ESPECTáCULOS › PICHON BALDINU, DE LA GUARDA Y LA PUESTA DE “TARZAN”
“Para avanzar necesitás desafíos”
Con De La Guarda sólidamente instalado como una marca revolucionaria en el alguna vez llamado “teatro de operaciones”, sus fundadores Diqui James y Pichón Baldinú llevan adelante otros proyectos: el primero estrena grupo y espectáculo, Fuerzabruta. El segundo prepara una puesta aérea para Disney.
Por Roque Casciero
Pichón Baldinú se resiste a imaginarse el día en que el musical de Tarzán producido por Disney se estrene en algún teatro de Broadway. Apenas si alcanza a reconocer que le van a temblar las piernas cuando le toque entrar por la alfombra roja. “¿Cómo no, si me tiemblan cada vez que tengo que estrenar Villa Villa? Uno aprende las mañas y sabe cómo manejarlo, pero un estreno es un estreno”, dice, y corta de cuajo el juego de hacer futurismo. Pero con el debut pensado para 2006, la realidad puede no estar tan lejos para uno de los creadores de De La Guarda, quien lleva cinco meses trabajando en las partes aéreas del espectáculo. Por ahora, de todos modos, cero glamour: Baldinú, actores y técnicos trabajan en un viejo teatro de La Boca con paredes descascaradas, al que rescataron de su trágico destino de estacionamiento para autos. En el lugar donde estaba el escenario hay estructuras tubulares, arneses, sogas... y personas que cruzan el aire. Y en dos mesas largas, varias computadoras portátiles para registrar cada medida, cada trayectoria. Ningún detalle queda librado al azar, bajo la mirada atenta de Tom Schumacher, presidente de la división teatral de Disney, y Bob Crowley, el director del musical.
“Mi primera charla con Tom fue en el teatro donde se está presentando El rey León, algo muy piola porque relajaba la cuestión de sentir que hablás con una corporación de miles de personas”, explica Baldinú. “Fue una conversación amena sobre cómo habían surgido mis trabajos y sobre el lenguaje artístico del espectáculo. El me dijo que estaban trabajando desde hacía varios años y que se habían dirigido hacia distintos lugares, pero que lo que tenía que ver con la interpretación de lo que sucedía en el aire les había parecido muy mecánico, muy frío. Ahí empecé a entender por qué me habían llamado. Pensaba que un musical no tenía nada que ver con mi background, pero sí el haber desarrollado un lenguaje, una visión de cómo usar el aire como un elemento. Luego Bob me transmitió una visión muy estética del show, porque tiene claro cómo ve el vestuario y la escenografía, pero le faltaba ese Tarzán en el aire. Ellos no quieren llevar el dibujo animado al teatro, sino que hay un trasfondo más profundo de psicología del personaje.”
Mientras se hacen los ajustes para ponerlo a volar colgado de un arnés, Schumacher habla sobre la división de Disney que dirige, tras haber sido presidente de los estudios de animación (fue responsable de 21 películas, incluidas El rey León, Toy Story y Buscando a Nemo): “Producir cada musical cuesta entre ocho y doce millones de dólares. Y así y todo, puedo tener que decidir que no se estrene. Para esta obra tenemos un equipo fabuloso: Bob Crowley, la coreógrafa Meryl Tankard (directora artística del Australian Dance Theatre), Phil Collins está componiendo las nuevas canciones... Por eso, como hay partes de la historia de Tarzán que suceden en el aire, teníamos que llamar al más reconocido en el mundo en ese área, que es Pichón”. Por supuesto que Schumacher había visto a De La Guarda, pero, dice Baldinú, “él no quería que fuera un trabajo con una concepción de De La Guarda, porque quiere que su gente también influya sobre mí. Y ese tipo de influencia genera una especie de convivencia con la propuesta de ellos”.
–¿Qué lo sorprende de este trabajo para una corporación como Disney?
–Me sorprende el perfil artístico que tienen. Están concentrados en desarrollar los detalles de la obra y en la dirección que tiene que tomar. Con el director técnico, que es el de todas las obras de Disney, recién el último día hablamos de cómo los sistemas que yo había elegido podían utilizarse dentro de un teatro. Y todo tenía que ver con las necesidades de la obra: cómo los hacemos volar, de dónde a dónde, qué necesidades hay para cada movimiento, los materiales que hay que usar. Todos eran aportes muy creativos. Son desafíos que nos planteamos mutuamente y buscamos satisfacer esa propuesta. La sensación de equipo y la atmósfera artística fue lo que más me gustó. Fui a ver El rey León hace poco y me pareció hermosísima. Pensaba que sería una superproducción y lo es, pero estéticamente es como abrir un libro de cuentos, con todo logrado desde la esencia, no desde la parafernalia. Esto es real en sí mismo, busca conmover, refinamiento, magia, inspiración. Los personajes tienen todo eso.
–¿Cómo resultó para usted no ser la cabeza del equipo?
–Es una experiencia distinta a mi trabajo dirigiendo montajes, castings y producciones para De La Guarda. Y ha resultado muy interesante. El trabajo en equipo es lo que demando en De La Guarda cuando nos vamos de gira. Y en esta gente encontré receptividad y respeto; fui invitado a participar en cosas que por ahí no tienen que ver con mi área.
–¿Por qué sugirió trabajar su parte en Buenos Aires?
–Porque acá tengo la gente para hacerlo, los técnicos para darle una respuesta rápida a las cosas que surgen. Bob estaba fascinado porque imaginábamos algún arnés o un aparato, y al otro día ya lo habíamos fabricado. Y encontré este lugar... Siempre laburé en galpones más cuadrados, pero cuando encontré este lugar recibí un flechazo. Me gustó mucho trabajar en un espacio teatral, que es algo que siempre había descartado. Pero elegí este lugar y eso inspiró reformular el set, a entender cuánto espacio ocupan diez tipos en escena en el aire. Me pasé unos cuantos meses rompiéndome la cabeza para que el laburo pudiera ser satisfactorio, porque por más grosso que seas en lo tuyo siempre tenés desafíos. Por ahí la pegás una vez, pero es la última. Para avanzar necesitás el desafío, y éste es muy grande.