ESPECTáCULOS › ENTREVISTA AL DIRECTOR TEATRAL SILVIO LANG

La Pampa, teatro del olvido

El teatrista pampeano, que viene trabajando en dos puestas, “Kadish” y “Tango nómade”, explica las dificultades de hacer teatro en el interior, pero también los prejuicios que debe enfrentar en Buenos Aires.

 Por Cecilia Hopkins

A los 23 años, a la edad en que muchos jóvenes están descubriendo una vocación o decidiendo qué hacer en la vida, el director pampeano Silvio Lang ya lleva 6 años de carrera y 7 obras estrenadas, varias de ellas premiadas. Su entusiasmo por el teatro y el cine comenzó antes de la adolescencia: ya a los 11 escribía guiones y leía teatro y poesía ante la mirada atónita de unos padres que lo preferían removiendo la tierra de los canteros del jardín que leyendo en el living. A los 13 comenzó a viajar a Buenos Aires para ver teatro, descubrir la noche y estudiar puesta en escena, según cuenta en la entrevista con Página/12. Su primer maestro de dirección fue Alberto Félix Alberto, luego, Rubén Szuchmacher y Francisco Javier, además de Daniel Veronese y Alejandro Tantanian, en dramaturgia. En el año 2000, el grupo Andar, el de mayor trayectoria en La Pampa, lo invitó a dirigir a sus actores. Junto a ellos, Lang creó la premiada Tango nómade y La intemperie (esta última sobre textos de Alejandro Urdapilleta), dos obras que mostraban a las claras que el panorama teatral de su provincia estaba cambiando: “Por ese entonces había una cierta disposición a la revulsión, a lo interdisciplinario”, detalla el director.
Hace 10 días, en Córdoba, en el marco del Festival Internacional de Teatro Mercosur, Lang dio a conocer Kadish, obra basada en la nouvelle de la rosarina Graciela Safranchik, espectáculo con dramaturgia de Jaime Arrambide que se reestrenará hacia fin de año en Buenos Aires: “La obra repone la experiencia de la tertulia –explica el director– instalando un rito textual que hace referencia al rito religioso judío, el Kadish o rezo por los muertos”. En una perspectiva estética opuesta, Tango nómade espera su reestreno el próximo 8 de noviembre en el Centro Cultural Recoleta. La obra describe la relación que entablan una trapecista y una bailarina (las intérpretes son las pampeanas Edith Gazzaniga y María José Jerónimo), sin mediar más palabras que las que aparecen en las letras de los tangos de los años ‘20 y ‘30 que cantan los personajes. Con una estructura inspirada en los vaivenes del poder político nacional, todo sucede en el interior de una casa rodante en medio de la nada (o de la pampa) a partir del ensamblaje de recursos de la danza y el teatro, “una performance teñida por la memorabilia pop de los años ‘70”, según define el autor.
–¿Cómo es el panorama del teatro en su provincia?
–La Pampa es una provincia joven, sin una tradición teatral, por eso digo que el suyo es un teatro del olvido, costumbrista. Al mismo tiempo, la cultura pampeana es discontinua, sin proyectos de políticas culturales. Lo que existe es el voluntarismo: se distribuyen recursos sin analizar demasiado a quién se destinan, y para qué. En La Pampa es muy difícil encarar una producción artística con continuidad.
–¿Y en Buenos Aires no pasa lo mismo?
–Aquí también es muy difícil. Hay un teatro que es central aunque se llame off, que dicta las modas, los pasos a seguir, y disentir con esta modalidad avergüenza o resulta aberrante. En 1999 me sentí expulsado de la estética dominante, cuando estrené en el Rojas Las troyanas, de Eurípides, un texto clásico completo y sin guiños al espectador, cuando la actitud dominante era la parodia de la parodia. Creo que la intelectualidad porteña no ha hecho más que consolidar el discurso neoliberal de la verdad absoluta y mantener un discurso cínico iniciado en la dictadura, que continúa durante los años de menemismo: al mal no se lo conjura ni se lo justifica sino que se lo asimila, se lo internaliza.
–¿Sobre qué ideas trabajó en Tango nómade?
–La obra da cuenta de la disputa por la especialidad, de la pelea por la centralidad, en base a lo ocurrido en 2001, luego del resquebrajamiento de la Alianza. El concepto escénico de la obra reproduce la idea de que, al miniaturizarse el espacio, la acción se concentra, el tiempo se acelerahasta su anulación, y se producen hechos de violencia. Creo que la recepción de Tango nómade fue exitosa porque es una obra que asimila las modas teatrales, pero al mismo tiempo las tritura. Es un espectáculo sin palabras que, a la vez, se propone como una instancia de revalorización de la palabra, porque todo produce sentido: la obra empieza con un tiempo detenido, con la imagen de una mujer con una zanahoria en la mano, quieta como una estatua, algo que parecería no querer decir nada, como pasa en el teatro que adhiere a las estéticas dominantes. Pero una vez que ella tritura la zanahoria, para el espectador comienza la carrera del sentido, del relato. En la obra hay una palabra que parece en vías de extinción, pero que prepara el terreno para Kadish, una obra que es pura palabra, que revaloriza la instancia de la propia escucha.

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Silvio Lang, en sólo 6 años de trayectoria como director, tiene 7 obras estrenadas, varias de ellas premiadas.
 
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