ESPECTáCULOS › ENTREVISTA A MERCEDES MORAN Y JORGE MARRALE, JUNTOS EN ESCENA
“Hay angustia en tono de comedia”
La pareja protagónica de Pequeños crímenes conyugales cuenta cómo juegan la violencia y el deseo en esta puesta de Rubén Szuchmacher, que se representa en la Sala Pablo Picasso del Complejo La Plaza.
Por Hilda Cabrera
El título de la obra está tomado del libro que escribió Gabriel, protagonista junto a su mujer Luisa de Pequeños crímenes conyugales, del francés Eric-Emmanuel Schmitt. El hombre opina que la pareja es básicamente una sociedad de asesinos. Los une la violencia del deseo. Entablan una lucha y el fin de ésta es la extenuación y el placer. La tregua sería el matrimonio. Sobre ese preconcepto discurre una historia donde el esposo –autor de novelas policiales– padece los síntomas de una amnesia tras un nunca develado accidente doméstico, en tanto su mujer aparenta esforzarse en que recobre la memoria. El tema es la relación de pareja y el “misterio” de la formación de los vínculos. “Existe un imaginario sobre el otro construido a partir de los propios deseos”, opinan la actriz Mercedes Morán y el actor Jorge Marrale, intérpretes de Pequeños crímenes..., pieza que acaba de estrenarse con puesta del director Rubén Szuchmacher. La obra se ofrece en la Sala Pablo Picasso del Paseo La Plaza (Corrientes 1660), de jueves a domingo. La amnesia es el pretexto para construir un juego donde la pareja indaga sobre la convivencia y “hasta dónde uno es como cree ser o como el otro quiere que sea”. Marrale califica por igual a mentiras y verdades de contundentes y piadosas. Que se aplique a unas y otras varía con la situación dada.
–¿Por qué piadosas?
Jorge Marrale: –Porque en el fondo de esa relación está el amor y no la compasión. El amor apuntala cualquier crisis, pero es siempre una construcción de dos.
Mercedes Morán: –La convivencia necesita acuerdos. Uno promete y desea creyendo que al día siguiente todo será como lo previno. Pero llega el momento de “revisar” la relación y uno descubre cuánto interviene en ésta el aspecto cultural, la fantasía... Gabriel es autor de novela negra, le gusta la intriga...
–Y elaborar teorías, como las que menciona Luisa.
M. M.: –Que son graciosas y no intentan ser aleccionadoras. Lo interesante es que Schmitt con esas teorías que pone en Gabriel no baja línea.
J. M.: –Pero esos discursos dejan entrever cierto agotamiento en la construcción que cada personaje hace del otro. Al recordarle esas teorías, la mujer está criticándolo. Conoce sus opiniones de memoria. Eso pone en duda el lugar común de “lo conozco (o la conozco) bien, entonces lo amo”. Conocer al otro no significa quererlo para siempre.
M. M.: –Cuando Luisa toma conciencia de lo que piensa Gabriel sobre la pareja leyendo su libro, las palabras impresas se le convierten en disparador.
–¿Qué opinan de la puesta?
J. M.: –Que fue el resultado de una indagación. Rubén (Szuchmacher) buceó junto a nosotros.
M. M.: –Nos acompañó muy bien. No hay que olvidar que los personajes son dos mentirosos y eso, para nosotros, en tanto actores, implica un doble juego, porque se supone que también el actor miente. Este es un código que esperamos se entienda. Nuestro trabajo en escena fue “codo a codo”.
J. M.: –Y es difícil de lograr, porque en ese doble juego uno puede equivocarse seriamente. No se puede entrar a esta obra de cualquier manera. Hallar la entrada fue un descubrimiento de los tres. Este es un trabajo con escalones que debemos transitar de a poco y dejando un espacio para la sorpresa.
M. M.: –Se parece a los shows de magia y a sus trampas.
–¿Podría ser ésta una pareja reconocible en cualquier lugar?
J. M.: –Siempre que sea de esta época y haya convivido unos años. Gabriel y Luisa llevan quince años de matrimonio. En la obra aparecen puertas que son importantes. La puerta es un símbolo. Nuestras preguntas y reflexiones sobre el amor las incluyen: “¿Por qué si te amo te cierro la puerta en la cara?”, es una frase que alguna vez se pensó o se dijo, como “Porque te amo, espero que no me cierres la puerta”.
M. M.: –Es una manera más de reunir al humor con el dolor y de incorporar la angustia en tono de comedia, porque esta pareja ha sobrevivido a cosas muy feas. Los planteos que se hacen son definidos en tiempo real, el que dura la obra: una hora y veinte minutos.