ESPECTáCULOS › CARLA CZUDNOWSKY, LA CRONISTA SEXUAL DE “KAOS”

Por las rutas de la noche

Desde 1997, releva por televisión parte de la vida sexual de Buenos Aires, pero dice que, en general, eso no tiene que ver con sus fantasías.

 Por Julián Gorodischer

En los ‘90 repartió preservativos en la calle y la tele la convirtió en una experta en el pulso sexual de Buenos Aires. Carla Czudnowsky aprendió en “Zoo” las reglas del juego al que la llamaron: supo que tenía que preguntarle al cura si se masturba y pedirle detalles al sadomaso. Cuando se enciende la cámara, ella indaga en las intimidades de los swingers y, después, se queda pensando. “Soy muy tradicional –dice–; yo me quedo en casa con mi novio tomando helado.” En el 2002, la chica sexo –como no le gusta que le digan– sigue con Juan Castro, esta vez en “Kaos en la ciudad”, y descubre que, por las noches, la ciudad tiene “mucho más de todo lo que busques y más exacerbado”. Carla sale a buscar variantes para nutrir el informe de la semana. Y puede decidirse por un travesti (“que hable bien y tenga dientes”), una pareja swinger, una lesbiana o un bisexual. Fuera de cámaras podría hablar horas de lo que mejor conoce: los cambios en las preferencias, la nueva visibilidad de las minorías, mucha rareza...
–¿Cuál es la marca de la época?
–La gente tiene tanta insatisfacción que ya no sabe cómo saciarla. Hay muchísimos más bisexuales que en los ‘90, y una enorme cantidad de sadomasoquistas en la Iglesia, la farándula y la política. Los travestis, por otra parte, tienen más trabajo que las prostitutas. Antes nos dividíamos entre gays y heterosexuales. Hoy hay más diversidad, y eso no es de algunos sino que compete a muchos.
–¿Cómo afectó la crisis al sexo en Buenos Aires?
–En la villa tienen sexo oral, les acaban en la boca y cobran dos pesos. En la calle Godoy Cruz cobran veinte pesos a tipos que pasan con un BMW. Toda la gente que antes me daba testimonios gratis ahora pide guita. Yo no le pago a una persona para que diga lo que necesito, pero si una familia me pide para comer se lo planteo a la producción.
–La cámara oculta de “Kaos”, como recurso para el escrache sexual es, al menos, polémica.
–A mí no me gustan las cámaras ocultas, no las hago, solamente las presento. Me parece que son buchonas, y por eso no estoy de acuerdo. Soy una humilde empleada que trabaja para una productora que opina que sirve y trae rating. Evidentemente la gente las mira. Si a mí la persona que entrevisto me pide que no se vea su cara o que no se escuche su voz jamás dejo de cumplirlo. Mi idea no es escrachar a la gente que está en una disco swinger, por ejemplo, pasándola bien.
–¿Y a usted cómo le interesa contar una historia sexual?
–Sexo ponen todos los canales en cualquier lugar; aparece como tema de “Rumores” o de “Intrusos”, pero a mí me interesa contar historias, salir de tour sexual por la ciudad, sin juzgar o ponerme en contra, narrando cosas que suceden y dándole rienda suelta al voyeurismo. A veces me peleo bastante con la producción sobre si poner o no sexólogos u opinólogos. Mi posición es que si hablás de preferencias sexuales tienen que estar los que las prefieren.
–¿Qué la sorprende o le llama la atención en sus recorridos?
–Admiro la capacidad de relajarse de los swingers o los sado. Me gusta que apaguen el casete del prejuicio para disfrutar, que no vivan de una manera mórbida o culposa, como le podría pasar a un cura que tiene una relación clandestina. Me fascina, en lo personal, la práctica swinger. En el imaginario heterosexual siempre entra la fantasía de un tercero, aunque entiendo que es el terreno de la fantasía y eso no significa tener que concretarlo.
–Si tuviera poder de decisión, ¿qué cosas cambiaría?
–A mí me piden que haga una sección hot, pero me interesaría contar otras cosas que no calentarían a nadie. Pienso hacerlas más adelante. Quiero investigar la prostitución infantil, aunque esos informes me hagan mierda. Un chico que no puede ir al colegio, tiene que mendigar y es obligado a tener sexo por monedas me parece la mayor aberración, y me deja sin palabras para definirlo.

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Carla Czudnowsky tiene claro que la crisis afecta la vida sexual.
 
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