ESPECTáCULOS › EN LA COCINA DE LOS GUIONES DE “PADRE CORAJE”
La Cruz, metáfora argentina
En medio del frenesí de la escritura diaria, Marcela Guerty y Marcos Carnevale comparten las claves de un guión que incluye personajes históricos, vicios privados y un pueblo casi en llamas.
El ambiente ayuda: la casa es como un altillo, algo perfumado, con un gato que ronronea aunque no lo toquen. Es la fantasía del escritor aislado, en los altos de esta cabaña en el centro porteño, la casa del guionista. Marcos Carnevale y Marcela Guerty ingresan en el estado febril que se enuncia en cifras: 30 escenas en tres horas. La escritura se hace hablando, en amable tormenta de ideas bajo presión. “Si el episodio de hoy está mal –asume Carnevale–, mañana no lo perdonan.” ¿Tal vez sean hijos del rigor? La factoría Pol-ka les enseñó el ritmo de catorce horas sin respiro y las historias en términos numéricos (“el de ayer hizo 24”). ¿Lo que los inspira es esa foto de Adrián Suar, en la tapa de la única revista que asoma en el canasto? Preside la escena como un Gran Maestre al que le deben lo que son: la dupla que mató al “autor-individuo”, los dueños de Soy gitano y Padre Coraje, conocidos por “alocar” la ficción.
Y aquí están, bajo la mirada de Il Capo, mientras se les ocurre la pegada que deberá sostener uno de los éxitos de este año. El boom empezó con el retorno de la novela tradicional que traería a un ladrón de caminos (Coraje), devenido cura impostor (el Padre Juan), tironeado entre dos chicas, una buenísima y otra villana. Pero pronto se acabaron las criaturas lineales. No podrían llegar más lejos: en el centro, las hermanas Guerrico se ratonean con el cura. En los márgenes, el doctor Ponce (Luis Machín) se viste, por las noches, como una drag queen mientras Amanda (Leonor Benedetto) concede, de frac y bigotito. Pero La Cruz no se limita al racconto de vicios privados: en pocas manzanas hay una pequeña Argentina que satura las visitas de personajes históricos hasta la parodia (Tita, Gatica, Perón, Evita, y esta semana llegará el Che, interpretado por el actor Lucas Ferraro), con intención de hacer parábola. Nunca es grosera, pero evidencia sus cruces con la “argentinidad al palo”: el poder concentrado en uno solo (el intendente Costa), intervención militar y traslado de sospechosos de ser Coraje para un simulacro de fusilamiento.
–¿La Cruz es una metáfora de la Argentina?
Marcela Guerty: –El pueblo tiene cosas del país, se parece demasiado a la Argentina. La demencia en el poder, el paternalismo, el robo de niños. Y ahora la intervención militar.
Para ayudar al reflejo surgió la “novedad 2004 en tiras”: el desfile de figuritas y figurones que incluyeron a Perón, Evita, Gatica y la Merello, todos en La Cruz como si se tratara de una condensación de símbolos patrios. Junto con el estreno de Ay Juancito en cines, incluyeron a Perón (por Víctor Laplace); junto al Che de Gael García Bernal, en Diarios de Motocicleta, ahora llega el Che joven a hacer una pasantía como médico en La Cruz. Extraña o casual correspondencia con la pantalla grande, la visita del “invitado especial” genera insólitas reacciones en la farándula, como el reclamo de alguna figura por su propia aparición, para comprobar que también brilló en los ‘50. Padre Coraje incluye y legitima, pero a veces con permiso para hacer parodia.
M. G.: –El Che Guevara hará una pasantía con el doctor Ponce. Y armará una pequeña revolución contra Costa, tomará la cerealera del pueblo.
–Da risa...
M. G.: –La parodia se da en el contraste de la idea con la historia. Pero, a veces, querés jugar un poco y hacerle decir frases como: “Hasta la victoria, siempre”. Y que Victoria sea el nombre de una calle del pueblo, y el lema una indicación de cómo llegar.
Pero, más allá de los guiños, podría leerse a Padre Coraje apenas como un pequeño tratado sobre pueblos, y seguiría siendo atractivo. De cómo se construye una infamia de habladurías (sobre los amoríos del cura), o de por qué se discrimina al diferente (putas y retardados). Casi como un retrato documental, que no exigió a los guionistas un recorrido por la provincia. La memoria emotiva ayuda.
M. G.: –Crecimos en pueblos con ese mismo deseo de que los visite una personalidad ilustre, de encontrarse con el famoso, y que ese día quede registrado. Que se sepa que Susana Giménez bajó en la estación de servicio, y que entre en la historia.
Marcos Carnevale: –Pero también con marginación al diferente, donde el gay tiene que ocultarse o salir con mujeres porque no tienen mercado y se enamoran de heterosexuales. Donde ser puta era lo peor que te podía pasar.
Son tan proclives al recuerdo como un matrimonio de muchos años, aunque sean “sólo socios”. Todo el día juntos, en la tortuosa charla de café que es la escritura de una tira. Aseguran que ni se les ocurre llamarlo a Suar como harían otras duplas (¡no pidan nombres!), para decirle que “esa idea es mía o esa cagada fue por culpa del otro”. “En definitiva –dice Carnevale–, Adrián sabe muy bien a quién se le ocurrió sin que lo digamos.” Pero no debe ser fácil sobreponerse a la muerte del autor, borrar el crédito de cada uno, firmar en pares y canjear la escritura por un diálogo. “Otra gente labura por separado –dice Guerty–, pero después no hay un conjunto unido por un concepto, ni continuidad fluida. No podés ir pasándote la posta: o te conectás bien con alguien o no.” ¿Pero cómo se les ocurrió enfiestar a Leonor Benedetto travestida en una escena que ya es antológica?
M. G.: –Eso justamente salió de Leonor. Ella pensó que estaría buenísimo hacer una fiesta con Olmos y Ponce.
El teléfono rojo se habilita en contadas ocasiones. Pero a la Benedetto le atribuyen una “cabeza muy buena” y por eso aplican sus sugerencias. Al resto del elenco lo atienden con cortesía. “Llaman, pero no piden –admite Carnevale–. Les damos mucho, todos pueden lucirse, y están tranquilos.” Tal vez se luzcan porque están muy sexuados, en una tira en la que se respira una permanente tensión erótica, y donde el intercambio de parejas y el permiso para realizar fantasías (travestirse, estar de a tres o desear al cura...) recuerda a los mejores aciertos de Resistiré.
M. G.: –Un objeto de deseo no crece si mostrás la escena sexual. Todo lo contrario: se hace más grande si hay restricciones.
M. C.: –En verdad, se cogió muy poco. Nos funciona más la calentura y el ratoneo, en un clima de dilación (estirar, contrariar, recuperar ese aire de la comedia blanca de los ‘50) que aumenta la tensión y posterga el encuentro. Es que una vez que lo consumaste, se acabó.