ESPECTáCULOS
Béla Bartók tuvo al fin su merecido tributo argentino
La Filarmónica de Buenos Aires cerró una semana de homenajes al compositor con una clara señal, tanto estética como política.
Por Diego Fischerman
Si todo acto es simbólico, el hecho de que uno de los primeros acontecimientos producidos por el Teatro Colón en este año haya sido un festival dedicado a Béla Bartók debe leerse como una señal, tanto en sentido estético como político. Por un lado se trata de uno de los autores más importantes del siglo pasado. De alguien que debería ser un clásico pero en Argentina, debido a modalidades de programación, aún no lo es. Por otra parte, Bartók fue uno de los músicos que más inmediatamente pueden asociarse con las ideas de honestidad y de coherencia. En ese sentido, este festival viene a reparar un estado de las cosas en el que el siglo XX sigue siendo exótico, aun en el caso de Bartók.
En el cierre de esta semana de homenajes al genial compositor húngaro, la Filarmónica de Buenos Aires, con la actuación solista de Paul Neubauer y la dirección de Gabriel Senanes, planteó un concierto en el que se estrenaron dos obras: las 4 Piezas Sinfónicas escritas en 1912 y la nueva revisión del inconcluso Concierto para viola y orquesta, realizada por el músico argentino Nelson Dellamaggiore. Junto a ellas, la orquesta interpretó, con notable fuerza y convicción, las casi holly-woodenses Danzas de Huemac, de Pascual de Rogatis, una composición de 1913 que, a su manera, también trabaja con elementos del fol-klore rural. Pero en el caso de Bartók, es claro, este trabajo está muy lejos de ser decorativo o de ocupar el lugar de dato colorístico. Ciertas inflexiones de la música campesina húngara se integran allí como parte esencial del lenguaje hasta el punto de que el autor no necesita citarlos sino que lo que hace, más bien, es crear impregnado por ellos.
La revisión del Concierto, magníficamente interpretado por Neu-bauer, es más cercana, por lo menos en la parte solista, a lo escrito originalmente por Bartók. En ese sentido, el excelente violista estadounidense acentuó las características casi improvisatorias de la obra y contó con un director que por momentos se acercaba más a la figura del acompañante de música popular que a la del conductor de orquesta. De hecho, Senanes lo siguió a Neubauer con una eficacia difícil de lograr. Las juveniles 4 Piezas, con su sabor a Debussy y Richard Strauss muy presentes, contaron también con una muy buena ejecución de la orquesta, dirigida por Senanes con una sensibilidad muy especial por las relaciones armónicas y por el señalamiento de las líneas narrativas. Homogénea, ajustada y precisa, la Filarmónica de Buenos Aires estuvo a la altura del homenaje y del homenajeado.