ESPECTáCULOS › CINCO JOVENES DIRECTORAS DEBATEN SOBRE LOS CORTOMETRAJES QUE REALIZARON PARA TELEFE
“No somos la pata feminista del ‘nuevo cine argentino’”
Convocadas por el canal líder, con un auspicio de Sedal que fijó las ideas disparadoras del ciclo “Mujeres en rojo”, Albertina Carri, Ana Katz, Paula Hernández, Lucía Cedrón y Julia Solomonoff hablan sobre la vigencia del formato, las dificultades y placeres de la creación y los lugares comunes sobre la mujer.
Por Emanuel Respighi
Son jóvenes, talentosas y reconocidas por sus colegas, el público y la crítica. Tienen un presente brillante y un promisorio futuro profesional. Son cinco mujeres que comparten, además de haber nacido en la década del 70, la misma pasión: contar historias a través del lente de sus cámaras. Paula Hernández (Herencia), Albertina Carri (Los rubios, actualmente en exhibición en la cartelera porteña), Ana Katz (El juego de la silla), Lucía Cedrón (En ausencia) y Julia Solomonoff (de extensa trayectoria como asistente de dirección y a punto de estrenar Hermanas, su primer largo) son en la actualidad dignas representantes femeninas del denominado Nuevo Cine Argentino. “Tendríamos que ponernos un nombre, como si formáramos un conjunto de música”, propone Carri, antes de comenzar la entrevista con Página/12. Pero inmediatamente aclaran, a coro, para que nadie malinterprete el juego: “No nos pongamos un título porque si no van a empezar a decir que somos la pata feminista del cine argentino, o que integramos un movimiento de cineastas femeninas”. Nada de eso: sólo son cinco muchachas a las que el cine reunió. Y charla va, charla viene, se hicieron amigas.
La entrevista conjunta, esta vez, no está relacionada con la pantalla grande, sino con su hermanita menor. O con ambas, si se quiere. Es que las cinco amigas fueron convocadas por Sedal Pro-Color para que cada una filme un cortometraje cuya protagonista debía ser necesariamente –a los fines publicitarios– una mujer pelirroja. El resultado de aquella propuesta es “Mujeres en rojo”, el ciclo de cortos que Telefé emitirá a partir de mañana, al término de “Trato hecho”, cerca de las 23. En el programa, auspiciado por la marca de cosmética, se podrá ver cada domingo uno de los cinco cortometrajes –de entre 8 y 20 minutos– escritos y dirigidos por las cineastas. Eva, la historia dirigida por Hernández y protagonizada por Inés Estévez, abre la ingeniosa publicidad comercial teñida de programa de televisión. Dolores Fonzi, Erica Rivas, Katja Alemann y Natalia Lobo son las actrices que protagonizarán los cuatro cortos restantes.
–Si bien los guiones fueron escritos por cada una de ustedes, las ideas iniciales fueron preestablecidas por creativos de Walter Thompson, la agencia de publicidad de Sedal. ¿No sintieron una contradicción interna entre el interés personal y la necesidad de contar una historia a partir de una idea de un tercero?
Albertina Carri: –No, porque ellos inteligentemente vieron nuestros trabajos anteriores y nos ofrecieron historias que iban con cada una de nosotras. A Ana le propusieron una historia de actuación porque su fuerte es ése. A mí me propusieron dos historias y yo elegí Fama porque la sentí cercana a mí. Además, pese a que toco el núcleo de la propuesta –ser noble y auténtica–, tuve libertad creativa. Si hubiese sido una propuesta asfixiante no la hubiésemos aceptado.
Julia Solomonoff: –Yo no conocía todos los guiones. Pero luego de ver las historias terminadas me parece que se parecen mucho a los trabajos anteriores de cada uno. Tal vez difieran por el formato, pero la esencia se mantiene. Los cortos son hijos adoptivos de cada una.
Ana Katz: –A mí me pareció interesante trabajar por encargo. Es algo que se da poco en el país. Por lo general, una arrastra y pelea por el derecho propio de filmar hasta las últimas consecuencias. La libertad restringida del proyecto me permitió tener una experiencia diferente y atractiva, con una dinámica de compartir mi pensamiento con la mujer bosquejada por los publicistas.
Lucía Cedrón: –El hecho de estar poniendo tus intereses al servicio de un tercero, buscando encauzarlo en un camino propio, fue todo un desafío formal e intelectual. Yo entré en contradicciones permanentemente.
–¿Cómo resolvieron el hecho de tener que contar una historia y al mismo tiempo “vender” un producto?
Paula Hernández: –Es que no fue planteado desde ese lugar. Si bien había una unión de los cinco cortos –la protagonista tenía que tener el pelo rojo–, siempre fue muy claro que teníamos libertad para contar una historia. La idea era contar una historia de autor, más allá de cómo surgió el proyecto. No nos dijeron que tenía que aparecer la marca, sino únicamente una mujer de pelo rojo. No trabajamos en un esquema de publicidad.
A. C.: –Ni siquiera se muestra el producto. La marca lo único que hizo fue auspiciar y financiar el ciclo. Es como Constantini comprando arte. A mí me pareció interesante la propuesta, porque es casi imposible hacer un corto con producción en el país. Una carga con sus películas por años, es una pesadilla. Está bueno no ser directora, productora, guionista, camarógrafa y distribuidora al mismo tiempo. Al menos por una vez.
