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“Un drama privado frente a la mirada de testigos”

“Carmen” de Bizet es una ópera en la que el pueblo está siempre presente. Eva Halac, régisseur de la versión que se verá en el Luna Park a partir del viernes, explica cómo acentuó esa idea.

 Por Diego Fischerman

“Carmen es un drama con tres puntas: los dos amantes y el público. En ese sentido, es como la plaza de toros. Están el toro y el torero, pero también aquellos que disfrutan viendo la sangre en la arena.” Eva Halac es la responsable de la puesta de la ópera de Bizet que se verá a partir de este viernes en el Luna Park. La obra, basada en el texto de Próspero Merimée, es, aparentemente, la historia de un hombre correcto y de una mujer que lo va perdiendo hasta llevarlo a la abyección más absoluta. “Ni Carmen es la mala mujer ni José es tan puro”, explica. “El tiene un pasado. Ya ha matado a alguien y la carta con el perdón de la madre indica que hay algo que debe ser perdonado. Ambos son personajes contradictorios, llenos de matices.”
Dueña de una mirada intensamente poética, como lo demostró en su magnífica adaptación de La invención de Morel, de Bioy Casares, en Sonata de otoño de Valle Inclán –ambas con títeres– o en Los pianistas (un texto suyo en que los humanos eran mascotas que vivían dentro de una pecera), Halac ya dirigió ópera en el Argentino de La Plata, donde puso La serva padrona de Pergolesi, en el 2000, y en el Roma de Avellaneda, cuando hizo la régie de El Corsario de Verdi. “Me interesa el concepto wagneriano del teatro, supongo que siempre he rondado por esa idea de arte total, que involucra varias formas expresivas, y la ópera, obviamente, es el espacio privilegiado”, dice. Ese concepto de arte total, en este caso, estará explicitado no sólo por las características del género en sí sino por la presencia de pantallas de video en las que aparecerá ese tercer elemento que señala Halac como definitorio de la trama: “El público, que es a la vez el que señala el destino”. La directora trabajó alrededor de la idea de tragedia, en un sentido cercano al de la Grecia clásica. Aquí es el destino el que se impone a los propios personajes. “Busqué acentuar todo lo posible, además, el hecho de que en Carmen no hay escenas privadas. Casi todo transcurre en presencia de otros. Siempre hay terceros. Los personajes aparecen entre multitudes. Don José entra junto al coro de niños. Micaela es acosada por la multitud. Las escenas de pasión suceden entre las empleadas de la tabacalera, entre contrabandistas o en la plaza de toros.”
La versión que se verá en esta ocasión es la completa, con diálogos incluidos. “Eso agregó un elemento complicado, porque no todos los integrantes del elenco tienen la misma predisposición para la actuación, algunos no saben francés y por lo tanto, aunque sepan el contenido de lo que dicen, no es lo mismo que hablar en una lengua conocida. Hubo que trabajar mucho”, asegura. El elenco, encabezado por el tenor Luis Lima y la mezzosoprano Alejandra Malvino, le produjo “una gran satisfacción”. El tenor argentino, radicado desde hace años en el exterior, ya cantó esta ópera innumerables veces. Sin embargo, cuenta Halac que “puso un entusiasmo impresionante para trabajar cada matiz de su personaje. En un sentido parece que fuera la primera vez que va a cantar el Don José. En otro, como sé que no es así, me enorgullece pensar que habiendo representado el mismo personaje tantas veces, haya algo en este trabajo que lo lleve a entusiasmarse de la manera en que lo hace. Malvino, por su parte, es una Carmen magnífica, más cercana al cine, tal vez, que a lo que se acostumbra en la ópera. La suya no es una Carmen llena de signos externos de exotismo sino una mujer de pequeños gestos, de miradas. Su aproximación al personaje es muy profunda”.
El hecho de que la representación tenga como lugar el Luna Park significó para la directora un desafío particular: “Este lugar presupone un pacto determinado con el público, en el sentido de que se espera que lo que suceda aquí sea un espectáculo. Hay un público que tal vez no va al Colón porque piensa que podría aburrirse y que, en cambio, da por sentado que si sucede en el Luna Park será divertido. Por otra parte, la historia misma del lugar, su pasado como estadio de box, condicionó gran parte de la puesta. Creo que, en efecto, pensé una Carmen que tenía que ver con losestadios, con los grandes públicos y con los espectáculos sangrientos”. Otro aspecto dramático derivado del lugar físico de la puesta, y de las características técnicas que demanda una sala de esas dimensiones y esa acústica, fue la posibilidad de trabajar los planos de una manera distinta de la convencional. “El uso de micrófonos permite que el protagonista no deba acercarse al proscenio cada vez que debe cantar. Es más, puede estar detrás de la escena, en un segundo plano, y eso puede agregarle un significado adicional a la escena”, afirma Eva Halac. “De todas maneras, no se trata de cambiar las formas tradicionales porque sí”, completa. “Muchas veces se supone que si uno llega del teatro, va a cambiar todas las convenciones de la ópera. Y ésa también es una convención. Si hay cosas que están bien no hay por qué cambiarlas. Lo que sí me parece importante es tener claro que esas convenciones tan cristalizadas en el mundo de la ópera no son la visión correcta. Son apenas una visión más entre las infinitas posibles.”

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Eva Halac dirige la puesta de “Carmen” en el Luna Park.
 
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