ESPECTáCULOS
Imágenes de un pueblo que vive entre la realidad y el simulacro
“La tierra del sol”, el film más reciente de John Sayles, propone una impiadosa radiografía de la sociedad estadounidense, partiendo del peso de la economía y de la política sobre la vida cotidiana.
Por Horacio Bernades
Es verdaderamente escandaloso que la filial local de la major respectiva no haya hecho uso de la opción para estrenar en cines una gran película como La tierra del sol, el film más reciente de John Sayles, uno de los más importantes realizadores estadounidenses contemporáneos. La decisión podría escudarse en la pura lógica económica, ya que, en la Argentina de hoy, sólo los grandes “tanques” cuentan con la posibilidad de rédito que exigen las subsidiarias locales de las grandes compañías estadounidenses. Pero lo cierto es que no es ésta la primera película de Sayles que va directo a video, por culpa de la falta de interés (o de visión) de quienes deciden qué películas verá la gente y cuáles no. De esta manera, y por una lógica perversa de distribución, la que estaba llamada a ser uno de los grandes estrenos del año jamás se estrenará. Presentada en Cannes 2002 y entusiastamente recibida por la prensa de uno y otro lado del Atlántico, el premio consuelo es que Sunshine State sale en video en la Argentina, editada por el sello LK-Tel, en forma simultánea, en VHS y DVD.
Tan involucrado con el presente de su país como con las huellas de su pasado, dueño de una impronta política y social que jamás le hace perder de vista el factor humano, desde hace tiempo John Sayles (Shenectady, 1950) viene perfeccionando una especialidad en la que no cuenta con competidores a la vista. La tierra del sol es una nueva muestra. La especialidad de Sayles consiste en tomar un episodio real o ficticio de la historia de Estados Unidos (un famoso escándalo de corrupción en Eight Men Out, una huelga minera en Matewan, una excavación arqueológica en Estrella solitaria) o una determinada región (el bayou de Louisiana en Escrito en el agua, un pueblito de Alaska en Limbo, la frontera entre Texas y México en Estrella solitaria), para practicar, a partir de esas premisas históricas y geográficas, el equivalente cinematográfico de una operación quirúrgica en gran escala.
En los films de Sayles afloran, como napas, las mutaciones de la economía, el peso de la política sobre la vida cotidiana y de la historia sobre el presente, las relaciones interraciales y generacionales, el trabajo humano en tiempos en que éste tiende a desaparecer, las relaciones amorosas como último refugio. En La tierra del sol, el territorio elegido es el pueblito imaginario de Delrona Beach, en la península de la Florida. Dos emprendimientos urbanísticos compiten para cambiarle definitivamente la cara a la zona, reconvirtiendo islas, pajonales y pantanos en resorts para pudientes. Al mismo tiempo, el pueblito celebra su fiesta anual, el Día del Bucanero, con las calles recorridas por carrozas alegóricas y piratas de cartón, mientras en el shopping el público desfila por un parque temático para ver cómo un falso filibustero se tira a una pileta de goma.
Mientras la comunidad se dedica a celebrar el mundo como kermesse y simulacro, la economía real rediseña el espacio, el medio ambiente y la comunidad entera. Dentro de este paisaje histórico-farsesco y social, Sayles inscribe a una verdadera multitud de personajes cuyas historias sigue en detalle y bien de cerca, mostrándolos en su múltiple carácter de seres sociales e históricos. Las líneas que tensan a Estados Unidos aparecen aquí, sin que jamás se sienta la presencia del autor poniendo palabras en boca de sus criaturas: las tensiones raciales, la lucha entre el individuo y las corporaciones, el reemplazo de la cultura del trabajo por la economía abstracta.
Gran constructor de guiones, último representante de esa especie en extinción que es el cineasta interesado por el destino de su país, el John Sayles de La tierra del sol apela una vez más a una estructura coral, como modo de representar la nación. La tierra del sol podría llegar a recordar las películas másmultitudinarias de Robert Altman. La fluidez en el montaje es semejante, pero lo que diferencia a Sayles del autor de M.A.S.H. es que no se contenta con la mera caricatura. Mientras en las películas de Altman los personajes son poco más que figuras en un paisaje, en las de Sayles tienen una verdad humana, una carnadura que da por resultado dos cosas: grandes actuaciones y grandes escenas. No hay más que ver al grueso elenco encabezado por Angela Basset, Timothy Hutton, Edie Falco y la casi olvidada Mary Steenburgen para verificarlo una vez más.