuicios todo cuesta el doble: la apuesta se queda a mitad de camino. “Hay un intento de que no termine de morir la producción local –dice Laura Gregorietti–, pero en todo el sur de la provincia de Buenos Aires la crisis hace estragos: los pocos programas zonales casi no tienen escenografía, tienen mal sonido y calidad técnica, y hasta se ven los camarógrafos trabajando.” “El Atico” era un programa que había sorprendido a todos en Mendoza. Se trataba de un muy buen ciclo de documentales que llegó a ganar un Martín Fierro. No siguió por falta de recursos.
La historia se repite en Mar del Plata, Río Negro y también en Chubut. “Los periodistas de Chubut pelean el espacio por amor al arte –dice Elvira Córdoba– pero, aunque tengan muy buena repercusión, nadie logra cobrar. Así no se puede mantener nada por mucho tiempo.”