ESPECTáCULOS › LOS REALITY SHOWS EN LA ARGENTINA MODELO 2002

A la caza del superhombre

La pantalla chica exige cada vez más proezas y sacrificios para “llegar”. Todo sea para convertirse en futbolista, modelo o diputado.

 Por Julián Gorodischer

Ahora se les pide una proeza. Ya no basta con mostrarse, y hasta lo entendió el flamante “Gran Hermano” que está por llegar con el compromiso de debatir sobre actualidad en la trasnoche, como corresponde a la tele con conciencia social, que es otra cosa bien distinta del ocio interminable al pie del sillón, enroscados en la alfombra. Si 2001 anunciaba futuras temporadas de más y más ocio en vivo y en directo, de más paraíso para el voyeur, la decepción del fisgón será alta y de largo alcance: la baja en el presupuesto anuló el continuado; el reality muestra extractos, apenas una selección del editor para conformar lo mejor de la semana, antítesis de la propuesta del inicio. “Nada se te escapará, lo verás todo”, se dijo alguna vez, y se hizo popular el lema que prometía una revolución a las reglas de la TV: la vida en directo. De eso queda poco y nada en la Argentina quebrada que adaptó el reality a la miseria y le agregó una variante que convierte a los pequeños héroes de lo cotidiano en “promesas nacionales”. Pertenecer vuelve a elevar su precio.
“Una hazaña, nada más que eso, y entrarás a la tele”, propone el nuevo reality, así se trate de “Confianza ciega”, “Popstars”, “Camino a la gloria” o “El candidato de la gente”. Los nuevos verdugos de la pantalla chica (el gran jurado) exigen condiciones y diseñan el superhombre que batirá todos los records. A la larga fila le toca una espera interminable, promovida por la consigna de alto valor dramático: “cumplirás el sueño”. Todos quieren estar a la altura y convocar el millar a la cola para el casting; será la demostración de que el reality da que hablar y promete un éxito. Todos quieren ilusionar con el viaje al Real Madrid o la gloria del cantante, y el aspirante vislumbra su ascenso social. Si en 2001 el reality impuso la nada como tema, el ocio como acción y la inercia como motor dramático, y hasta obligó al profesional (el actor) en “Reality Reality” a ser el vago, la nueva Argentina quiere profesionalizarlos a todos: que sea cantante o jugador de fútbol o modelo o diputado, pero que sea ya para revertir el país parado y renueve la expectativa de salvarse: ya no casa y comida por “estar al pedo” (los baluartes del viejo “Gran Hermano”) sino esfuerzo y garra para ser alguien.
“Pero por si fuera poco: terminá con el hambre y salvá a la patria”, dispone el nuevo reality, desmedido o megalómano, como si sólo en su territorio pudiera aparecer el nuevo político, la estrella pop más famosa o el futbolista de exportación. El programa sale de la burbuja, muestra la miseria en la cola para el casting y se convierte en un cronista de la exclusión. El reality-predicador elige el superhombre y lo lleva a la prosperidad española (viajarás al Real Madrid, tienta “Camino...”) o le cambia el estatuto, de fan a ídolo, de persona común a estrella como los de antes. Los nuevos necesitan otros encantos, como si la intimidad ya no convocara por sí misma y tuviera que aparecer un héroe singular: cantante, deportista o dotado sexual.
“Para elegirte hay un jurado, que evalúa con objetividad y solvencia”, impone el nuevo reality y consagra esa figura de autoridad de la tele de 2002: un grupito de discutidores que sentencia y selecciona, castiga y premia, y por sobre todo, abona al mito de verdugo. El jurado, no importa cual, disfruta con un gag que inició “Popstars” y ahora se extiende a “Camino...” y hasta al desnudismo de “Fantasías”: el amague. No pero sí, y el aspirante larga el llanto, lo transforma en carcajada desesperada, con un nerviosismo que se traduce en tartamudeo, corrida o, en algún caso extremo, en golpes de la cabeza contra la pared. El jurado, entonces, sonríe satisfecho: la bromita de “Videomatch” hace escuela. En “Gran Hermano”, “El Bar” o “Expedición Robinson” no existían los jurados; el nuevo reality los multiplica, como si la TV hubiera abolido la democracia de la fama repentina, para dar lugar a la aristocracia de la tele paraunos pocos. La tele vuelve a parecerse a lo que era: fama justificada y de la de antes, ya sea para el chico pop o el semental de “Confianza” o el rollinga de “La oportunidad de tu vida”. El resto, el puro encanto de la privacidad abierta al público, es parte del pasado.

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Hernán, uno de los elegidos para integrar el grupo Mambrú.
Al igual que otros realities, “Popstars” promete la “salvación”.
 
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