ESPECTáCULOS › LUIS ORTEGA, REALIZADOR

“Nadie está siempre dentro del sistema”

 Por Mariano Blejman

Pocos podrían imaginar que Luis Ortega es hijo de aquel factótum del sesentismo light llamado Palito Ortega (un músico de canciones de “no protesta” que con el tiempo devino actor, político y, por si falla la memoria, gobernador de Tucumán). ¿Cómo es posible que de aquel clan de pasatistas despreocupados haya surgido el cineasta Luis Ortega, quien con apenas 25 años (nació en 1980, después del Mundial ’78 y antes de la guerra de Malvinas) haya filmado ya dos películas por lo menos atrevidas? Porque lo de Caja negra no fue un caso aislado. No deja de ser un hallazgo que el propio Ortega se haya animado a usar un par de canciones de su padre y la presencia de actriz de su madre (Evangelina Salazar) para contar su película Monobloc, estrenada ayer en el VII Bafici.
La Madrina (Rita Cortese) y Perla (Graciela Borges) son el mundo para la “nena” (Carolina Fal), que transcurre en una especie de monoambiente, que sólo alteran su monotonía sesiones de transfusión de sangre a las que se somete Perla y encuentros sexuales prácticamente anónimos. Luis Ortega contestó las preguntas por correo electrónico desde Brasil, donde hasta hace apenas horas estaba terminando la primera copia de Monobloc.
–En Monobloc se centra en el encierro y también aparecía algo así en su anterior película: ¿tiene predilección en retratar lugares cerrados?
–No lo pienso como lugares cerrados. Más bien son personajes aislados de la sociedad. Por su parte, ese alienamiento es producto del sistema social que los deja solos. Aunque no creo que nadie esté realmente adentro del sistema. Se puede fingir más o menos. Pero la verdad personal de los individuos es un secreto que no se comparte con la sociedad.
–¿Este interés por el espacio cerrado proviene de alguna experiencia personal?
–Respecto del encierro, supongo que sí es una experiencia propia. De hecho estoy encerrado en un cuerpo y de eso depende mi existencia en este mundo, así que más vale que me empiece a amigar con la idea. Tal vez deba empezar a hacer yoga.
–¿Por qué la monotonía de ese “monobloc” sólo se altera por cuestiones tan escabrosas como las sesiones de transfusión de sangre de Perla y por los encuentros sexuales de la “nena”?
–La monotonía no se altera nunca. Las transfusiones de sangre son cotidianas para este personaje y los encuentros sexuales de Nena también. De todas formas, la “monotonía” es algo subjetivo. Si todo está en permanente cambio, eso también es monotonía. Estar en el mundo significa atravesar distintas circunstancias, pero todas suceden dentro del mismo mundo. Por eso quizá lo único que logra romper con la monotonía es la muerte.
–¿Cómo fue el hecho de trabajar con un guión ajeno, de Carolina Fal, quien a su vez es actriz dentro del film? ¿Aportó su doble función de una manera diferente?
–Nunca sentí que estaba trabajando con un guión ajeno. Al principio comenzamos juntos. Luego cada uno siguió escribiendo en su casa y después unimos escenas. Lo que sí me fue completamente ajeno fueron los diálogos. Las escenas que yo escribía, generalmente no tenían diálogos (y son menos que las escritas por ella), y sucede algo interesante con el contraste entre lo que se dice y el espacio en donde se está diciendo. Es como si los personajes no estuviesen viendo el mundo en donde viven. El hecho de que ella tuviera esa doble función también hizo que yo no le tenga que explicar casi nada de cómo debía ser su actuación. Ella ya sabía todo, menos lo que yo iba a hacer con la película. La verdad es que nunca interfirió en mi trabajo, y eso se lo agradezco. Me imagino que no debe haber sido fácil para ella.
–¿Se siente parte del “nuevo cine argentino”? ¿Cómo evalúa la situación actual de ese movimiento?
–Nunca sé bien a que se refieren con “el nuevo cine argentino”. Supongo que quieren decir que son películas hechas ahora, en estos últimos años. En ese caso sí, mi primera película la empecé en el ’99. Eso me hace ser parte de un movimiento. Siempre es lindo sentir que uno forma parte de algo, aunque sea mentira. El cine de Lisandro Alonso, a quien admiro y respeto, no tiene nada que ver con Monobloc, pero Monobloc tampoco tiene nada que ver con mi primera película. No hay una estética ni un discurso que una a todas las películas de estos últimos años. Me parece más bien una forma de venderlas afuera y de que el público argentino sienta que va a ver algo que antes no había visto. Es un engaña-pichanga. Aunque al menos espero que sirva de algo.
–¿Es cierto que los directores de cine necesitan de los festivales para terminar sus películas?
–Necesitamos del Incaa, de los festivales, de los concursos, de los fondos, de los empresarios, de los millonarios, de nuestros ahorros, de los ahorros de nuestras novias, de resignar nuestro sueldo...

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