ESPECTáCULOS › ENTREVISTA A FACUNDO ARANA, QUE VUELVE A LA PANTALLA DESPUES DE UN AÑO
“No me vuelvo loco por estar en la tele”
El actor protagoniza la telenovela Padre Coraje, que constituye la principal apuesta de Pol-Ka para este año. Pero más allá de ese sitio de sobreexposición pública, Arana privilegia otras cuestiones, que lo alejan del “galán” convencional. Hasta se permite reconocer que su personaje en la tira le queda grande.
Por Emanuel Respighi
Acompañado por su perra Pampa, Facundo Arana se presta a dialogar con Página/12 en medio del break para almorzar dispuesto por la producción de Padre Coraje, la telenovela que empezó anoche, a las 22, en Canal 13. Mientras se acerca al mostrador para pedir una suculenta porción de comida (“es para mí y la perra”, aclara), el actor no deja de saludar e intercambiar bromas con algunos técnicos y actores que a esa altura ya atacan el postre. Servicial y atento, el actor alcanza un par de sillas y limpia con sus propias manos y sin ningún complejo la mesa en la que transcurrirá la entrevista, pidiendo permiso de antemano a un par de productores sentados a un costado. Se lo ve relajado y sin ningún aire de estrella. “¿Están seguros de que ya comieron, no?”, les pregunta por décima vez al cronista y al fotógrafo, mientras invita y sirve una bebida gaseosa. Su amabilidad no deja de sorprender en un medio tan mezquino como la TV. “Lo que llama la atención no es mi forma de ser, sino que yo sea un actor con esa manera de comportarme. Pero yo soy una persona que tiene los mismos miedos, afectos y virtudes que el resto de los mortales”, subraya, con una humildad que no da la sensación de ser impostada.
Ambientada en la década del ‘50, Padre Coraje es la principal apuesta de Pol-Ka para este año. No sólo porque debe cargarse la responsabilidad de levantar la audiencia del 13 luego del mal paso dado con Los pensionados, sino porque la telenovela está pensada para ser vendida al exterior e incrementar las arcas de la emisora programada por Adrián Suar. Protagonizada por Arana, Nancy Duplaá y Carina Zampini, Padre Coraje recupera la producción de las telenovelas de época en la TV argentina, tradición que se había perdido con el alejamiento de Alejandro Romay del 9. “Hace algunos años Pol-Ka cambió la manera de hacer TV, implantando un nuevo estilo que luego fue evolucionando. Creo que Padre Coraje es el resultado de todos esos aprendizajes que se fueron tejiendo en los últimos diez años de la TV”, apunta el actor, que regresa al protagónico tras un año alejado de la pantalla chica.
–Vuelve a trabajar en una telenovela de Pol-Ka, después de 099 Central. ¿Eso renueva el entusiasmo?
–Sí, creció el entusiasmo. Sobre todo porque después de 099 Central pude parar y tomarme un tiempo que me vino muy bien. Me sirvió mucho alejarme un poco de la vorágine televisiva, y poder analizar qué había hecho hasta acá, y qué quiero para más adelante. Cuando uno está trabajando tanto, no piensa que puede parar la pelota un año.
–Una mirada objetiva que suele perderse cuando se está dentro de la locura de la industria...
–No es lo mismo estar jugando un partido de fútbol que sentarte en la tribuna y observar desde afuera. Cuando estás en primera persona no te das cuenta de un montón de cosas. Me tomé ese tiempo para mí. Y estuvo bien.
–Es raro, porque hay un mito televisivo que dice que los actores deben aprovechar al máximo su momento.
–Cuando no tenés nada para hacer, es más fácil dedicarte a vos, al laburo. Yo privilegio siempre mi vida por sobre el trabajo. Estoy redoblando la apuesta: ahora que estoy bien en lo personal, encaro con todo el laburo. Me parece que así vale la pena vivir. Yo no perdí estando un año afuera de la pantalla. Más bien gané. No se trata de estar en la TV todo el tiempo, si eso significa olvidarte de lo esencial. Prefiero pecar de idealista, antes que de idiota.
–No se desvive por estar en la TV...
–Yo vivo el laburo de la actuación de una manera artesanal. A mí me gusta contar historias de la mejor manera posible y poder disfrutar de esas construcciones. Me gusta ver cómo se van tejiendo las historias, larelación de los personajes, todo el esfuerzo que demanda Padre Coraje... No me vuelvo loco. Esa es la única forma de disfrutar el trabajo.
