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Las aventuras de Pedro en el país de las maravillas

El diario íntimo de Almodóvar en su viaje por EE.UU. abunda en irónicas y agudas descripciones del star system de Hollywood.

Pedro Almodóvar vive sus días de gracia en Hollywood (Globos de Oro, nominaciones al Oscar, otros premios de la crítica, la admiración de actores y directores) con buen humor a pesar del cansancio de los viajes, y con una fascinación casi infantil por codearse con las estrellas del cine mundial. No por ello, el director manchego pierde la mirada aguda, irónica, sobre los Estados Unidos y su star system, que parece haberlo adoptado como nuevo favorito luego del estreno y suceso de Hable con ella (Talk to her, traducción literal). Su diario de viaje por Estados Unidos, publicado en la revista dominical de El País, confirma esas impresiones. Almodóvar parece consciente de estar volando en una alfombra mágica de la cual, como bien presupone aludiendo al ejemplo Benigni (“este año la vida no es bella, ni siquiera para Roberto: su última película, Pinocho, fue masacrada por los críticos y se estrelló en la taquilla”), lo bajarán tarde o temprano. Pero mientras tanto, disfruta de la fantasía que le ocurre en forma de realidad. Cuenta jocoso que Tom Cruise, por teléfono desde Nueva Zelanda, pagó su cena con Penélope Cruz en Los Angeles. Describe el momento en que fue invitado a compartir mesa con George Lucas y Francis F. Coppola (“creí que me llevaban para presentarnos a los monstruos sagrados, pero no, semejante poderío de mesa era ¡mi mesa!”). Y se permite contar que “todos son amables y me felicitan, incluso Arnold Schwarzenegger, que no creo que haya visto mi película”.
En el diario personal que refleja diez agitados días vividos en los Estados Unidos (del 12 al 22 de enero), Almodóvar no deja episodio por contar, celebridad por describir o pensamiento aleatorio por reseñar. Su descripción del desembarco en la tierra prometida, por ejemplo, lo lleva a reflexionar sobre una de las características centrales de la cultura norteamericana. “Cuando hacíamos la cola ante las cabinas de inmigración, sobre nuestras cabezas de fútbol americano, expresión inequívoca de la cultura local (cultura pop, el pop es una expresión artística genuinamente norteamericana). Cualquier esquina de Times Square –NY– es un verdadero museo de arte pop, o la curva de Sunset Boulevard con Tower Records –LA-, o todo el paseo por el bulevar, con sus casitas bajas, los números desproporcionadamente grandes, los maravillosos billboard y las fachadas de los únicos edificios altos, los de los hoteles, sirviendo de soporte a imágenes de publicidad descomunales que no sólo se integran en el paisaje, sino que le dan forma, alegría y vida.” Claro, también se queja de los asientos business class de la compañía American Airlines, durante el vuelo Nueva York-Los Angeles (“un airecillo rico en todo tipo de bacterias acaricia tu cabello, tus fosas nasales y tu garganta durante las cinco horas que dura el vuelo. Dormir y suplir la falta de sueño de la noche anterior hubiera sido lo ideal, pero el respaldo de los asientos estaba diseñado por un superviviente de Auschwitz”, aguijonea).
Todo esto mientras salta de un avión a otro, de un aeropuerto a otro, de una limusina a otra, de un hotel (cinco estrellas) a otro (también cinco estrellas). Es curioso, pero la vida en los hoteles le permitió elaborar su –hasta ahora, faltan los Oscar– discurso más famoso en Estados Unidos. Escribe Pedro: “Antes de que lleguen las visitas me llama la atención un detalle colgado de la puerta de la villa: el cartel que habitualmente dice Don’t disturb (no molestar), y que uno coloca porque está follando, drogándose o intentando dormir, ahora sólo dice, y en letras muy grandes, Peace, por ambos lados. Señor Bush (le estoy hablando a usted), alguien del hotel Sunset Marquis de LA no está de acuerdo con su política exterior. Me llamó la atención y me gustó mucho el soporte para manifestar una opinión que en este país va creciendo día a día pero que pocos se atreven a manifestar abiertamente”.
Días más tarde, en ocasión de recibir uno de los premios Globo de Oro con que la crítica extranjera en Hollywood premió su Hable con ella, Almodóvar recordó esa imagen al final de su agradecimiento. “Para terminar dije: ‘En mi hotel descubrí un detalle que me dejó impresionado. En la nota que colgamos detrás de la puerta, donde normalmente dice No molestarahora hay una, sólo una, palabra por ambos lados, Paz. Me gusta mucho la sutileza de este detalle, las puertas de mi hotel claman por la paz –los comensales comienzan a movilizarse, quieren aplaudir, están muy impresionados, yo sofoco los primeros aplausos, quiero terminar pronto–. Me gustaría dedicar este premio a todos los que luchan por la paz, y a los que no tienen miedo de decirlo.’”

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Almodóvar ya ganó dos Globos de Oro por “Hable con ella”.
 
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