A. K.: –Y en caso de los cortos peor aún, porque se hacen a pulmón, con los pocos pesos ahorrados. Que un corto se pague es una cosa estrafalaria. Ojalá otras empresas copien este modelo. En mi caso hubo una cosa que se discutió y que tiene que ver con el concepto “aspiracional” que acompañó el proyecto. Ahí sí hubo una disputa relacionada en lo que para mí una mujer quiere ser y lo que opinaban los publicistas. Pero finalmente llegamos a un buen puerto. Me puso muy contenta cuando vi los cortos, porque cada uno describió a mujeres diferentes, que salían un poco de lo que por lo general se imagina lo que es una “mujer aspiracional”. Lo que para mí es una mujer aspiracional es muy diferente a la mujer que se piensa en la publicidad. Pero hubo libertad: no tuvimos que seguir los patrones de mujer que maneja la publicidad, que son muy excluyentes. Las mujeres se van a identificar con nuestras mujeres ficcionales.
L. C.: –No hay una homogeneización de la mujeres. Los cortos narran cinco mujeres diferentes. Está el sello personal de cada una de nosotras en cada mujer. Es muy fácil reconocer a cada una de nosotras en los cortos. Son películas muy testeables.
–Es extraño ver cinco mujeres al frente de un ciclo de cine...
J. S.: –El consumidor del producto que auspicia el ciclo es la mujer. Y me parece fantástico que se den cuenta de que está bueno que una mujer le hable a otra mujer. Lo que ocurre es que, en general, quienes deciden qué es la “mujer aspiracional” y qué es lo femenino no son mujeres, desgraciadamente. Está bueno que se contrate a mujeres para romper determinados estereotipos de mujeres que no nos representan, o representan a sólo una pequeña porción del universo femenino. Es necesario romper con los estereotipos de mujeres de la publicidad.
P. H.: –La idea inicial era contar historias de una mujer y les parecía interesante ver la visión de una mujer hablándole a una mujer. Pero no es un ciclo feminista ni quiere decir que haya un género femenino.
L. C.: –Es un ciclo femenino más que feminista. En todo caso, los que pueden temer que fuera feminista son los que les tienen miedo a las minas. Como nosotras no nos tenemos miedo, no nos plantemos si es feminista o no. No existe la mirada femenina como un todo homogéneo: cada una mira el mundo desde su lugar. El cruce de nuestras miradas podría definir un tipo de mirada femenino. Pero no la mirada femenina.
–Se las escucha enojadas...
A. C.: –Porque en la sociedad actual es excéntrico que convoquen a cinco mujeres para cualquier cosa. Pero debería empezar a ser normal.
P. H.: –Sorprende porque es un problema social. Hay muchos espacios que históricamente son ocupados por hombres y que de a poco las mujeres vamos avanzando.
A. K.: –Igualmente, faltan siglos para que la mujer sea tomada al mismo nivel que el hombre. Hace tiempo, para el estreno de mi película, me iban a sacar una foto. Yo les dije que esperen un minuto que me arreglo. Y el fotógrafo me contestó: “Pero no hace falta: si vos vas a salir como directora”. Ahí me di cuenta del imaginario social que dice que si sosmujer y pensás no te podés cuidar la imagen. Una idiotez que aún está vigente.
J. S.: –Más allá de que somos todas mujeres, lo que nos unió a nosotras fue la oportunidad de dirigir algo que nos interesa. Podría haber habido hombres también.
A. C.: –En los ‘70 fue muy importante la existencia de un festival de cine de mujeres. Pero seguir hablando de este tema ahora es como darle la razón al poder. Es ponerte en el cine de las minorías. A mí me ha pasado que me invitaron a hablar del cine de las minorías, por ser integrante del cine latinoamericano. Pero yo no soy minoría, ni como latinoamericana ni como mujer. Porque si no competís de igual a igual entrás en un juego perverso. Es no poder romper con las convenciones.
–¿Les causa una expectativa especial la emisión de sus trabajos por TV?
P. H.: –Las expectativas son la de ver tu trabajo en pantalla. Esta bueno que los cortos tengan una difusión y que pueda llegar a espacios que históricamente los cortos no tenían acceso.
L. C.: –El cortometraje es un género que insólitamente en Argentina no tiene mercado. Por tal motivo, en general los cortos son actos de amor. Uno hace cortos porque tiene muchas ganas de hacerlos, pero no hay posibilidades de hacerlos ni de difundirlos.
–¿Creen que existe un menosprecio del género en relación al largo?
J. S.: –No se trata de si es valorado o no, sino que no tiene mercado. El público desconoce los cortos. Aquellos que miran cortos les gusta el género, tal vez más que el cine. El problema es que es muy difícil llegar a ese público. A mi me han preguntado qué era un corto y dónde se pasaban. El problema es básico: la gente desconoce que existen los cortos.
L. C.: –Hay un tema que también influye. Por lo general, los cortos son los primeros pasos que uno hace para tener una herramienta o rodar algo. Y como todo en la vida, cuando uno empieza a veces lo malogra. No hay ninguna vergüenza en ese sentido. Pero el corto es un género en sí mismo, al nivel del largo. Es como la novela y el cuento. Son dos géneros diferentes, con estructuras y formas de racconto propias, que no se desmerecen entre sí.
–¿Y es bueno que el espacio de difusión de los cortometrajes sea la TV?
A. K.: –Creo que el aporte que la TV le puede dar al cortometraje es infinito y fundamental. La TV es el medio de comunicación más masivo. Lamentablemente, la TV y los cortos ahora están disociados.
L. C.: –La TV tiene mala fama porque se ha hecho maltrato de su función social. Muchas veces se baja el nivel de las programaciones al nivel del espectador medio. Pero también se puede elevar ese nivel, haciendo programas nobles. Pero el cine y la TV no van por caminos separados.
J. S.: –Hay que terminar con los prejuicios y hacer más películas, ya sea en cortos o en largos, en TV o cine, mujeres u hombres. Hay que abrir puertas sin perder la identidad y los valores de cada uno.