ESPECTáCULOS › ESTADOS UNIDOS EN PIE DE GUERRA CON EUROPA, POR EL COPYRIGHT
¿Quién es el dueño de Elvis Presley?
Los derechos de autor caducan en los Estados Unidos a los 95 años y en Europa a los 50.
Este desfasaje pone en estado de pánico a la industria estadounidense, que teme que muchas de sus estrellas de los años ‘50 pasen a ser pronto “de dominio público”.
Por Isabel Piquer
Desde Nueva York
La industria discográfica estadounidense está en pie de guerra contra las leyes de propiedad intelectual europeas. Muchas grabaciones originales de los años cincuenta, éxitos de Elvis Presley, María Callas o Miles Davis, están a punto de pasar a ser de dominio público en Europa, donde la vigencia del copyright es de 50 años, frente a los 95 de Estados Unidos. Las “majors” temen la invasión de recopilaciones muy baratas, y mientras se alían con firmas piratas –que antes trataban de destruir– piden que se bloquee la importación y presionan para que Europa aumente la duración del copyright. Es la nueva guerra de la venta de música, ya muy tocada por nuevos fenómenos, como las descargas de Internet o la piratería.
¿A quién pertenecen Elvis Presley, María Callas y Ella Fitzgerald? Depende. En EE.UU., a las discográficas; en Europa, muy pronto, al dominio público, cuando empiecen a caducar los copyrights que protegen las grabaciones de algunos de estos artistas, la mayoría realizadas en los años cincuenta. La diferencia entre las legislaciones que perpetúan la vigencia de los derechos de autor —50 años en la mayoría de los países europeos, 95 años en EE UU— causa alarma en la industria estadounidense, que teme verse inundada por discos más baratos y, a su juicio, ilegales.
No sólo son Elvis y la Callas. Los sellos discográficos también se arriesgan a perder a Thelonious Monk, Miles Davis, Chuck Berry o Renata Tebaldi, todos los grandes de todos los géneros que empezaron a grabar en los cincuenta. Y son muchos. “Trataremos de bloquear estas producciones. Las aduanas tienen autoridad para confiscar las grabaciones europeas”, aseguraba hace días a The New York Times Neil Turkewitz, vicepresidente de la Asociación Discográfica de América (en inglés, RIAA), que representa a las cinco grandes empresas de discos (Universal, Sony, Time Warner, Emi/Virgin y Bertelsmann). El impacto no será tan grande porque la distribución se limitará al Viejo Continente y sólo algunas tiendas importarán estos productos, pero es un nuevo golpe para una industria que ya lucha en muchos frentes, como las descargas de Internet o la piratería. El Congreso de EE UU aprobó en 1998 una ley promovida por el senador y antigua pareja de la cantante Cher, Sonny Bono, por la que se amplió la vigencia del copyright a 70 años después de la muerte del autor y 95 en el caso de trabajos propiedad de una productora. La ley fue impulsada por la compañía Disney para proteger uno de sus más preciados productos, Mickey Mouse, que corría el riesgo de pasar a dominio público en 2003.
En previsión de lo que se avecina, algunas compañías se vieron obligadas a asociarse con la competencia para conservar sus catálogos. Es el caso de Emi, que hace poco concluyó un acuerdo con un sello rival para preservar una de sus cantantes más lucrativas, María Callas. Emi tiene los derechos de casi todas las grabaciones de la soprano griega desde 1953, un botín que todavía genera el 5% del total de sus ventas en música clásica. A principios de los noventa, Emi vio amenazado su monopolio por Diva, un sello independiente ahora rebautizado Marcal Records y que comercializa esencialmente grabaciones pirata de algunas de las actuaciones de la soprano. Después de años de lucha, Emi prefirió finalmente asociarse a su rival, y ahora incluye en su catálogo algunas piezas cuya salida al mercado intentaba hasta hace poco impedir.
Algunos intentan enfrentarse al monopolio de los grandes. El más activo es Lawrence Lessig, profesor de Derecho en Stanford (California), una de las voces más escuchadas contra la ampliación de los copyrights. Lessig ha recurrido la ley de 1998 ante el Tribunal Supremo de EE UU, que debería pronunciarse, sin duda a favor de la industria, en los próximos meses. Lessig no aboga por suprimir los derechos de autor, sino reducirlos y adaptarlos a los nuevos tiempos. Es uno de los impulsores de Creative Commons, asociación que promueve una nueva definición de los copyrights. Las diversas fórmulas permitirían una difusión más libre, pero seguirían protegiendo la propiedad del autor o la productora, aunque por un tiempo más limitado, sólo 14 años, como estipulaba la primera ley estadounidense sobre copyrights, de 1790. “Walt Disney creó un imperio a base de las riquezas del dominio público (adaptando cuentos que ya existían). Queremos apoyar a cientos de Walt Disney. Usando este sistema de copyrigths, crearemos un entorno mucho más rico para los creadores y para los usuarios”, dice Lessig.
Peter Pan, el niño que no quería crecer, acaba de entrar en el mundo de los adultos por la puerta de la Corte Federal de Estados Unidos. El autor canadiense Emily Somma reclamó el 31 de diciembre pasado en un juzgado de San Francisco su derecho a publicar una obra (propia) basada en los personajes de Peter Pan. Según él no están sujetos al copyright registrado en 1929 por el Hospital Infantil Great Ormand Street de Londres, al que James M. Barrie cedió los derechos de su obra, escrita en 1904. Lessig defendió en octubre pasado ante el Tribunal Supremo de Estados Unidos el recurso contra la “Ley Mickey Mouse”. El fallo, que se conocerá en julio, afectará también a obras como la Rhapsody in blue, de Gershwin, y a libros de Ernest Hemingway y F. Scott Fitzgerald.
Según Pedró Farré, responsable de la Oficina para la Defensa de la Propiedad Intelectual de la SGAE, la gran pregunta que subyace a la polémica es: “¿Debe equipararse la propiedad intelectual a la propiedad privada; es decir, debe durar para siempre? La filosofía europea cree que se debe limitar el tiempo del derecho, pues pasado ese tiempo es la sociedad quien detenta la obra como un bien cultural. La teoría anglosajona aboga por no limitar el tiempo ni, por supuesto, los beneficios que genera esa propiedad”. Lessig es el gran enemigo en casa del copyright. Y su argumento será básico, pero también demoledor. “El dominio público permite hacer copias rápidas, siempre, y gratis.”