FúTBOL › DESPUES DE NIGERIA, Y ANTES DE INGLATERRA, HAY MAS CERTEZAS QUE DUDAS
El abc de la Selección
El debut de la Selección Argentina dejó, antes que nada, la alegría de los tres porotos fundamentales para sostener la aspiración mínima de pasar a la segunda ronda, si se toman las cosas en el estilo paso a paso de Reinaldo Merlo. Ahora habrá que poner la mirada en el próximo rival, Inglaterra, pero para eso es necesario volver sobre los propios pasos y repasar lo ocurrido en el encuentro contra Nigeria. Lo quedó que no es poco. A saber:
Por Juan José Panno
a) La certeza de que va a ser muy difícil ganarle a este equipo. La actitud con que encara cada uno de sus partidos la Selección Argentina fue ratificada en una instancia clave como lo es la del debut en una Copa del Mundo. Este equipo va al frente, se propone tener la pelota más cerca del arco de los contrarios que del propio y sabe cómo conseguir el objetivo. Por un lado, tiene la suficiente capacidad individual como para manejar criteriosamente la pelota, y por otro tiene el manejo de los espacios y el orgullo necesarios para asfixiar al rival y no dejarlo jugar. Si los nigerianos parecían torpes en varios pasajes del partido se debió a la presión a que lo sometió Argentina, obligándolos a jugar apresurados y con excesiva justeza. Es muy duro enfrentarse a un equipo que, sin colgarse del travesaño, muerde, ahoga, recupera casi siempre la pelota y la pone en el terreno rival tal como lo hacen los dirigidos por Bielsa.
b) La solidez defensiva. Con tres jugadores en el fondo, más la eventual colaboración de Sorín, retrasándose por la derecha y Simeone bajando unos metros para acercarse a Samuel, el cuadro nacional conformó un bloque firme que no pudieron resquebrajar con facilidad los africanos. Las llegadas de Nigeria se redujeron en esta oportunidad a remates de media distancia.
c) La obsesión de gol. Marcelo Bielsa debe ser envidiado por 9 de cada 10 entrenadores de los que están en el Mundial por eso de tener que optar entre Batistuta y Crespo como uno de los atacantes netos. Batistuta, que alcanzó una marca impresionante (10 goles en 10 partidos por mundiales), demostró que su hambre goleadora y su polenta para palear contra quien se le ponga delante están intactas. Y Crespo, aunque jugó sólo un ratito, dejó claro que tiene con qué pelear por el puesto. En la pelota que le dejó servida a Cristian González dejó el bonus de su generosidad. Podía haber encarado él, pero prefirió el pase a quien venía mejor perfilado y eso debe ser interpretado como parte de la vocación goleadora del mismo Crespo y de todo el equipo.
d) La garantía de recambio. A último momento se lesionó Ayala, como se sabe, y quedó afuera. Bielsa tenía diferentes variantes con Chamot incluido, pero optó por la mejor: Placente a la cancha y Samuel de líbero. Placente respondió fenómeno pese al pánico que le debe haber producido la entrada en frío y en seco, y Samuel fue impecable como último hombre. Tanto respondió Samuel en esa posición, que es la que ocupa en la Roma habitualmente, que más de uno se pregunta si hay que apurar la vuelta de Ayala. Que Bielsa tiene recambio también quedó expresado en los ingresos de González por Claudio López y de Crespo por Batistuta. Cuando el partido estaba 0 a 0 y Bielsa conversaba con Aimar, se podían suponer múltiples variantes. Aimar por Verón, Aimar por Zanetti, Aimar por Simeone y Verón de 5, Aimar por Placente, con Sorín de 3, siguen las conjeturas. Si el campeonato lo jugaran dos equipos por cada país y se sumaran los puntos de ambos, Argentina sería inexorablemente campeón.
e) La confirmación de Sorín como jugador fundamental. Debutó en el Mundial y parecía un veterano. El espacio que fue ganando en los últimos tiempos a fuerza de una entrega física que le permite llegar a situaciones de gol lo convirtieron en titular indiscutible.
f) La importancia de Verón. Cuando Verón pone la pelota en el piso, Argentina juega de una manera; cuando Verón se obstina con el pelotazo, es otra cosa. Cuando Verón juega bien, el equipo es más reluciente; cuando Verón baja su rendimiento, el equipo se resiente. Ante Nigeria, Verón nojugó bien y abusó del pelotazo y el remate de media distancia apresurado, pero las otras individualidades taparon la falencia y entonces no se notó tanto, pero está claro que en el momento en que Verón explote, el cuadro argentino tomará otro relieve.
g) La falta de brillo. Este punto está conectado directamente al anterior. A veces Verón tiene la intención de jugar, pero no encuentra con quién y la vorágine con la que se mueven los delanteros le impone la resolución más fácil: el pelotazo. Si Verón tuviera cerca un jugador como Aimar y ambos pudieran conectarse con Ortega, se ampliarían las posibilidades de llegar por abajo, con el toque que identifica el mejor juego argentino. Contra Nigeria, Argentina fue un equipo efectivo, sólido, productivo, práctico, malicioso, corajudo, pero en ningún momento luminoso. Quien plantee que éste es un reclamo propio del que se queja de lleno, tal vez tenga razón. Pero con la Selección siempre se exige más. Cuando se habla de brillo, se recuerda, por ejemplo, la actuación de Argentina contra Nigeria en el Mundial del ‘94.
h) La señal de peligro por las amarillas. Según la reglamentación, el jugador que sume dos amarillas queda automáticamente suspendido y no juega el partido siguiente. Simeone y Samuel se ganaron ayer la tarjeta y quedó colgando el riesgo. Si no juega Simeone, el recambio es directo con Almeyda; pero si no juega Samuel, se lo va a extrañar. Si Argentina le gana a Inglaterra y se clasifica, lo más probable es que contra Suecia queden los dos afuera, por las dudas. Las tarjetas se borran en la segunda fase, pero si suman la segunda en el partido contra Suecia, no pueden jugar por los octavos.
i) La tranquilidad de los números. A la luz de lo ocurrido después con Inglaterra y Suecia, el cuadro de Bielsa quedó en una situación interesante para aspirar a la clasificación. Un empate contra Inglaterra no habrá asegurado nada, aunque otorgará mucho aire. Si se pierde, de todos modos se conservarán chances. Las estadísticas juegan a favor: en el ‘98, todos los equipos que perdieron su primer partido no pasaron a la segunda fase y lo que es mucho mejor: todos los que ganaron el primer partido se clasificaron.