ESPECTáCULOS › LA SERIE “24” MARCA LA AGENDA POLITICA EN EE.UU.
Vuelve el recurso del miedo
Con un extraño poder profético, las aventuras de Jack Bauer anticipan los ejes de la paranoia estadounidense. Ahora la amenaza es la infección química y avanza el “peligro” hispano.
Por Julián Gorodischer
La serie oráculo tiene un extraño poder profético que acredita pegadas sorprendentes: en el 2003, antes de la invasión a Irak comandada por George W. Bush, la trama adelantó lo que vendría, los ataques preventivos. La ficción narró, antes que el noticiero, un modus operandi de comienzos de siglo: atacar movidos por la duda y no por la evidencia. Pero, claro, allí donde reina el guionista, el presidente Palmer (interpretado por el actor Dennis Haysbert) hizo lo imposible para evitar el bombardeo, enfrentado a asesores, oposición y opinión pública que reclamaban mano dura. Una vez más, en el 2004, 24 (Fox, lunes a las 21) lee la agenda política que se viene. Genera noticia antes que la CNN.
La serie de Kiefer Sutherland se anticipa al horror: la infección química se ha metido en el corazón del Imperio. Exporta el temor norteamericano al resto del mundo en un tándem con los productos de Roland Emmerich (Día de la Independencia, El día después de mañana) que consuma el miedo ancestral de la profecía autocumplida, pero en los antípodas del abanico ideológico. Emmerich es el gran justificador del “dar respuesta”, constructor del típico héroe americano clásico que sale a revertir la destrucción o la catástrofe (marcianos, cambios climáticos) con mejor o peor suerte, pero siempre con una justificación de peso: el Imperio está en peligro. 24, en cambio, construye un presidente progre siempre afín al ideal demócrata, y rebelado frente a la presión por dar palizas al resto del mundo. 24 retoma, eso sí, el nuevo imaginario del horror: la enfermedad reemplaza a la explosión, y el virus manipulado subordina al arma de fuego.
Lo que viene, en tal caso, es el pánico frente al ciudadano infectado. Es la prevención histérica frente a la amenaza química que, en la serie, llega con un posible atentado con el virus alterado de la neumonía. Las acciones de Jack Bauer (Kiefer Sutherland) están enteramente dirigidas a desarticular la posible contaminación masiva de Los Angeles. El cambio de foco (virus en vez de armas de fuego) desarticula un estilo narrativo clásico de la serie de acción: aquí el centro del relato no es el enfrentamiento, ni la batalla o el tiroteo, sino el trabajo de inteligencia. 24 es un cuento más apegado a los artículos de una burocracia de oficinas que al equipo de combate. Adquieren nuevo status objetos como el celular, la computadora, el fax, para que se despliegue la virtud del héroe. Para él, todo ocurre entre cuatro paredes, casi aislado, reconcentrado y con poco contacto con el mundo exterior. El siglo XXI otorga a su policía un nuevo estatuto: agente de interior (aunque se llame “de campo”), hiperracional, conectado con la política (en diálogo fluido con el presidente Palmer), y amenazado por un villano novedoso. Mientras cae el crimen organizado, el mal se reencarna en estado absoluto, en la utopía perfecta del terror: enfermedad de masas. Donde antes hubo bienes en peligro (estafas, robos, secuestros extorsivos), hoy reina el temor primario: la salud en riesgo.
Pero el poder predictivo de 24 anuncia otra tendencia: el modo en que los Estados Unidos se cierra sobre sí mismo con la imposición de dificilísimas visas, el rebote a los latinos indocumentados, el ojo avizor frente a cualquier recién llegado musulmán. Pues bien, el peligro no es el rostro del foráneo sino uno más profundo: el mal podría entremezclarse entre nosotros y corromper al héroe; podría transmutar al bueno y colarse en la sangre como un virus o una bacteria, tan informe y súbito como una infección. Jack Bauer podría haber sido tomado por el modo de vivir del narco (después de una convivencia de seis meses); sus cualidades morales podrían estar en peligro después del contacto extendido: ahora se inyecta drogas y está muy nervioso, perdió el temple, maltrata a su asistente, se irrita con facilidad. Allí lee la serie la mutación de la amenaza: ya no es un cuerpo humano sino un organismo minúsculo, ya no es un nombrepropio. La invasión cambia de nombre: es una infiltración sutil y más poderosa que altera hasta al protagonista. ¿Cómo mantener la pureza? Con el cambio en la personalidad de Bauer, llegan flamantes paranoias: la leyenda urbana (infecciones masivas, virus alterados para matar más rápido) se hizo posible, y hay menos formas de prevenirse. La mejor defensa, en ese caso, es retomar el clásico de la xenofobia: una tonada o un color de piel oscuro anuncian, como en la Guerra Fría revisitada, al enemigo entre nosotros.
Ahora bien, si 24 sabe leer lo que se viene, estamos en problemas. Saturada la invasión a Irak, capturado Saddam, con dudosa probabilidad de encontrarse armas químicas en Medio Oriente, el peligro es latinoamericano, encarnado en la figura de los hermanos mexicanos Salazar. Bauer convivió con ellos, y hasta se volvió adicto a la metadona como consecuencia de la infiltración. Ahora está tratando de zafar de su dosis diaria, mientras lucha contra la amenaza latina: contaminarán a Los Angeles con el virus letal. ¿Así regresa Latinoamérica al centro de la escena política? Vuelve al bando de los malos la tonada mexicana, la violencia del macho tijuano, una nueva cara para el primitivismo que cambia el velo islámico por el bigote texmex con la simplicidad de un enroque. Ahora resulta que la amenaza es el contrabandista del norte mexicano, justo en el momento de mayor cierre de fronteras que se recuerde, justo cuando falta un enemigo nuevo que desplace el foco del debate preelectoral. 24 lo encontró primero, antes que los diarios y el noticiero. Sólo queda esperar.