ESPECTáCULOS
“Aquí no hay que explicar qué es una chacarera”
Fernando Tarrés vivió en Nueva York. Volvió. Su nuevo CD, que hoy presenta en vivo con un grupo excepcional, es su “mejor trabajo”.
Por Diego Fischerman
A fin de este mes, Fernando Tarrés se va de gira por Europa. Este guitarrista y compositor, al frente de su grupo, el Arida Conta, tocará en España, Italia, Dinamarca, Holanda, Bélgica y Alemania. Acaba de editar, en el sello independiente BAU (Buenos Aires Underground), un nuevo disco en el que su estilo se profundiza y consolida. En Camorreando, los gestos son los del jazz –la idea de la transformación de un material a través de la improvisación proviene de allí–, pero el estilo es bastante más complejo. Los integrantes del grupo –el pianista Ernesto Jodos, el contrabajista Jerónimo Carmona, Rodrigo Domínguez en saxo y el baterista Sergio Verdinelli– conocen la historia del género y, también, las novedades. Pero lo que tocan está tan lejos del mimetismo como el talento lo está de la mediocridad.
“Tengo que reconocer que cuando volví a la Argentina y empecé a hacer música aquí, nuevamente, lo sentí como una especie de pérdida”, confiesa a Página/12 Tarrés, que había llegado a instalarse en Nueva York –y a grabar allí dos CDs– y debió regresar a Buenos Aires por cuestiones familiares. “Sin embargo, lo logrado con este grupo me sorprendió. No esperaba un resultado musical tan intenso, de tanta calidad musical y, al mismo tiempo, tan cargado de energía.” Hoy a las 22.30, un poco para saludar el nuevo álbum y otro poco para despedirse antes del viaje, Tarrés y el Arida Conta (ahora con Carto Brandán en batería, en reemplazo de Verdinelli) tocarán en Thelonious (Salguero 1884, primer piso). Con el CD anterior, junto a producciones de Ernesto Jodos y de Luis Nacht, Tarrés había inaugurado el sello BAU, uno de los emprendimientos más interesantes de los últimos años. Una edición cuidada y una selección rigurosísima de los títulos a editar le permitían soñar, en ese momento, con lograr “un sello de confianza”. Dos años después se sorprende gratamente con que, a pesar de la crisis económica argentina, las ventas aumenten. Por un lado cuenta, sin duda, el hecho de que la oferta de CDs extranjeros para el público amante del jazz es casi inexistente. Pero, también, “que la gente nos va conociendo”. Y en lo musical, la distancia entre ese disco fundante y el actual se resume, para Tarrés, “en la sensación de que en éste es más profundo el lazo afectivo y artístico con el grupo que el que jamás había logrado antes”.
Lo que el guitarrista había visto, al principio, un poco como un fracaso (abandonar un medio tan rico como el neoyorquino para volver vencido a la casita de los viejos) se convirtió, para él, en algo positivo. “En un sentido me vi forzado a confrontarme más en crudo con mi propia búsqueda. Y, sobre todo, porque empecé a tocar con músicos que conectan con este lenguaje desde un lugar mucho más profundo, más visceral y más propio. Me parece que, en este caso, todos hablamos de cosas que conocemos. Hay cosas que no necesitamos explicarlas mientras que con un músico norteamericano o europeo, por mejor que toque y por más onda que tenga, siempre va a faltar un grado de lenguaje común. Hay determinados ritmos o partículas melódicas que todos los integrantes del grupo escuchamos durante nuestra niñez, nos gustaran o no. Nadie tiene que explicarnos qué es una chacarera. Lo sabemos desde siempre. Hay un crecimiento muy grande. Presagios, el CD anterior, era una unión de partes, de historias con distintos grupos, en Estados Unidos. Camorreando, en cambio, es un proyecto mucho más homogéneo y creo que eso se oye.”