–¿Le molesta que el nombre de Facundo Arana esté asociado más al “galán” que al “actor”?
–Depende cómo se use. La palabra galán viene de galante, por lo que no tendría que ser peyorativo. Históricamente, galán es un término más teatral que televisivo. El problema es que pareciera que ahora ser galán no significa ser actor, está menospreciado. La telenovela cambió muchísimo en el último tiempo. De hecho, nosotros estamos haciendo una telenovela contada de una manera cinematográfica, si bien conserva los códigos tradicionales. Por supuesto que soy el galán de Padre Coraje. Pero ojo: ante todo soy un actor, que hoy hace de galán por una cuestión de edad y de rol. Mañana haré del tío del galán, después seré el padre y más tarde el abuelo del galán. Es el proceso natural del actor.
–Pero el peso de las telenovelas cae en manos de los protagonistas...
–El centro de la escena de un programa no gira alrededor de un galán, sino de una historia. Ese es un cambio en la telenovela: antes, todos los personajes daban vuelta alrededor de la historia principal. Hoy la historia va dando vueltas en torno a todos. Ya no está quieta. Es un cambio en la forma de narrar. Los actores, técnicos, vestuaristas, guionistas y directores corremos detrás de la historia. Nadie es más importante que otro a la hora de hacer una telenovela.
–El hecho de que Padre Coraje esté concebida como una telenovela de época con vistas al venderse al exterior, ¿le cambia la forma de actuar?
–Hace tiempo que los productos argentinos están bien vistos afuera. Pero yo actúo de la misma manera. Te da un vértigo especial saber que tu trabajo se ve en todo el mundo. La TV argentina se propagó masivamente.
–¿Por qué ahora los programas nacionales se venden y antes no?
–Se globalizó todo. El lenguaje de las telenovelas está globalizado. De lo contrario, ¿cómo se explica que lo mismo que nos emociona a nosotros hace llorar a los turcos, a los palestinos, a los israelíes, a los rusos? Es un fenómeno increíble. La TV argentina tiene un gran nivel de ficción. De hecho, vienen productores del exterior a ver cómo se trabaja.
–¿Tiene ganas de trabajar en el exterior?
–¿Para qué me voy a ir a trabajar afuera si lo que hacemos acá es un éxito en el mundo entero? Lo que me preocupa es el atraso tecnológico que provocó la devaluación, que ahora no se percibe tanto pero si no nos reabastecemos se va a sentir en el mediano plazo. Ojalá que no nos pase la gran ATC. Aunque nosotros tenemos una gran capacidad para atar todo con alambre y seguir adelante. Los argentinos sabemos sobrevivir. Por eso cuando tenemos con qué, somos Gardel.
–¿Cómo vive el hecho de ser la primera movida de Suar para levantar el rating?
–No lo vivo como una presión extra porque yo me limito a contar una historia. La presión la deben tener otros. Más que una presión, a mí me divierte ser uno de los peoncitos del ajedrez. Me honra salir a pelearle a la reina. Si jugar al ajedrez fuese una presión, ¿cómo vivís la vida real, donde pasan las cosas verdaderas del ser humano?
–Pero no me diga que no se interesa para nada por el rating...
–Pero a mí no me corresponde hablar como productor o programador. Mi atención está puesta en contar una historia. Si la atención se desvía al rating te volvés loco. El rating es una consecuencia del trabajo.
–¿Le gusta el horario de las 22?
–Sí, después de Soy gitano y Resistiré hay un público más grande que consume telenovelas. En los últimos cinco años se produjo una saturación en la gente de programas tipo varieté o realitys.
–Padre Coraje es la búsqueda de una utopía justiciera en un país injusto. ¿Es un personaje ideal para usted?
–Es un personaje trágico para mí. Porque si bien tengo mucho de donde aferrarme y aprovechar, siento que no puedo atraparlo del todo. Me da mucha impotencia. Creo que para poder interpretar cabalmente este personaje me faltan alrededor de veinte años de vida. Me tocó a los 32. Es un personaje absolutamente simple, pero con un espíritu que acompaña a los grandes idealistas de la historia. Yo voy a hacer el mayor esfuerzo posible para contar un personaje, pero siento que me queda grande. ¿Por qué no habría de admitirlo? Es la pura verdad.