SOCIEDAD › AL CUMPLIRSE UN AÑO DEL ASESINATO, SUS AMIGOS PIDIERON JUSTICIA
Vigilia con velas por María Marta
Convocadas por Missing Children y la Red Solidaria, unas 200 personas reclamaron el esclarecimiento del homicidio en la Recoleta. La familia eligió defenderse a través de los medios.
Por Horacio Cecchi
Ayer, a las siete de la tarde, las puertas del Cementerio de la Recoleta ofrecían una escena atípica y absurda. Atípica porque las 200 personas reunidas en semicírculo, portando velas e imágenes de María Marta García Belsunce, clamando por justicia y por el esclarecimiento del caso, no conforman una escena habitual para el barrio. Absurda, porque la inercia judicial es en sí misma absurda. La idea fue impulsada por Susan Murray, de Missing Children y la Red Solidaria, y por un grupo de amigas de María Marta disconformes con las oscuridades que sostiene el caso a un año del crimen. El año no logró soldar en una la doble muerte de la víctima. Un hecho curioso destaca dónde se concentró la preocupación familiar: mientras las amigas reclamaban, eligió explayarse en su autodefensa en los sets televisivos, bien lejos del cementerio que alberga a la muerta accidental asesinada. Fue paradójico que el único aviso fúnebre publicado en homenaje no haya partido de la voluntad familiar sino del bolsillo de Oscar Sierco, ex de la funeraria Casa Sierra y coprocesado junto a Guillermo Bártoli por el certificado de defunción trucho (ver aparte).
La intención era organizar una vigilia con velas, “queremos hacer un símbolo, pedir luz para el caso”, dijo Susan Murray, uno de los motores de la reunión. La idea quedó cerrada a mitad de la semana pasada, pero venía gestándose desde hace tiempo, poco menos de un año, cuando algunos gestos y actitudes familiares empezaron a provocar sospechas. Y ayer, a las siete de la tarde, la idea tomó forma. Murray, compañera de María Marta en Missing Children; Inés Ongay, la amiga íntima de la víctima; y Juan Carr, de la Red Solidaria, se ubicaron sobre la explanada de ingreso al cementerio.
Alrededor de ellos, en semicírculo, se colocaron unas 200 mujeres y hombres, voluntarias de Missing, de la Red, de las Damas del Pilar, de los comedores infantiles que recorría María Marta, muchos portando una vela, algunos una pancarta con el rostro de la víctima. Se explicó por qué se realizaba el acto (para iluminar a la justicia), se pidió un minuto de silencio, y poco a poco los presentes tomaron ánimo para repetir una palabra desacostumbrada en sus bocas: “¡Justicia!, ¡justicia!”.
Fuera del centro de la escena, los comentarios eran diversos pero todos apuntaban en una dirección. “Si lo sacaron como un magnate de las finanzas, con un vaso de whisky”, decía un hombre indignado, refiriéndose a una entrevista al viudo célebre Carlos Carrascosa, publicada el domingo por Clarín. “Es maquiavélico”, decía una mujer mientras escuchaba a un vecino recordar el caso con pelos y señales. “Dos más dos son cuatro –intervenía otro–. Si querés al culpable tenés que decir abrí el brazo y que te saquen sangre.” “Sí, qué tanto retraso, es maquiavélico”, insistía la mujer. “Que pague el que lo hizo”, decía más allá una voluntaria. “Si ahora andan diciendo que no lavaron la sangre, es una vergüenza”, agregaba un tercero.
Mientras se desarrollaba la vigilia con velas frente a las puertas del cementerio, la familia se decidió por otra estrategia: el putsch mediático, que le dio buen resultado tras la detención del hasta ahora único procesado por homicidio, Carlos Carrascosa. En aquel momento, tras un mes de aparición mediática, el viudo fue beneficiado con la libertad morigerada. El domingo por la noche, en el programa “Hora Clave”, Irene Hurtig y Guillermo Bártoli soltaron, especialmente ella, todas las sospechas sobre el grupo de vigiladores de El Carmel y el vecino díscolo Nicolás Pachelo. Por la mañana, Carrascosa apareció en las páginas de Clarín, mostrándose como víctima del fiscal Diego Molina Pico. Y la semana pasada, Jorge Lanata difundió una entrevista de la misma parejita, el matrimonio Bártoli.
Y ayer, John Hurtig, hermano menor de Irene y medio hermano de María Marta, intentó contrarrestar, exaltado, las acusaciones sociales sobre la familia: aquellas que surgen de la negativa a extraerse sangre para comparar el ADN. “La familia –aseguró John durante una entrevista radial– está dispuesta a entregar las muestras de sangre. Pero que esté firme una resolución para que diga que la muestra es definitiva.” En realidad, el ofrecimiento de la familia coprocesada por encubrimiento calificado para extraerse sangre no es nuevo. Ya lo había advertido a cuanto medio se le cruzó por delante en marzo pasado, cuando comenzaban a tejerse los argumentos para acusar a Carrascosa por el homicidio.
Pero apenas el fiscal Molina Pico pidió que se realizaran las extracciones y el juez Diego Barroetaveña las ordenó, comenzaron los pedidos de nulidades, argumentando que las pruebas serían manipuladas por la Justicia. La detención del procedimiento durante más de cinco meses provocó la primera aparición ante los medios de Molina Pico, denunciando al juez y a la Cámara de San Isidro de obstruir el avance de la investigación.