ESPECTáCULOS › LUCRECIA CAPELLO HABLA DE “LA ISLA DEL FIN DEL SIGLO”

Metáforas de un mundo en peligro

La actriz explica el sentido de la obra de Alejandro Finzi, que enlaza en una trama retrofuturista a dos personajes relacionados con el ámbito patagónico: Darwin y Antoine de Saint Exupéry.

 Por Cecilia Hopkins

“Que el teatro soporte, contenga, desarrolle la palabra poética” es, para Alejandro Finzi (dramaturgo nacido en Buenos Aires, afincado en Neuquén desde 1984) una necesidad. Porque según su pensamiento, sólo a través de la dimensión lírica de la palabra es posible concretar un teatro que sirva para reflexionar sobre la historia. Escrita en 1990, ya estrenada en Francia y también traducida al inglés y al checo, en La isla del fin del siglo, Finzi enlaza en una trama retrofuturista a dos personajes estrechamente relacionados con el ámbito patagónico. Ya no se trata, como sucedió en obras anteriores, del bandido Bairoletto, ni del convicto Martín Bresler, sino de Charles Darwin y Antoine de Saint Exupéry. Los acompañan una mujer que se dice novia de Sigmund Freud, una cantante de ópera y un vendedor de libros, todos empeñados en salvarse del peligro. Porque saben que no falta mucho para que la tierra austral se desintegre en islas a causa de una masiva pérdida de potasio. En el momento en que comienza la acción, sin ir más lejos, acaba de hundirse Río Gallegos. El resto no tardará en convertirse en “un pantano seco que hace desaparecer la vida en todas sus formas”.
La obra, que acaba de subir a escena en la sala Orestes Caviglia del Teatro Cervantes bajo la dirección de Luciano Cáceres, cuenta con la interpretación de Lucrecia Capello, Antonio Ugo, Sergio Surraco, Laura López Moyano y Fernando Migueles. “Una sala chica tiene sus limitaciones si, como en esta obra, es necesario hacer referencia a un territorio tan extenso como la Patagonia –reflexiona Lucrecia Capello en la entrevista con Página/12–, pero sin embargo, el escenógrafo Guillermo de la Torre y el director tomaron partido por el espacio reducido y despojado para dar idea de inmensidad”. La actriz tiene a su cargo el rol de Adela, una cantante lírica que llega de Europa para cantar en un teatro que ya se ha derrumbado, un personaje inspirado, según contó el autor durante los últimos ensayos, en su propia abuela.
–¿Cómo son los personajes que se encuentran en tan singular situación?
–La obra es muy metafórica. Trata sobre un mundo que se está desmoronando y es por eso que el sonido está tan presente. Mi personaje se encuentra con otros que han llegado antes a la Patagonia, como Charles Darwin, quien trabaja (en un laboratorio ambulante, ver aparte) para encontrar una fórmula y evitar la catástrofe y Saint Exupéry, quien trata de arreglar su avión para escapar de un lugar tan inestable hacia otro planeta. También hay un revolucionario que está peleando para que subsista este mundo amenazado, a punto de estallar. Está armado porque sabe que hay “otros” que quieren sacar los libros a los chicos para tapar las grietas de la tierra por donde se escapa el potasio.
–El es también un intelectual que discute la famosa frase que Saint Exupéry pone en boca del Principito.
–Claro, el revolucionario contradice al aviador cuando asegura que “lo esencial es invisible a los ojos”. Esa afirmación le parece una barbaridad porque él cree que lo concreto es lo más importante. En mi interpretación, lo que el vendedor de libros le está diciendo es “la única verdad es la realidad”.
–Finzi tiene una escritura muy poética, pero desde ese personaje le pone un límite al subjetivismo.
–Sí, porque ésta es una obra muy metafórica pero también hace referencia a una realidad concreta de la que hoy se habla mucho, especialmente en países del primer mundo. El otro día, mientras iba repasando la letra de esta obra, precisamente, un taxista me preguntó: ¿Cuánto le parece que durará el mundo... 20 o 30 años más? Ese es un pensamiento constante en la gente. Ya se sabe que se están vendiendo grandes extensiones de tierra, tanto en el sur como en el Chaco. Aunque a veces nos preocupan más otros temas: en países como el nuestro estamos más preocupados por los piqueteros y el pan de cada día.
–En el propio texto se pide que tenga condiciones para el canto la actriz que interprete su personaje. ¿Qué experiencia tiene en ese campo?
–Bien o mal, los italianos y sus descendientes somos cantantes de ópera desde la cuna. Por cultura y hasta por contextura ósea. Y me dio una gran paz saber que Finzi creyó que yo cantaba ópera realmente. Esto me gusta porque es un nuevo desafío. Un actor se sube al escenario para provocar sensaciones, pensamientos. Si el espectador no sale modificado, me pregunto para qué hacer teatro.
–¿Qué tipo de personajes le gusta interpretar?
–Yo soy especialista en reaccionarias, en mujeres autoritarias. En esos personajes están los mensajes más ricos y más claros. A mí me gustan porque son especie de bombazos que largás. Suponete que desde un personaje hablo bien de Videla. Que lo defiendo con convicción. Es siempre más fuerte para el espectador si uno habla a favor de lo que en verdad odia.

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La isla del fin del siglo se puede ver en la Sala Orestes Caviglia del Teatro Cervantes.
 
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