ESPECTáCULOS

Un film de Hollywood que no se parece a Hollywood

“La vida continúa” encara un tema tan peligroso como la muerte de un ser querido, pero evita la sensiblería y el lugar común, y se apoya en un elenco que incluye a Dustin Hoffman y Susan Sarandon.

 Por Horacio Bernades

La vida continúa es una película rara. Proviene del corazón de Hollywood pero se las arregla para desconcertar, saliendo casi siempre para el lado donde menos se lo espera. La historia se prestaba al peor melodrama y sin embargo, durante largos pasajes la película está jugada decididamente a la comedia. Los antecedentes del director, Brad Silberling, son peores que el mero anonimato (estuvo al frente de Casper y, sobre todo, de la inenarrable versión Hollywood de Las alas del deseo) y a pesar de eso encaró un proyecto claramente personal, bastante original, del que sale en líneas generales bien parado, en su triple faceta de realizador, guionista y seleccionador musical. No es una película redonda y es probable que no esté del todo lograda, pero constituye una pequeña sorpresa.
La vida...aborda el tema del duelo ante la muerte de un ser querido. En este caso se trata de una hija única de un matrimonio judío de clase media de la zona de Boston (curiosamente o no, la misma zona en la que transcurren otras películas atípicas del cine estadounidense reciente, como Las cosas de la vida, Fin de semana de locos y In the bedroom). La película comienza allí donde la vida de la chica acaba de terminar, víctima casual de un crimen pasional. Hay algo bastante absurdo en la muerte de la chica, baleada en un bar, y ese sentimiento parece contagiarse al modo en que sus parientes procesan el hecho, y al modo en que lo hace la película misma. Los momentos previos al entierro están marcados más por cierta incomodidad cotidiana que por la tragedia: el padre, Ben Floss (Dustin Hoffman) se muestra tan ajetreado como antes de una fiesta, cosa que pone los pelos de punta a Jo-Jo, la mamá (Susan Sarandon), mientras el novio de la chica, Joe Nast (Jake Gyllenhaal) no sabe dónde meterse, entre otras cosas porque está viviendo bajo el mismo techo de una familia política que ya jamás será la suya.
Hay un par de líneas narrativas que tironean hacia zonas más convencionales y la relación que el film mantiene con la época en que transcurre (años ‘70, plena guerra de Vietnam) se trasluce más en la música elegida que en cualquier otro dato. Pero Silberling demuestra el suficiente gusto como para elegir temas poco frecuentados de músicos baqueteados: están los Stones, pero son los Stones de Exile on Main Street, y otro tanto puede decirse de los temas escogidos de Dylan o Elton John. Algo parecido ocurre con los personajes centrales, bastante menos típicos de lo que a primera vista podrían parecer. Es más idische mame el padre, siempre preocupado por contentar a todos y por adoptar como hijo a quien nunca será su yerno, que mamá Floss, dueña de una dureza y un humor negro más propios de Jerry Seinfeld que de cualquier madre judía.
Desorientado pero resuelto a no hacer lo que no quiere, tímido pero arrojado, Joe Nast representa como nadie este rechazo por el lugar común, en una de las encarnaciones adolescentes más vívidas y singulares desde el Tobey Maguire (a quien se parece llamativamente) de Fin de semana... En el juego depérdidas e insatisfacciones, de desplazamientos y sustituciones, de cariños y deseos reprimidos que se da entre Ben, Jo-Jo y Joe está lo mejor, más allá de una conclusión forzadamente esperanzadora, a la medida de lo que los directores de Hollywood suponen que los productores creen que el público estará queriendo ver.



(Moonlight Mile) Estados Unidos, 2002.
Dirección y guión: Brad Silberling.
Fotografía: Phedon Papamichael.
Música: Mark Isham.
Intérpretes: Jake Gyllenhaal, Dustin Hoffman, Susan Sarandon, Holly Hunter, Ellen Pompeo y Dabney Coleman.
Estreno de ayer en los cines Hoys Abasto, Village Recoleta, Cinemark Palermo y Pto. Madero, P. Bullrich, P. Alcorta, Metro y Multiplex Belgrano.

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