ESPECTáCULOS › RETROSPECTIVA DE GANDINI
La trayectoria de un músico atípico
En cuatro conciertos, Gerardo Gandini, junto al Ensamble Süden, recorrerá su obra.
Por Diego Fischerman
Retrospectiva no es otra cosa que mirar hacia atrás. Pero hay dos cosas, por lo menos, que deben decidirse. La primera es desde dónde se mira y la segunda cuán atrás se quiere llegar. Gerardo Gandini es uno de los compositores más importantes de la Argentina. Su nombre resulta inevitable cuando se repasa la creación musical de los últimos treinta o cuarenta años. Es, además, un personaje atípico para la música de tradición académica: tocó jazz, fue pianista del último sexteto de Astor Piazzolla, ganó un Grammy por su primer volumen de improvisaciones sobre tangos grabado en vivo en Rosario –el segundo está por publicarse– y escribe arreglos para Fito Páez. Y, por otra parte, es un hombre culto.
Tal vez por eso, o quizá por la vacuidad del ambiente musical local, se mueve más entre escritores, pintores y ensayistas que entre compositores. Es posible que de allí venga la idea de una retrospectiva, algo mucho menos común en la música que en otras artes. Gandini empieza hoy una serie de conciertos bautizada, precisamente, Retrospectiva 1959-2005. “Hay obras que ya me son ajenas. Hay una, por ejemplo, que es de 1959, de cuando tenía 23 años. Y, por otra parte, son dificilísimas, así que las tengo que volver a estudiar. Es como si fueran de otra persona pero, al mismo tiempo, me doy cuenta de que, en realidad, uno siempre escribió la misma obra”, explica, puesto ante la atípica situación de encontrarse con una composición al lado de otra, en un país de primeras (y únicas) audiciones. “La mayoría de las obras serán segundas audiciones; se estrenaron y desaparecieron. Pero hay también estrenos, entre ellos una composición de 1963 que no se tocó jamás”, cuenta a Página/12.
Los cuatro conciertos serán en la Asociación Cultural Pestalozzi (Freire 1882) y, además del de hoy a las 20.30, tendrán lugar el sábado 14 y el 21, en el mismo horario, y el domingo 29 a las 20. En cada uno de ellos el compositor dialogará con un musicólogo diferente y, además de él mismo como pianista, participará el notable Ensamble Süden junto a la excelente soprano Carla Filipcic Holm. “Hubo algo poco común y a la vez fantástico, y fue que el grupo se acercó a mí para decirme que querían tocar obras mías y poder trabajarlas conmigo. De más está decir que esto es a pura pérdida y que no sacan un peso”, dice Gandini. El concierto inicial de la retrospectiva, que no sigue un orden cronológico, incluirá Música ficción, de 1980 –conformada por las piezas Registración lunar de una toccata de G. Frescobaldi, Interludium super Salve Regina y Ornamentación de un Agnus Dei de Guillaume Dufay–, el estreno de Música ficción III (Siete versiones de un canto), escrita entre 1981 y 2005, la Sonata Nº 1, de 1995 –sus movimientos tienen títulos en lugar de indicaciones expresivas o de velocidad: Si yo mismo fuera este invierno sombrío y Nostalgia– y, junto a Filipcic Holm y el Ensemble Süden, Mozartvariationen, de 1991. “Hay músicas más abstractas, que no recurren a ningún material conocido”, divide Gandini el territorio. “En cambio hay otras que están hechas sobre otras obras.”
–Sin embargo, aun en las que no trabajan explícitamente con materiales provenientes de otras obras, se percibe una especie de diseño de cerradura, como si siempre estuvieran espiando otras músicas. La sensación es que sus obras ponen en primer plano la imposibilidad de abarcar la totalidad. El compositor apenas recorta y señala ese recorte.
–No se trata sólo de un recorte; también se pueden hacer proliferar materiales mínimos. No es distinto, en realidad, de lo que sucede cuando se interpreta. Al tocar uno hace lo mismo. Señala algo, pone un tema, un acento, una frase en un plano distinto. Como si uno dijera: “Fíjense en esto”.
–Sus otras actividades musicales, las improvisaciones sobre tangos, tocar con Páez, ¿transformaron su manera de entender lo que es el hecho musical?
–Durante mucho tiempo tuve un gran problema. Un problema psicológico, diría. Yo hacía una jerarquización de lo que componía. En primer lugar estaban las obras serias y después estaba tocar con Piazzolla, que fue el primer choque, hacer tangos o tocar con Fito. Me sentía un poco esquizofrénico. Progresivamente dejé de establecer estas jerarquías y, como consecuencia, de sentirme esquizofrénico. Lo que pasa es que hay una cantidad de información que tiene que ver con el hecho de haber hecho música contemporánea desde hace años y que habitualmente un músico popular no tiene. Esa información, inevitablemente, se filtra. También es parte de uno.
–¿Qué lo atrae de tocar con Páez?
–Que es un gran compositor de canciones. Acabamos de terminar un disco y me sentí realmente bien haciéndolo. Me divierto como loco y además es un amigo y, para mí, todo empieza allí. Alguna vez dije que en el rock no había transgresión, que era el lenguaje del establishment. Sigo pensando más o menos lo mismo, pero reconozco excepciones: Páez, Spinetta, García, que, como pude comprobar en los últimos shows con Fito, cuando sube al escenario produce algo único. Y Nebbia, algunas de cuyas canciones descubrí gracias a Fito y me parecen extraordinarias.