ESPECTáCULOS › ENTREVISTA A LA CANTANTE FUKI AOKI
Nostalgias de Tokio
La intérprete japonesa, que actúa hoy en el marco del Festival Buenos Aires Tango, dice que llegó al género por una especie de “enamoramiento”. Admira a Adriana Varela y a María Graña.
Por Karina Micheletto
Esta noche y el sábado próximo, el Festival de Tango recibe a Fuki Aoki, una cantante japonesa a quien una visita a la Argentina le hizo torcer un camino que ya parecía definido, y pasar de la ópera al tango, sin escalas. Aoki nació en Fukushima, una tranquila provincia cercana a Tokio. Qué llevó a esta joven japonesa a dejar en un segundo plano la ópera y dedicar su energía al tango, cuando nada en su historia la conecta con el género, es algo que tiene una explicación sencilla: descubrió que le gusta mucho. Aoki lo explica llevándose las manos al pecho, aspirando hondo y cerrando los ojos: “Me sale de aquí adentro”, asegura. Cuenta que este amor nació sólo dos años atrás, en su primer viaje a Buenos Aires, cuando descubrió la crudeza del tango. “¿Dijo crudo?”, se le pregunta a la intérprete. “Crudo –ratifica ella–, me refiero al tango puro, al esencial. El que puede hablar con fuerza de los pormenores de la vida, el que es capaz de contar lo que se siente con un desengaño o un amor apasionado.”
Fuki Aoki, que se presenta en el marco del V Festival Buenos Aires Tango, esta noche a las 20.30 en el Centro Cultural del Sur (Caseros 1750), y el sábado próximo en la Feria de Mataderos (junto al sexteto del bandoneonista Juan Carlos Sabatino), dice en la entrevista con Página/12 que admira a dos intérpretes muy diferentes en sus estilos: María Graña y Adriana Varela. Y además a Piazzolla, por supuesto. Para Aoki, la imagen de la fiebre del tango en Japón no es del todo exacta. “Hay algunos temas que son muy conocidos, como ‘Caminito’, pero lo más interesante del repertorio no se conoce. La gente se interesa más por la danza, y circulan muchas imitaciones que tienen poco de tango”, explica. En el repertorio que trabajó hasta ahora –”Yuyo verde”, “Adiós Pampa mía”, “Balada para un loco”, entre otros– se alternan letras en español y en japonés, con un fraseo muy logrado para un acercamiento reciente al género.
–¿Por qué eligió el tango?
–Porque estoy enamorada de esta música, es algo que me sale del corazón. En mi país había escuchado muchas veces tangos cantados por japoneses, y nunca me llamó la atención, sentía que eran imitaciones. Pero cuando llegué a Buenos Aires conocí al tango en su esencia, y me enamoré. Volví a Japón decidida a aprender y dedicarme a esto, y aunque muchos se opusieron al principio, seguí adelante.
–¿Cuál fue la oposición que encontró?
–Yo venía de muchos años de carrera en la música lírica, era un camino definido académica y profesionalmente, y muchos pensaron que era una locura torcerlo. Me costó explicarles que yo no pienso abandonar ese camino, sino sumar una nueva pasión que es el tango. Mi familia tampoco estuvo muy de acuerdo en un comienzo, hasta que me dijeron: “Está bien, vos siempre decías que querías conocer Latinoamérica y ahora nos damos cuenta de que tenías una conexión real con aquel lugar. Tu forma de ser no es la de una japonesa, sos demasiado expresiva...”
–¿Cómo trabaja los temas que elige?
–El maestro Osvaldo Sabatino me ayuda mucho con las partituras y la elección de los temas. Tengo que recurrir a alguien que sepa español para buscar la mejor pronunciación posible, y practicar muchas veces. Me levanto a las 8 y me acuesto a las 2, y en esas horas me dedico a la música, dando clases de vocalización, y siguiendo mi carrera en la ópera, algo de jazz y pop. Todo el tiempo que me queda lo dedico al tango.
–¿Tiene un lugar especial en Tokio para conectarse con el tango?
–No, pero voy de un lado al otro escuchando tango en mis auriculares. En Tokio ahora hay lugares donde pasan tango y van los jóvenes a bailar. No voy allí, no me interesa. Pero estoy yendo a aprender a bailar, no quiero pasar vergüenza con mis pasos torpes. Ahora me dijeron que hay unlugar en el que hay un piano y micrófonos, para que la gente vaya a cantar tangos. Quizás vaya, pero en Tokio el tango está en mi corazón.