ESPECTáCULOS › LEON GIECO ABRIO SU ESTUDIO A TALENTOS DESCONOCIDOS
“Un oasis en esta carnicería”
Tilín Orozco, Fernando Barrientos y Elpidio Herrera son algunos de los artistas que están grabando sus discos en la sala Del Arco. “¿Para qué voy a tener un estudio para mí solo?”, pregunta Gieco.
Por Karina Micheletto
En la terraza del estudio de grabación de León Gieco, todos posan para la foto y cantan: “¡Trinken, sich aber nicht betrinken...!”. En el grupo, además del santafesino Gieco, hay santiagueños y mendocinos de distintas edades. La escena es rara, sobre todo porque lo que cantan (algo así como “tomen pero no se manchen”, según la traducción del alemán al santiagueño) suena a folklore local, y el instrumento que maneja Elpidio Herrera es una sacha guitarra (en quichua, guitarra del monte), una “marca de fábrica” del santiagueño creada por él mismo. Frente a la terraza, la gente sigue comprando libros en el Parque Centenario. La extraña postal tiene una razón: León Gieco decidió aprovechar el estudio que montó hace un par de años y la estructura profesional que construyó en muchos más de trabajo para hacer una especie de “Operación Triunfo” o “Escalera a la fama” del folklore, sin tele de por medio.
Lo que ideó es una estructura que permite que músicos notables de todo el país, de primer nivel aunque pocos los conozcan, puedan grabar discos, tocar en shows, tener difusión y ser escuchados en la Capital Federal. Para eso, Gieco empieza por poner a disposición de estos músicos su estudio de grabación. Por eso ahora posa para la foto con Tilín Orozco, Fernando Barrientos, Herrera y sus “sachaguitarreros atamisqueños” (su hermano Bebe, su hijo Manolo y Nelson Ledesma). Aunque ninguno de estos “finalistas” son nuevos valores, ni mucho menos. Hace varios años que Orozco y Barrientos están enriqueciendo el cancionero cuyano con sus temas, y hace muchos más que Herrera es músico quichuista y luthier, desde la época en que acompañaba a don Sixto Palavecino.
“¿Para qué voy a tener un estudio para mí solo? Sería tan idiota e inútil como tener tres autos. Para colmo, Bandidos rurales lo grabé casi todo en Estados Unidos”, razona Gieco. Para él, la ecuación es simple: “¿Cómo puede tener tanto rating un programa que nunca voy a ver?”, empezó preguntándose respecto del éxito de los realities de estrellas pop. La respuesta le salió cantada: “El tema es así: viene un pibe de Villa María con buena voz y le preparan un tema para que haga. Lo contactan con un sello, le montan un aparato de difusión y promoción, y ese pibe que en Villa María hubiera terminado trabajando de cualquier otra cosa, sale cantante. Ese es el deseo que tienen miles de chicos talentosos. No siempre la búsqueda es ser famoso”, asegura el músico.
¿Cómo es posible en la Argentina de hoy que un músico del interior llegue a triunfar en Buenos Aires? “Tienen que darse una seguidilla de cosas: tener talento, estar convencido de lo que se hace, y poder llegar al público. Yo quiero ayudar a esta última parte, darle un empujoncito a la suerte”, explica el santafesino, que hace ya más de treinta años llegó a Buenos Aires con una mano atrás y otra adelante. Gieco ya dio varios empujoncitos a la suerte de desconocidos. Como cuando Raúl Lavié le pasó un casete que le había alcanzado un chiquito en Ingeniero White, y él creyó que había que hacer algo con esa voz tan bien plantada, que era la de Abel Pintos. “Como él hay cientos de monos por descubrir. También es cuestión de suerte, es creer o reventar”, subraya.
Gieco admira a Elpidio Herrera, a quien considera “maestro de maestros”, desde que lo conoció cuando grababa De Ushuauaia a La Quiaca y llegó a Atamisqui, en pleno monte santiagueño. Más tarde lo invitó a hacer un tema para el disco Semillas del corazón, y así salió la “Chacarera del encuentro”. Herrera y sus sachaguitarras viajaron desde Atamisqui para grabar en el estudio de Gieco, donde además se alojaron durante el tiempo que duró la tarea, con algunos “mimos” especiales del anfitrión, como la compra de un tender de ropa para hacer más llevadera la estadía. El estudio también se alquila para diferentes producciones, y allí grabaron sus últimos discos Melania Pérez y Kevin Johansen.
La idea a futuro es armar una fundación con el mismo nombre del estudio, Del Arco, que acerque las nuevas obras a empresarios y productores interesados en apoyarlas, y a otras fundaciones extranjeras. Y que puedallevar obras como la de Herrera a las bateas de world music de todo el mundo, al estilo David Byrne. “Siempre quise entrar al circuito de la música étnica. Porque me imagino que si yo fuera un alemán y viera, por ejemplo, a Elpidio, me moriría de la curiosidad”, explica Gieco. De hecho, Herrera y sus Sachaguitarras Atamisqueñas actuaron varias veces en Alemania, y en pocos días volverán a ese país en una gira de más de un mes. De allí la canción de la foto, que es un hit en sus actuaciones alemanas.
“Este es un deseo que tengo desde que era muy chiquito. A los catorce años me hubiera encantado que alguien me diera esta oportunidad. Hubiera sido bárbaro saber que al llegar a Buenos Aires no me iba a pasar nada, que alguien me iba a esperar en la terminal y me iba a guiar”, relata Gieco. El hombre de Cañada Rosquín recuerda con exactitud lo que sintió con aquel choque del campo a la ciudad. Fue tan fuerte para él, que empezó a hacer algo nuevo: componer canciones. Orozco y Barrientos, que ganaron la Gaviota de Plata a la mejor canción folklórica en Viña del Mar con el aire de chacarera “Pintadita”, aprecian especialmente el gesto de Gieco.
“Cuando volvimos de Chile con el premio, nadie nos dio pelota. León fue el único que nos dijo que le diéramos para adelante, que aprovecháramos este reconocimiento”, cuentan los mendocinos. Por lo pronto, el dúo ya tiene a alguien interesado en producir su próximo CD: nada menos que Gustavo Santaolalla. “Ahora queremos cuidar el lugar que generosamente abrió Gieco, aportar desde lo que podamos para que no se caiga. Sabemos que esto es un oasis dentro de la carnicería que es la industria discográfica”, aseguran. Como la mayoría de los músicos argentinos, saben de lo que hablan.