SOCIEDAD
“No tenemos un capital para pagar lo que piden”
Un joven de 30 años fue secuestrado hace una semana y sus captores piden 100 mil pesos de rescate. La familia, de condición humilde, tuvo que recurrir a los medios para explicar a los secuestradores que no pueden reunir esa suma.
Por Alejandra Dandan
“El caso viene así: hace una semana mi sobrino viajaba en su auto, le cruzaron un auto, bajaron dos o tres y se lo llevaron.” Oscar es el tío de Roberto Sánchez, un joven de treinta años que desde hace una semana está en manos de una banda de secuestradores. Desde entonces sus captores se comunicaron cinco veces con la familia para exigirles 100 mil pesos de rescate. “No se los podemos pagar –sigue diciendo Oscar, desesperado–, por eso me atreví a llamar a los medios: para que la gente ésta se entere de que esta familia no tiene un capital como para entregarles esa plata.”
La pesadilla para los Sánchez comenzó el lunes 20, cuando Roberto se aproximaba a su trabajo, una pequeña empresa familiar de fabricación y reparto de galletitas que está en un barrio pobre de Mariano Acosta, en el partido de Merlo. “Fue a eso de las siete y media de la mañana –le cuenta ahora su tío a Página/12–, él estaba por la zona del Parque San Martín, le cruzan un auto, bajan una o dos personas para llevárselo.”
Roberto manejaba una Trafic de la galletitería, no es un auto de lujo pero es un vehículo llamativo en el paisaje del barrio. Esta característica les permitió a los investigadores tejer una de las hipótesis: para la Departamental de Investigaciones de Morón, por ejemplo, Roberto fue secuestrado “al voleo”, es decir, los secuestradores lo seleccionaron por las características de su auto y no por potentado. A la misma conclusión llegó su propia familia: durante toda la semana intentaron explicarles a los secuestradores que no tienen dinero para pagarles.
“¿Cuántas veces nos llamaron? –repite Oscar mientras va pensando el número–: tal vez unas cinco veces, pero siempre piden lo mismo.” El monto del rescate nunca cambió: “Imagínese –explica–, nadie tiene 100 mil pesos, ni juntándonos todos los de la familia, somos jubilados y ganamos un sueldito de 600 pesos”. Para quienes tienen retenido a Roberto, esas explicaciones no alcanzan. En alguna de las llamadas, le propusieron a la familia que salga a vender la Trafic. “Pero ¿cuánto nos pueden dar por la Trafic? –se pregunta su tío–, ¿20 o 25 mil pesos?, ¿y el resto?”
La entrevista con el tío de Roberto es parte de la estrategia que diseñó su familia después de una semana entera de llamados, de esperas, de silencio y de falta de novedades. Ayer abandonaron la negociación individual con la banda para fortalecerla, explican, a través de los medios de comunicación. “Estábamos cansados –dice Oscar–, queríamos que esto se hiciera público de cualquier forma.” Hablaron con radios, con programas de televisión para contarles a los secuestradores su situación pero también para darles algunos consejos: “Roberto es un chico enfermo”, dice Oscar, que detalla los problemas de asma de su sobrino, la necesidad del uso de algunos medicamentos o de unas gotas para los ojos por una operación reciente. “Este pibe no puede estar en cualquier lugar mojado o con humedad”, advierte.
El caso está caratulado como secuestro extorsivo; la investigación está monitoreada por Jorge Rodríguez, juez federal de Morón. Con la Justicia trabaja la Brigada Antisecuestros de la Bonaerense y la DDI de Morón. Aunque la Justicia aún no tiene pistas, los padres de Roberto están convencidos de que todavía está con vida. “Ya les pedimos pruebas”, cuenta su tío.
–¿Qué tipo de pruebas?
–Son señales de vida –dice sobre lo que parece, en realidad, un verdadero juego de ingenio. Las señales de vida son respuestas a una batería de preguntas claves–. Les pedimos por ejemplo –dice Oscar– cómo se llamaba el perrito de Roberto. O en otra llamada ¿en qué fecha se conoció con la novia? –Aunque Oscar ahora no se acuerda las respuestas, sabe que Roberto las contestó. Todas las respuestas siempre fueron correctas.